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Científicos verifican que los peces grandes reducen las emisiones de CO2

Un equipo internacional de científicos ha descubierto que el hecho de que haya más peces grandes en el mar reduce la cantidad de dióxido de carbono (CO2) liberado a la atmósfera terrestre, según publican en la revista ‘Science Advances’. Cuando un pez muere en el océano, se hunde hasta las profundidades, secuestrando así todo el carbono que contiene. Esta es una forma de ‘carbono azul’: carbono capturado y almacenado por los ecosistemas costeros y oceánicos del mundo.

«Pero cuando se captura un pez, el carbono que contiene se emite parcialmente a la atmósfera como CO2 unos días o semanas después», explica Gaël Mariani, estudiante de doctorado en la Universidad de Montpellier, en Francia.

Mariani dirigió el primer estudio mundial que muestra cómo las pesquerías oceánicas han liberado al menos 730 millones de toneladas métricas de CO2 a la atmósfera desde 1950. Se estima que se emitieron 20,4 toneladas métricas de CO2 en 2014, lo que equivale a las emisiones anuales de 4,5 millones de automóviles.

El coautor, el profesor David Mouillot, del Centro de Excelencia ARC para Estudios de Arrecifes de Coral de la Universidad James Cook (CoralCoE en JCU) y la Universidad de Montpellier, señala que la huella de carbono de la pesca es un 25 por ciento más alta que las estimaciones anteriores de la industria.

«Los barcos de pesca producen gases de efecto invernadero al consumir combustible –señala el profesor Mouillot–. Y ahora sabemos que la extracción de peces libera CO2 adicional que de otro modo permanecería cautivo en el océano».

Los peces grandes como el atún, los tiburones, la caballa y el pez espada contienen entre un 10 y un 15 por ciento de carbono. «Cuando estos peces mueren, se hunden rápidamente –recuerda Mouillot–. Como resultado, la mayor parte del carbono que contienen está secuestrado en el fondo del mar durante miles o incluso millones de años. Por lo tanto, son sumideros de carbono, cuyo tamaño nunca antes se había estimado».

Y recuerda que este fenómeno natural, una ‘bomba de carbono azul’, se ha visto cada vez más afectado por la pesca industrial. Además, señala que el fenómeno no solo se ha pasado por alto hasta ahora, sino que ocurre en áreas donde la pesca no es económicamente rentable: en el Pacífico Central, Atlántico Sur y Océano Índico Norte.

«Los barcos de pesca a veces van a áreas muy remotas, con un enorme consumo de combustible, a pesar de que el pescado capturado en estas áreas no es rentable y la pesca solo es viable gracias a los subsidios», apunta Mariani.

Para los autores del estudio, los nuevos datos apoyan fuertemente una pesca más razonada. «La aniquilación de la ‘bomba de carbono azul’ representada por peces grandes sugiere que se deben implementar nuevas medidas de protección y gestión, para que más peces grandes puedan seguir siendo un sumidero de carbono y ya no se conviertan en una fuente adicional de CO2 –recuerda Mariani–. Y al hacerlo, reducimos aún más las emisiones de CO2 al quemar menos combustible»

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