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La masacre de 32 balleneros vascos

«Cuarto Milenio» ha dedicado un programa a la matanza de arrantzales en 1615 a manos de hambrientos islandeses gracias a una ley vigente hasta 2015


El 22 de abril de 2015 se derogó en Islandia la ley de 1615 que permitía el asesinato de vascos en el distrito de los Fiordos Occidentales. No es broma. La norma la aplicaron con saña los campesinos locales, que el 19 de septiembre de aquel año mataron a 32 marineros a las órdenes del capitán donostiarra Martín de Villafranca. Una masacre de balleneros que el director Koldo Serra planeó llevar al cine hace unos años en una ambiciosa producción titulada «Red Fjords» (Fiordos rojos).


«Cuarto Milenio» abordará esta noche la matanza acaecida en el fiordo Reyhjafjördur de la mano del reportero Carlos Largo, con la colaboración del lekeitiarra Ibon Pérez (Cuatro; 21:30 h.). El programa de misterio de Iker Jiménez tratará de desentrañar un suceso que originó un documental titulado «Baskavigin: la matanza de los balleneros vascos». La escritora navarra Julia Montejo también abordó el episodio histórico en su novela «Lo que tengo que contarte» (ed. Lumen). Un implacable temporal destruyó los toscos navíos de los arrantzales en víspera de su regreso a casa y quedaron atrapados sin víveres en el despiadado invierno ártico. Su desesperación por hallar sustento chocó con la de los paupérrimos islandeses, súbditos de rey danés. El conflicto entre hambrientos acabó en un festín de sangre, con muchos de los balleneros vascos vejados, torturados y desmembrados.


Estos terribles acontecimientos marcaron el inicio de las relaciones entre vascos e islandeses que, según diferentes estudios, se siguieron manteniendo a lo largo del siglo XVII con la presencia de muchos vascos en la isla y un intercambio comercial y cultural muy importante. Hace cuatro siglos, los vascos habían desarrollado en Terranova una poderosa y pionera industria en torno a la pesca de la ballena a gran escala, pero su explotación masiva dejó aquellas aguas sin apenas cetáceos. Abocados a descubrir nuevos caladeros, arribaron en 1613 a Islandia. Con un clima extremo y una tierra yerma, sus pobladores no cultivaban ni sabían cazar ballenas.
Al principio, la relación entre forasteros y locales fue buena y hasta se conservan glosarios del siglo XVII con palabras de un rudimentario idioma vasco-islandés. Los arrantzales pagaban a los isleños tasas por cazar ballenas en sus aguas, por desembarcar para descuartizarlas y fundir la grasa, y también por coger madera.
Orejas. narices y genitales
Tras varios inviernos consecutivos de extrema dureza, en los que las costas permanecieron congeladas, en 1615 el monarca danés Cristián IV dio carta blanca a los islandeses para atacar a los vascos, tomar sus barcos, saquear sus posesiones y, si hacía falta, matarlos. Ari Magnússon, uno de los hombres más poderosos de la isla, gobernador y delegado de la corona danesa, ordenó una sangrienta persecución.
Los vascos trataron de hacerse con víveres para soportar las gélidas temperaturas. El 19 de septiembre, varios galeones se disponían a emprender la travesía de vuelta a San Sebastián, pero una tormenta mandó a pique los barcos.
El capitán donostiarra Martín de Villafranca pretendió sin éxito comprar carne. Ninguno de sus hombres se salvó. Fueron acuchillados por los campesinos islandeses, que les cortaron orejas, narices y genitales. Después ataron los cadáveres de dos en dos, los pasearon por los pueblos y los echaron al Atlántico. Villafranca recibió un hachazo y fue sumergido en el gélido mar antes de ser destripado.
En «Cuarto Milenio» aparecen Xabier Agote, director de la Factoría Marítima Vasca, Albaola; el historiador Michael Barkham, hijo de Selma Huxley, descubridora de las pesquerías vascas en Terranova, y Aitor Aspe, director del documental «Baskavigin».

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