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martes, octubre 8, 2024
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Alimentación, Economía y Planeta

Laura Rodríguez, Vocal WAS

“Sabemos qué es lo que debe hacerse, qué funciona y cómo podemos lograr buenos resultados”, con esta claridad se expresaba Inger Andersen, Directora Ejecutiva del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, en relación con la importancia de colocar la diversidad biológica en “el centro de todas nuestras políticas y decisiones”. Estas declaraciones se incluyen en el reciente Informe de la ONU sobre Biodiversidad Biológica[1] en el que se hace un llamamiento a la comunidad internacional sobre la alarmante pérdida de la biodiversidad.

Los datos se han hecho públicos en un contexto en el que recuperar la economía se ha convertido en la cruzada de todos los países todavía inmersos en la incertidumbre de la crisis sanitaria. En paralelo, el Green Deal europeo pone un importante foco en los sistemas alimentarios sostenibles, reconociendo los importantes vínculos existentes entre “la salud, los ecosistemas, las cadenas de suministro, los hábitos de consumo y los límites del planeta”[2]

Los sistemas alimentarios sostenibles son aquellos que permiten alimentar a la población de una manera eficiente, nutritiva y accesible, y que a la vez restauran los ecosistemas y aseguran la prosperidad de la cadena de valor, desde la producción a la comercialización. Estos sistemas deben generar el menor impacto posible al cambio climático.[3]

El reto al que nos enfrentamos es cómo alimentar a una población creciente, reduciendo el impacto sobre la biodiversidad y a la vez generando empleo e ingresos para las comunidades.

El sector agroalimentario ha realizado una importantísima evolución en eficiencia e innovación. En nuestro país ha demostrado una especial resiliencia desde el inicio de la pandemia, muy por encima de otros países vecinos[4]. No obstante, falta un gran camino por recorrer en cuanto a la transformación hacia un sector sostenible, en el que se pueda hablar de un sistema que no solo es eficiente desde el punto de vista de satisfacer necesidades, sino que también se responsabilice de sus impactos y contribuya a la conservación de los ecosistemas en los que opera.

Pongamos el foco en un sector muy estratégico para nuestro país, íntimamente ligado a los recursos naturales y a la alimentación: el sector de la pesca. Esta actividad se centra en el aprovechamiento de los recursos del procomún para aportar alimentos que constituyen una proteína básica para más de 3 000 millones de personas. Además de ser una actividad primaria esencial, es una importante fuente de empleo y medios de vida de los que dependen más de 200 millones de personas en el mundo.

En Europa, la actividad pesquera generó 1 900 millones de euros de beneficio y empleo directo a más de 100 000 personas en 2017 (un cuarto de las cuales por la flota española). Desde el punto de vista del consumo, el gasto en productos de la pesca y la acuicultura asciende a un 6% de la cesta de la compra en Europa (EU-28), una pequeña parte comparado con el gasto en carne (cerca del 23,5% ) y frutas y verduras (22,7% del gasto).[5]

La actividad pesquera ha sido en el pasado un ejemplo de actividad económica realizada en detrimento de los recursos naturales. Sin embargo, en los últimos años, podemos afirmar que la cadena de valor vinculada a la pesca ha evolucionado de ser un sector centrado en el beneficio a corto plazo a ir asumiendo de manera progresiva la importancia de basar las decisiones en la ciencia, de recoger y compartir datos y de una colaboración continua entre la industria, los gobiernos, la comunidad científica y las ONGs.

Los últimos informes de biodiversidad demuestran que los esfuerzos conjuntos están dando resultados. El reciente Informe de Perspectiva sobre la Biodiversidad Biológica de Naciones Unidas[6] destaca que, si bien ninguna de las Metas de Aichi se ha logrado, en la Meta 6 relativa a la gestión sostenible de los recursos pesqueros se han hecho importantes progresos. La mitad de las capturas mundiales son ahora objeto de evaluaciones científicas, y entre las poblaciones de peces evaluadas se observa aumento de la abundancia. Esto ha sido posible por una gestión pesquera adecuada que ha puesto límites a las capturas y ha reforzado el cumplimiento.

Pero no podemos ser complacientes. Este mismo informe destaca que los impactos negativos de la pesca todavía son mayores que los efectos positivos de las prácticas sostenibles: “en general, la pesca está teniendo un impacto neto negativo, ya que el número de las especies cuya situación está disminuyendo es superior al de aquellas cuya situación está mejorando”[7].

En Europa, la Comisión destaca un aumento en las poblaciones de peces a niveles sostenibles en el Atlántico Norte, y en general una correlación entre las flotas que operan en poblaciones que se encuentran en estados más abundantes y el aumento en los beneficios y los salarios.[8]

Desde el punto de vista alimentario, la relación entre recursos marinos bien gestionados y mayor producción de alimentos también es evidente: un reciente estudio científico[9] estima que la cantidad de alimento proveniente del mar (pesca y maricultura) podría crecer entre un 36% y un 74% en las tres próximas décadas si se actúa mejorando la gobernanza internacional, incrementando la demanda de pescado sostenible, la adaptación y mitigación frente al cambio climático y la innovación tecnológica.

En Marine Stewardship Council, llevamos 20 años trabajando por la pesca sostenible y constatamos numerosos ejemplos de la transformación de la industria pesquera hacia la sostenibilidad:  poblaciones que se han recuperado del colapso como la anchoa del Cantábrico; el trabajo conjunto con el sector científico para reducir los impactos de la pesca que está realizando la flota atunera o la colaboración entre diversas pesquerías en el Mediterráneo para mejorar el conocimiento científico y reducir la sobrepesca, por citar casos cercanos.

La pesca puede ser ahora un ejemplo de transformación para otras industrias agroalimentarias, pero debemos redoblar los esfuerzos para acelerar los cambios.

Para contribuir a la conversación alimentos-economía-planeta desde Marine Stewardship Council hemos lanzado un mensaje en una botella. Queremos ver hasta dónde llega.

Laura Rodríguez Zugasti

Directora de Marine Stewardship Council en España y Portugal

[1] Secretaría del Convenio sobre la Diversidad Biológica (2020) Perspectiva Mundial sobre la Diversidad Biológica 5. Montreal. https://www.cbd.int/gbo/gbo5/publication/gbo-5-es.pdf

[2] Farm to Fork Strategy for a fair, healthy and environmental- friendly food system. EU Green Deal. European Commission 2020. https://ec.europa.eu/food/sites/food/files/safety/docs/f2f_action-plan_2020_strategy-info_en.pdf

[3] Food System Dialogues https://foodsystemsdialogues.org/#home

[4] https://www.revistaaral.com/distribucion-con-base-alimentaria/distribucion-espanola-registra-mejores-ratios-europeos-disponibilidad-productos_15140835_102.html

[5] Facts and Figures on the Common Fisheries Policy 2020.

[6] Secretaría del Convenio sobre la Diversidad Biológica (2020) Perspectiva Mundial sobre la Diversidad Biológica 5. Montreal

https://www.cbd.int/gbo/gbo5/publication/gbo-5-es.pdf

[7] Ibidem pág75. El indicador en más detalle está disponible aquí https://www.bipindicators.net/indicators/red-list-index/red-list-index-impacts-of-fisheries

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