China domina desde su cómodo trono asiático a los países de América Latina, una región en indudable desventaja frente la ambición desmedida de Pekín. Así, Perú no ha quedado al margen del protagonismo de esta potencia en ascenso, pues los hilos del dragón rojo controlan al país andino desde hace algún tiempo: es su primer socio comercial, y en 2020 sus inversiones ascendieron a US$ 24,000 millones, según informó Gestión. Otros países vecinos corren la misma suerte, y si algo comparten los latinoamericanos, además de gobiernos débiles y economías desahuciadas, es una dependencia cada vez más evidente de los préstamos y promesas de inversión del gigante “comunista”.
El Perú se ha convertido en uno de los destinos preferidos de las inversiones chinas en la región. Durante su participación en un webinar organizado por la Cámara de Comercio Peruano China (Capechi), Liang Yu, embajador de la República Popular China en el Perú, comentó que desde la entrada en vigencia del Tratado de Libre de Comercio (TLC) en 2010, el comercio total entre ambos países ha superado los 150 mil millones de dólares. En una década, la inversión china se ha multiplicado diez veces, abarcando diversos sectores como energía, minería, pesca, silvicultura, finanzas, electricidad e infraestructura.
Como han señalado algunos expertos en relaciones internacionales –Evan Ellis del Colegio de Guerra del Ejército de los Estados Unidos es uno de ellos-, la pandemia del covid-19 le ha dado la oportunidad a China de acelerar sus planes de expansión en América Latina, un continente plagado de instituciones precarias y gobiernos sin políticas de largo plazo. Los chinos conocen bien las debilidades y necesidades del Tercer Mundo, han ensayado previamente el modelo en África y el objetivo es muy parecido: la explotación de los recursos naturales y un preocupante intento por imponer sus costumbres y leyes.
Para el coronel (r) Juan Carlos Liendo, exjefe del Servicio de Inteligencia del Ejército (SIE), las relaciones entre el actual gobierno peruano y su similar de China “se evidencian como muy cercanas”, y pone como ejemplo las continuas llamadas telefónicas entre el expresidente Martín Vizcarra y su par chino, Xi Jinping, en el marco de la emergencia sanitaria por el covid-19 a principios de 2020.
El poder blando chino en América Latina
“La presencia del soft power [poder blando] de China, tanto en Latinoamérica como en el Perú, se ha afianzado en los últimos años, y esta relación ha incrementado considerablemente tras el estallido de la pandemia del covid-19. Es importante señalar que las relaciones entre el actual gobierno peruano y su similar de China se evidencian como muy cercanas, continuas y de mutuo interés en diversos ámbitos. La influencia china en el Perú, bajo el modelo de presencia en Latinoamérica, empieza a ingresar con fuerza en 2010 a partir de una serie de acercamientos militares y de ayuda humanitaria, como el envío de médicos para trabajos en zonas deprimidas; pero se potencia en 2015 en el gobierno de Ollanta Humala. La influencia china en el Perú tiene una doble vertiente. Empieza con provisión de armamentos y simultáneamente con el ingreso en el sector minero, a minas que van dejando firmas canadienses o inglesas y terminan sumando a la inversión china. Sobre esos dos pilares, China plantea su presencia en el Perú y se convierte en el principal socio comercial desde 2018 por sobre Estados Unidos”, explica Liendo, quien ha venido analizando el comportamiento de la presencia china en América Latina, la cual se vale de préstamos millonarios, medios culturales, ideológicos y diplomáticos; en contraste con las relaciones políticas austeras y prácticamente inexistentes de los EE.UU. en esta región.
“China sustenta sus relaciones internacionales a través de dos principios fundamentales: la expansión de su presencia cultural apoyada por la grandiosidad de su economía. Avanzan en todo el mundo a partir de estos pilares. China ya ha exportado su modelo económico y administrativo a los países de África y el sudeste asiático, su periferia más cercana. En el caso de Latinoamérica, están en una primera fase, que es la de impregnación de su cultura, de su soft power, uno diferente al estadounidense. Un soft power de éxito, pero de sumisión al mismo tiempo. Mientras Occidente [Europa y Estados Unidos], en su relación con la periferia, con América Latina, viene con una imposición de cultura, los chinos, al contrario, vienen con una integración decidida a su cultura. Integración no significa un ‘copia y pega’, significa que seamos funcionales a su política, a sus valores. Y cuando hablamos de la influencia cultural china, no hablamos en el sentido de la cultura pop de los estadounidenses. Estamos hablando de la expansión de su sistema de valores. Cualquier negociación política, económica o social de la República Popular China, tiene por delante la salvaguarda y expansión de su cultura. En una segunda o tercera etapa, cuando China consolide su posición de potencia, el país que se relacione mejor con ellos será el que tenga un sistema más parecido, y eso significa que los valores colectivos estarán sobre los valores individuales, que la libertad se subordinará a los intereses del Estado. Y si observamos detenidamente, Latinoamérica está yendo por ese camino”, apunta Liendo.
Un comunismo simbólico
Para el especialista en relaciones internacionales, inteligencia y seguridad nacional, por desconocimiento o miopía política, persiste una posición “infantil” en el imaginario colectivo, tanto de la derecha como la izquierda en el Perú, de pensar que China es la abanderada del marxismo y la lucha de clases en el mundo. Liendo asegura que los chinos han superado “esas debilidades emocionales e ideológicas”, y que la actitud autoritaria de los chinos antecede a Mao y la república popular. “El pensamiento político de los chinos no es la dictadura del proletariado, no es la lucha de clases, no es la eliminación de la propiedad privada; es considerarse políticamente el centro del universo y la armonía debajo del cielo, que son las bases de su filosofía política tradicional”, señala.
Depredan el Pacífico sudamericano
Los mares del Perú, Ecuador y Chile son habitualmente asechados por barcos factorías chinos que los depredan ante la pasividad de las autoridades locales, y por supuesto, ante las manos atadas de sus armadas. Estos países, junto a Argentina -cuya costa mira al Atlántico-, se encuentran en la denominada “Ruta del Calamar”, botín de las naves pesqueras asiáticas.
En este contexto, en setiembre de 2020 se conoció la presunta invasión a la Zona Económica Exclusiva (ZEE) de las islas Galápagos de una flota pesquera, en su mayoría china. Más de 300 buques se asentaron en esas aguas. Luego de numerosos reclamos del gobierno ecuatoriano, la flota abandonó esa ubicación y se estacionó frente a las doscientas millas del mar peruano, en aguas internacionales, generando preocupación en Lima, sobre todo tras una alerta de la embajada de los Estados Unidos en la capital peruana que advertía el peligro de la sobrepesca.
El roce diplomático entre las potencias no tardó. “Perú no puede permitirse semejante pérdida”, tuiteó la embajada de los Estados Unidos. Sus pares chinos respondieron de manera contundente, desmintiendo la versión estadounidense: “Esperamos que el público peruano no sea engañado por informaciones falsas”.
La actividad depredatoria de estas naves es considerable. Alfonso Miranda Eyzaguirre, presidente del Comité de Pesca y Acuicultura de la Sociedad Nacional de Industrias (SNI), aseguró en declaraciones a la Agencia Andina que cada barco de pesca de esta flota tiene en promedio 300 toneladas de bodega. Además, estimó que la pesca de 50 mil toneladas de calamar gigante -también llamado pota- equivale a 85 millones de dólares.
La vacuna de Sinopharm
El Gobierno transitorio del Partido Morado anunció el pasado 6 de enero haber concretado un acuerdo de compra de 38 millones de dosis contra el covid-19 con el laboratorio chino Sinopharm, habiendo una carta de compromiso para recibir un primer envío de 1 millón de estas dosis en enero.