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sábado, diciembre 21, 2024
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Un biólogo y observador científico en el Villa de Pitanxo que nadie habla

Los supervivientes del naufragio del ‘Villa de Pitanxo’ llegan a suelo español después que arribaran el fin de semana al puerto canadiense de San Juan de Terranova junto a siete cadáveres, ya identificados.

Juan PadínSamuel Kwesi y Eduardo Rial comentaron que se encuentran muy cansados y con ganas de regresar a sus casas.  Llegarán en un avión del Ejército desde la base militar de Zaragoza. También viajarán en él los cuerpos de los difuntos, a los que se les practicó un reconocimiento en un hospital de Canadá. El viernes ya habían arribado a tierra otros dos cuerpos sin vida en otro buque.

No obstante nadie ha hablado del observador científico Francisco Manuel Navarro Rodríguez, biólogo marino grancanario que en esta campaña trabajaba de observador de control. Quien se ha embarcado en un barco de pesca comercial invariablemente piensa lo mismo: el precio que se paga por el pescado no es suficiente para compensar las durísimas condiciones que conlleva este trabajo.

Tradición, pasión y necesidad se entremezclan para conseguir que esta profesión ancestral siga adelante y nos permita tener pescado en nuestras plazas y supermercados. Sin embargo, tampoco nadie hablan de los salarios tan decepcionantes de los que cobran y los riesgos que asumen y de la importante labor que realizan.

Francisco Manuel Navarro, un biólogo de 33 años subcontratado por el Instituto Español de Oceanografía en Vigo y que se embarcó en el pesquero marinense en calidad de observador para hacer un control pesquero y las capturas. Se trata de una misión técnica habitual que realizan muchos biólogos a bordo de buques frigoríficos durante varios meses. Ya había participado como observador en otras campañas en pesqueros con base en Tenerife. 

Manuel Navarro cursó su carrera universitaria de Biología en el campus de La Laguna, en Tenerife, y se costeó los estudios mediante un trabajo de camarero en un bar. Navarro es vecino del popular barrio grancanario de Lomo Apolinario

Las duras campañas internacionales

Las condiciones se endurecen en las pesquerías que ocurren fuera de nuestras aguas jurisdiccionales. Especialmente, en aquellas en las que las condiciones meteorológicas son extremadamente adversas, como las que gestiona la Organización de pesquerías del Atlantico Noroccidental (NAFO), área en la que ocurrió el hundimiento.

Estas campañas tienen una duración de tres a seis meses, dependiendo de la pesca y de la capacidad de almacenamiento del barco. Les sigue un descanso en tierra de aproximadamente un mes para la mayoría de la tripulación. Un tiempo que apenas les alcanza para ver el progreso de sus hijos, solucionar problemas familiares o invertir un poco más en la casa que se están construyendo antes de volver a la rueda de embarques y descanso, expresan desde el colectivo de observadores.

La mayoría de su vida tiene lugar en el mar. Un trabajo físico y psíquico demoledor. La tripulación trabaja jornadas continuas, en las que se descansa cuando se puede. Y los días de capa, en las que el mar no permite trabajar, son los peores ya que no es posible conciliar el sueño debido al movimiento continuo y arbitrario del barco.

David Luis Rodríguez, Author provided

El trabajo de los observadores científicos

El embarque de los observadores científicos tiene unas dificultades añadidas. Se trata de personal que no suele estar arraigado ni a la tradición pesquera, ni al barco en el que le ha tocado trabajar y al que probablemente no vuelva al acabar la campaña. Tampoco a la tripulación con la que tendrá que convivir durante ese largo periodo de tiempo.

Gran parte de los observadores a bordo son mujeres que están trabajando en un medio tradicionalmente masculino. No es menos cierto que, en general, para ellos y ellas, a diferencia de la tripulación habitual, el embarcar es un modo de ganarse la vida transitorio, de adquirir experiencia laboral y vivir en primera mano la pasión que los llevó a elegir la carrera de biología marina.

El trabajo de los observadores científicos es crucial para conocer tanto el estado de las poblaciones explotadas como el potencial impacto que puedan tener en otras especies y en el ecosistema.

Los datos que proporcionan los muestreos a bordo nos permiten realizar una evaluación de los recursos marinos que permitirán regular las pesquerías y, de este modo, intentar evitar su sobreexplotación y desarrollar medidas de conservación que limiten este impacto.

Por su parte, el colectivo de inspectores pesqueros agrupado en Apipes, Asociación Profesional de Inspectores de Pesca, ha vuelto a denunciar la falta de reconocimiento a su trabajo por parte del Gobierno así como las dificultades para conciliar vida familiar y laboral derivadas de unas jornadas laborales que, indican, no cumplen con la Instrucción que regula el régimen de horarios de los funcionarios de este cuerpo.

La asociación, que agrupa a casi el 70 % de los 150 inspectores en activo en España, ha alertado de la situación a las puertas de dos de las campañas pesqueras más importantes del año, la caballa y el atún rojo, instando a la Administración a mover ficha después de dos reuniones sin progresos.

Controlar los recursos marinos

El observador científico a bordo ha pasado de ser visto como alguien extraño, al que se trataba con mucha suspicacia –relacionando su presencia con un mayor control de sus actividades y posibles multas en caso de que no se respetara la normativa–, a ser un miembro más de la tripulación. Esta ha constatado que su trabajo es independiente y se limita a progresar en el conocimiento de la biología de las especies implicadas.

Pocos conocen de este trabajo de abrir un fletán para ver su sexo, el estado de madurez de sus gónadas o al recoger muestras para su posterior estudio en el laboratorio, debido a la temperatura a la que llegaban, cercana a la congelación. Pero compensa con creces la experiencia de vivir a bordo y el saber que este trabajo va a contribuir a un mejor conocimiento del estado de los recursos marinos vivos y su entorno señalan observadores científicos

Ante el accidente del Villa de Pitanxo vuelve a rondar la misma pregunta, que parece imposible contestar: ¿cuál sería el precio justo que se debería pagar al comprar pescado para compensar este tremendo esfuerzo y sacrificio de miles de familias en las que algún miembro está trabajando a bordo de la flota pesquera?

«El clima es lo peor de Terranova», asegura Manuel Chedas, 62 años, marinero jubilado. «Las campañas de invierno son brutales. Las temperaturas son muy bajas y trabajas casi siempre a menos de cero grados», señala este asturiano, que faenó en esas aguas en los años 70 y 80 para pescar bacalao.

Faenar allí es de una extrema dureza debido a la presencia de icebergs procedentes de Groenlandia, una temperatura gélida de entre -1 y -13 grados y unas olas gigantescas de hasta 12 metros. Febrero y marzo son los peores meses debido a los temporales.

Las campañas pueden prolongarse durante cinco meses, hasta que se llena el barco de pescado. Cuando Chedas faenaba, las jornadas de trabajo eran de 24 horas, «hasta que resistíamos», recuerda. «Hay días que pescas mucho y otros, poco». Ahora las cosas son diferentes. Normalmente, los marineros hacen turnos de seis horas y descansan otras seis, hasta faenar 12 horas al día cada uno.

Una vez que el barco regresa a España, el tiempo de estar con la familia pasa rápido. Apenas un mes, el tiempo que se tarda en pertrechar de nuevo la embarcación. Y, otra vez, de nuevo, los marineros vuelven a embarcar para echarse a la mar otros cinco meses.

Solo una vez atracan en un puerto

Cuando los barcos salen de España van cargados de gasoil, víveres y otros productos de primera necesidad para los marineros. Lo lógico es que ya en Terranova el barco atraque al menos una vez en algún puerto de Canadá cercano, a un día de navegación desde la zona donde está faenando. «Solo se va a si hay alguna avería o necesidad de combustible o de víveres, si no, nada», asegura Chedas.

Ni siquiera si hay temporal el barco abandona el mar abierto. «En mi época sí, pero ahora los barcos son de gran envergadura y suelen aguantar bien», explica.

Rogelio Franco, fue el primer fallecido identificado de los tripulantes del Villa de Pitanxo. Su cuerpo sin vida será trasladado a Perú por deseo expreso de la familia.La tripulación del «Villa de Pitanxo» estuvo cinco horas a la deriva en la balsa salvavidas. De noche, a -17 grados y junto a cuatro fallecidos, Padín, Rial y Kwesi quedaron merced del mar hasta que llegó el “Playa Menduiña Dos”. Hasta 16 compañeros estaban dentro del barco. Los armadores pidieron ayuda a otros buques.

Familiares piden que se busque a los desaparecidos

Kevin González desde su Meira natal, una localidad de menos de cuatro mil habitantes perteneciente al municipio pontevedrés de Moaña pedía la búsqueda de su padre Fernando, Nando como le llamaban en este enclave, uno de los 12 desaparecidos en el naufragio del buque ‘Villa de Pitanxo’.

El joven, que fue remero del club Hibaika de Errenteria y tiene una ligazón especial con Pasaia, una población que ha vivido otras tragedias similares y donde él cuenta con buenos amigos, trata de asimilar lo ocurrido. Reconoce que a veces se derrumba y necesita «desconectar de todo», pero atiende a la prensa para que las autoridades españolas le escuchen y hagan caso de su petición. La noticia de que Canadá interrumpía este pasado jueves la búsqueda de los marineros que aún no han sido encontrados suponía un mazazo para él y el resto de familiares. Todos anhelan dar un último adiós a los marineros malogrados en Terranova.

Asegura que nadie se pone en contacto con ellos, ni la casa armadora ni el Gobierno. «Nos enteramos por los medios de comunicación de que el ministro de Pesca, Luis Planas, iba a estar aquí este jueves y mi hermano y yo nos presentamos en el lugar. También acudieron una decena de familias de los tripulantes del barco. No sabíamos si nos iba a recibir o no, pero estábamos dispuestos a intentarlo», señala Kevin. Las palabras que escucharon de la boca de Planas acabaron con sus esperanzas.

El naufragio, según las primeras hipótesis tuvo su origen en el fallo de los motores, que dejaron al buque a la deriva, a merced de las olas. En ese momento, las redes no habían sido recogidas y las compuertas permanecían abiertas.

Un nuevo golpe de mar inundó los compartimentos de la popa, el golpe definitivo para la estabilidad del barco, que se hundió con rapidez. De la tripulación, formada por 24 pescadores, sólo han sobrevivido tres, nueve han muerto y 12 han desaparecido.

El buque Villa de Pitanxo envió a las 5:24 de la madrugada del martes (hora española) dos alertas al Centro Nacional de Coordinación de Salvamento Marítimo (CNCS) de Madrid, que a través de emergencias en Halifax movilizó dos pesqueros, una embarcación de rescate y un helicóptero de Canadá. Mientras una parte de la tripulación estaba recogiendo un lance (y otros marineros se encontraban descansando) se produjo un fallo de motor que dejó el barco a la deriva. Sin potencia, el patrón del pesquero no pudo gobernarlo en medio del fuerte oleaje. En ese momento un golpe de mar lo alcanzó por la popa causando la tragedia.

Desde Madrid se intentó contactar con el buque, sin éxito. Fueron los dos pesqueros más próximos al lugar del naufragio los que acudieron al rescate: el español Playa Menduiña Dos y el portugués Novo Virgem da Barca. El primero avistó a las 10:37 horas las balsas salvavidas en las que se encontraban los tres supervivientes.

Mientras una parte de la tripulación estaba recogiendo un lance (y otros marineros se encontraban descansando) se produjo un fallo de motor que dejó el barco a la deriva. Sin potencia, el patrón del pesquero no pudo gobernarlo en medio del fuerte oleaje. En ese momento un golpe de mar lo alcanzó por la popa causando la tragedia.

El peso de la pesca y del agua que entró hizo que el barco se hundiera de popa.

Es arrastrero de altura construido en 2004 con base en el puerto de Marín, Pontevedra. Llevaba a bordo entre 22 y 24 tripulantes (16 españoles, 3 ciudadanos de Ghana y 5 de Perú).

Tripulación experimentada

La tripulación que afrontó a bordo del Villa de Pitanxo el terrible temporal que azota Terranova está integrada en buena parte por marineros experimentados, curtidos en alta mar. Manuel Queimaño, expatrón del barco y buen conocedor de la mala mar de esos caladeros, explica que el buque estaba además bien conservado y ha resistido unas cuantas galernas. “Pero algo pasó y se acabó la suerte”, lamenta.

Uno de los supervivientes es el patrón, Juan Padín Costa, de 53 años y vecino de Cangas (Pontevedra). Trabaja desde los 16 años de marinero y tiene mucha experiencia en los caladeros de Canadá. Veterano y de la misma localidad es también otro de los tres tripulantes que han sido encontrados con vida, su sobrino Eduardo Rial Padín, de 42 años. Y el primer oficial, Juan Antonio Cordero Coro, de 55 años y de Lepe (Huelva), que estaba a punto de jubilarse. Ellos y sus compañeros dejaron en tierra parejas y muchos hijos, algunos recién nacidos, que han vivido angustiados la llegada de noticias a cuentagotas. La noche de este miércoles, las autoridades canadienses informaron de que se suspendían las labores de búsqueda en alta marPoco después, la familia de Cordero Coro pidió que no se paralizara el rescate por pocas esperanzas que haya de encontrarlo, según informó Efe.

El jefe de máquinas, Francisco de Pazo, de 70 años, es un profesional del mar muy conocido en Marín (Pontevedra), padre de la exconcejala del PP en este municipio María José de Pazo. Lleva toda una vida vinculado a la pesca aunque ahora, ya jubilado, solo se embarcaba de forma esporádica, cuenta Queimaño. El anterior jefe de máquinas del buque al que sustituyó, añade, se retiró justo en la marea anterior al naufragio.

En el buque estaba enrolado el cocinero Fernando Santomé, de Bueu (Pontevedra), de unos 50 años, casado y con dos hijas, con años de navegación a sus espaldas. Más joven pero no menos experimentado es el marinero Jonathan Calderón, de 39 años, originario de Perú aunque afincado en Marín desde hace mucho tiempo. Su compatriota William Arévalo Pérez atesora una larga carrera en el sector pesquero. Su tío es cocinero de barco.

“Los peruanos son muy buenos marineros y suelen pertenecer a familias enteras que trabajan en el mar. Si no tienen a sus familiares en el mismo barco, los tienen en otro”, apunta Queimaño, horas antes de conocerse la suspensión de las tareas de búsqueda. Es el caso de Edwin Córdoba, de 29 años, vecino de Vigo y padre de cuatro niños pequeños, una de solo seis meses. Se enroló en el buque siniestrado junto a dos parientes, Daniel More, con dos hijos, y Diego Andrés More. Un experimentado marinero de Perú es también Miguel Lumbres Cumpra, de unos 50 años. Entre los tripulantes más jóvenes está Raúl González Santiago, de24 años, vecino de Cangas y miembro de una familia muy vinculada al mar. El gallego Fernando González, de 53 años, encaraba su primera marea en Terranova, aunque ya había estado en Malvinas.Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.

La tripulación del Villa de Pitanxo incluye a marineros llegados a Galicia desde Ghana. Edemon Okutu, de unos 45 años y hermano del atleta Jean Marie Okutu, es el contramaestre del barco. Afincado en Marín, también viene de una familia con raíces marineras en África. “Es muy bueno, un profesional muy respetado. Él cuenta que su abuelo tenía un barco allá en Ghana y que por eso sabe manejar tan bien las redes”, señala Queimaño, expatrón del buque naufragado, que compartió con Okutu varias mareas. De Ghana también procede Samuel Kwesi Koufie, de unos 30 años, que tienen a su familia en su país de origen. Allí están sus cinco hijos, incluido un bebé al que aún no ha podido conocer. Se trata del tercer superviviente, según han confirmado sus allegados a Europa Press.

A bordo del Villa de Pitanxo viajaba el biólogo Francisco Manuel Navarro Rodríguez, de 33 años y oriundo de Las Palmas de Gran Canaria. Su puesto es el de observador, encargado de controlar las capturas. Tampoco reside en Galicia el primer oficial del barco, Juan Antonio Cordero Coro, de 55 años y vecino de Lepe (Huelva). El Ayuntamiento de esta población andaluza ha informado de que era “muy conocido y querido en la localidad”, dedicado desde hace tiempo al mundo del mar, casado y con dos hijos. Le quedaba un mes para jubilarse.

“La pregunta del millón es ¿cómo se pudo hundir?”

Cordero Coro lleva toda su vida en la mar. Empezó con su padre con 15 años, primero en bajura en la costa de Huelva y al poco tiempo en la de altura, sobre todo en las costas de Mauritania, pero también conocía bien las frías aguas de Terranova. Este era el tercer año que formaba parte de la tripulación del pesquero Villa de Pitanxo y debía volver en menos de 23 días a Lepe. Su familia es realista, pero se aferra firmemente al último hilo de esperanza, explica su sobrino, que ejerce como portavoz de la familia. Tanto su mujer, como sus hijos, de 30 y 21 años, están recibiendo ayuda psicológica prestada por los servicios del Ayuntamiento de Lepe y por una vecina psicóloga. Como ella, muchos de los amigos del barrio se han volcado en darles ánimos y consuelo.

Otro afectado por la tragedia del Villa de Pitanxo es Jaime Valladares Rodríguez, un patrón de Cangas do Morrazo, de 45 años. “Estoy jodido, muy mal, porque me toca muy de cerca. Yo estuve 10 años de capitán en el barco y conocía a mucha gente de la tripulación”, cuenta por teléfono Valladares, que fue el patrón del buque naufragado hasta 2014. Ahora dirige el navío portugués Princesa Santa Joana, de 92 metros de eslora (longitud) y 15 de manga (anchura), que se encuentra desde hace un mes en aguas de Terranova, unas millas más al sur del lugar del accidente.

“La pregunta del millón es ¿cómo se pudo hundir el Villa de Pitanxo, que era un barco nuevo [es de 2004], muy bueno, muy marinero y muy estable?”, cuenta Valladares, que empezó a trabajar en la mar a los 17 años y solo paró durante nueve meses cuando tenía 21 porque se fue a hacer la mili. El buque, que naufragó el martes a 450 kilómetros al sureste de la isla canadiense, solía hacer mareas de dos meses, que es el máximo tiempo que su autonomía les permitía mantenerse en alta mar, en pleno Atlántico norte, pescando fletán, cabra, raya y otras especies. El barco, lamentablemente, estaba a punto de regresar a Marín, donde tenía su base, porque los oficiales ya daban por terminada la marea. “La situación es muy complicada porque si los cuerpos no tenían el chaleco salvavidas, tienden a ir hacia el fondo”, explica Valladares, que considera casi una misión imposible la localización de los 12 desaparecidos.

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Restos del naufragio del Villa de Pitanxo en aguas de Terranova

Una impresionante consternación conmueve a toda Galicia, que ha arriado las banderas a media asta en dolorosa señal de duelo, y a toda España. Se confirma que hay tres supervivientes del buque congelador de bandera española “Villa de Pitanxo” (IMO 9098244), propiedad del Grupo Norés, con base en Marín, que se hundió en la madrugada de ayer en aguas de Terranova en condiciones meteorológicas muy adversas. De los 24 tripulantes que llevaba el buque, 16 son españoles, cinco peruanos y tres de Ghana.

Los tres supervivientes son Juan Padín, patrón del buque; Eduardo Rial Padín, sobrino del anterior y ambos vecinos de Donón y el ghanés Samuel Kewsi, vecino de Marín, rescatados de una balsa por el pesquero “Playa Menduiña II”. De momento se confirma que hay diez muertos y once desaparecidos.

Según se ha informado, un golpe de mar provocó que el buque se hundiera en cuestión de minutos, sin que apenas diera tiempo a reaccionar. Salvamento Marítimo informa de que la primera alarma se recibió a las 05,24 h en el Centro de Madrid. Además, viajaba a bordo del pesquero un biólogo observador de Canarias (Manuel Navarro, nacido en Gran Canaria).

“La plataforma litoral de Terranova tiene una media de 90 metros de profundidad y eso hace que cuando se produce el ‘efecto Fetch’ del viento, éste sopla en dirección y velocidad constante durante un largo tiempo y se levanta una mar, muy respetable», ha explicado el capitán de navío Antonio Couce Calvo, comandante naval de Vigo, que fue comandante del patrullero de altura “Chilreu”, con el que navegó en la zona, a un equipo de TVE.

Dedicado a la pesca del fleten, el buque congelador “Villa de Pitanxo”, construido en Montajes Cíes, entró en servicio en 2003. De 825 toneladas brutas y 1.120 toneladas de peso muerto, mide 50 m de eslora, 10 m de manga y 6,9 m de calado máximo.

Además,  se encontró a un tercer superviviente, un joven natural de Ghana, residente en Marín, que junto con los otros dos tripulantes fue rescatado por el ‘Playa Menduiña Dos’. Se trata de Samuel Kwesi Koufi, cuya mujer y cinco hijos permanecen en África.

Samuel Kwesi Koufi fue rescatado junto al patrón del barco, Juan Padín, y su sobrino, Eduardo Rial Padín. Los otros nueve cuerpos fueron recuperados en las primeras horas y otros 12 tripulantes están desaparecidos. La tripulación estaba compuesta por 24 personas: 16 españoles, 5 peruanos y 3 ghaneses.

Las condiciones en el mar hoy han empeorado mucho, las olas han pasado de 4 o 5 metros a 7 y viento de 25 nudos  El rescate se ha complicado. Ya no han encontrado más balsas salvavidas. Los cuerpos rescatados en las últimas horas estaban flotando. No se sabe por qué no pudieron subirse a las balsas que se activan automáticamente o  si llevaban los trajes adecuados. Tuvieron 13 minutos cruciales desde que alertaron ellos manualmente hasta que la baliza de activó. Si un golpe de mar desplazó la carga o hubo una vía de agua, las causas solo lo saben los tres supervivientes. En Galicia todo el mundo habla del mal tiempo pero los patrones de los pesqueros que estaban en Terranova han reconocido que estaban  pescando cuando les alertaron y que el mar no estaba tan mal.

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