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martes, abril 23, 2024
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Urge un Ministerio de los oceános en todos los gobiernos del mundo

El océano es cada vez más importante para nuestras economías. Alrededor del 80% de las mercancías comercializadas internacionalmente se transportan por mar, y hasta los bloqueos más breves provocan el pánico en los mercados mundiales. La pesca sigue siendo un gran negocio, pero en el siglo XXI la piscicultura es aún mayor.

La mayoría de los descubrimientos de combustibles fósiles de este siglo se han producido en alta mar, y la energía eólica o de las olas en alta mar será clave para la transición ecológica. A medida que los minerales vitales para las industrias de alta tecnología escasean en tierra firme, las empresas se fijan en la enorme riqueza mineral de los fondos marinos.

Todas estas tendencias contribuyen a lo que los científicos sociales han llamado la «aceleración azul», una trayectoria hacia una dependencia más intensa del océano y sus recursos.

El océano también es clave para las culturas humanas y para nuestra salud y bienestar individuales. La mayoría de las grandes ciudades del mundo, y muchos de nuestros pueblos, se encuentran cerca de la costa. Para sus habitantes, el océano puede ser una importante fuente de armonía y tranquilidad en un contexto de vidas ajetreadas. Los psicólogos y los profesionales de la salud se están dando cuenta de las muchas maneras en que la exposición al agua es buena para nosotros. Esta es una de las razones por las que la protección -e incluso la regeneración- de mares y ríos es tan importante.


La política perdida del océano

A pesar de todo, el océano apenas está presente en la vida política cotidiana. Hay excepciones: los derechos de pesca en el Canal de la Mancha y el Mar del Norte han sido un punto álgido en la relación de Gran Bretaña con la UE tras el Brexit. Pero el océano nunca ha alcanzado el protagonismo dentro del debate político que merece su centralidad para nuestras economías y sociedades. Son muy pocos los gobiernos del mundo que cuentan con ministerios del océano (Francia, Corea del Sur y Canadá son raras excepciones). Los partidos políticos rara vez hacen campaña sobre temas relacionados con los océanos, y rara vez dan al destino del mayor ecosistema del mundo un lugar de honor en sus campañas y manifiestos.

Esto no quiere decir que no haya política oceánica. Al contrario, el océano se rige por un amplio y cambiante corpus de derecho internacional, y varias organizaciones y acuerdos internacionales ejercen su autoridad sobre los recursos y espacios marinos. Estas normas e instituciones ayudan a configurar la emergente economía oceánica y ofrecen cierto grado de protección al medio ambiente marino.


Pero no existe una política democrática del océano. Rara vez se consulta a los ciudadanos de a pie sobre la gobernanza de los océanos, lo que significa que la voz de las grandes empresas suele quedar sin respuesta. Casi la mitad de los ingresos de la economía de los océanos van a parar a sólo diez empresas.

Los frágiles ecosistemas están en crisis como resultado de su dominio. Las empresas presionan para que se les permita explotar los fondos marinos, a pesar de la gran preocupación que suscitan las repercusiones medioambientales. Si el océano va a ser un espacio de justicia e igualdad, y si sus preciosos ecosistemas van a estar adecuadamente protegidos, esto no ocurrirá por accidente. Será necesaria una política oceánica revitalizada y democrática.

¿Qué haría un ministerio para el océano?

Un ministerio para el océano ayudaría a mantener el futuro del océano en la primera línea de la vida política, garantizando que se tengan en cuenta los impactos sobre el océano siempre que se tomen decisiones importantes. En lugar de actuar como defensor de las grandes corporaciones pesqueras o de las empresas petroleras y de gas que quieren explorar en busca de más carbono incombustible, un ministro para el océano debería tratar de proteger los ecosistemas marinos y promover las industrias marinas sostenibles.

Ese ministro podría presionar para evitar que la agricultura industrial vierta la contaminación en nuestras zonas costeras, estimulando el crecimiento de las «zonas muertas». Podría empezar argumentando que el gobierno debería desviar las exenciones fiscales del petróleo y el gas en alta mar, y orientarlas hacia industrias ecológicas y controladas por la comunidad, como la acuicultura de algas y la cría de mejillones, una alternativa mucho más ecológica que la cría de salmón. Un buen paso siguiente sería reiterar la necesidad de prohibir actividades destructivas como la pesca de arrastre de nuestros mares.


Los manifestantes destacan los problemas de los mares en la COP26. EPA
Al dar a un ministro del océano un puesto en el gabinete, los gobiernos enviarían una poderosa señal sobre el próximo siglo azul, y pondrían una visión clara de una economía oceánica sostenible y de ecosistemas marinos florecientes en el centro de su trabajo. Con el tiempo, los partidos podrían incluir planes de protección de los océanos en sus programas electorales, para que los votantes puedan juzgarlos por sus planes y por su historial. La integración de la gobernanza de los océanos en nuestra política general debería haberse producido hace tiempo. El océano es demasiado importante para nuestro futuro planetario como para dejarlo al margen.

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