La botadura controlada del ballenero vasco del siglo XVI culmina más de diez años de trabajo de Albaola y convierte a Pasaia en referente internacional de recuperación del patrimonio marítimo.
La imagen quedará para la historia: la réplica de la nao San Juan, un ballenero vasco del siglo XVI reconstruido en Pasaia siguiendo técnicas de carpintería de ribera tradicional, comenzó por fin a flotar tras una compleja maniobra de “flotadura” que combinó precisión milimétrica, cálculo estructural y nervios de acero. No era una simple botadura: era el momento decisivo de un proyecto que lleva más de una década devolviendo a la vida uno de los símbolos de la navegación vasca.
La operación, dirigida por el equipo técnico de Albaola en colaboración con ingenieros navales y especialistas en maniobras de gran tonelaje, se desarrolló sobre una instalación de raíles de 120 metros que, por su estado, hubo que reducir a 80 metros útiles. Ese condicionante obligó a ajustar al límite el lastre del barco: unas 50 toneladas de piedra cuidadosamente calculadas. Diez toneladas más habrían puesto en riesgo la estructura; diez menos, la estabilidad de la maniobra. No había margen para el error.
Los técnicos fueron liberando el casco centímetro a centímetro, con un seguimiento permanente de esfuerzos, asentamiento en los carros y comportamiento del buque sobre la rampa. La escena, observada en silencio por decenas de voluntarios, autoridades y curiosos, condensaba el espíritu del proyecto: artesanía, ciencia, riesgo controlado y una enorme carga emocional. Al contactar con el agua y empezar a flotar por sus propios medios, un aplauso espontáneo certificó que la nao San Juan había superado su prueba más delicada.
Un laboratorio vivo de patrimonio marítimo
La flotadura no es solo un hito técnico: simboliza el éxito de un modelo de trabajo singular. Desde una antigua nave industrial en Pasaia, Albaola ha levantado, pieza a pieza, la réplica de un ballenero vasco hundido en Canadá en el siglo XVI, documentado arqueológicamente en Red Bay. Durante más de diez años, carpinteros de ribera, historiadores, aprendices y voluntarios han convertido el astillero en un taller abierto, donde el público ha podido seguir la construcción casi en directo.
El resultado es mucho más que un barco. La San Juan se ha convertido en un “aula flotante” de historia naval, un taller de formación para nuevas generaciones de oficios vinculados al mar y un poderoso imán turístico y cultural para Pasaia y todo el territorio. La flotadura marca el paso de la fase de construcción en seco a una nueva etapa de armamento, pruebas y, en el futuro, navegación experimental.
Ingeniería fina para una maniobra límite
La operación ha sido descrita por los propios responsables como una de las maniobras más delicadas de todo el proyecto. La limitación de la rampa a 80 metros obligó a diseñar una secuencia de trabajo en la que cada tonelada contaba. El reparto de pesos, la posición del centro de gravedad, la resistencia de los raíles y las zapatas, así como el comportamiento del casco al pasar del apoyo en seco al empuje del agua, se calcularon al detalle.
El uso de 50 toneladas de piedra como lastre provisional permitió controlar la inclinación del casco y evitar escoras peligrosas en el momento crítico del contacto con el agua. A cada fase le sucedían inspecciones visuales y mediciones, en un equilibrio constante entre experiencia tradicional y cálculo moderno. La maniobra, que podía haberse torcido por un simple deslizamiento excesivo o por una mínima sobrecarga, se completó sin incidentes.
Un éxito colectivo con vocación de ejemplo
La San Juan es hoy un referente internacional de cómo un proyecto cultural puede activar economía local, turismo, formación y orgullo comunitario. Desde Pasaia, la iniciativa lanza un mensaje de alcance mucho más amplio: es posible recuperar grandes piezas de patrimonio marítimo con ambición, rigor y continuidad, y convertirlas en motor de desarrollo.
La experiencia se mira ya desde otros territorios que buscan fórmulas para poner en valor su memoria industrial y marítima. Lo que Albaola y Pasaia han logrado con un ballenero del siglo XVI sirve de espejo para ciudades que quieren reactivar antiguos astilleros, fábricas o infraestructuras portuarias, transformándolos en espacios vivos, abiertos al público y conectados con la economía contemporánea.
Pasaia, puerto de futuro con raíces profundas
Con la nao San Juan ya flotando, Pasaia refuerza su imagen como puerto que mira al futuro sin renunciar a sus raíces. La flotadura es, en realidad, el principio de una nueva etapa: quedan por delante trabajos de armamento, aparejo, certificaciones de seguridad y, en su momento, singladuras que permitirán poner a prueba el barco en la mar.
Mientras tanto, el éxito de la operación confirma algo que muchos intuían desde el inicio del proyecto: cuando se combinan visión a largo plazo, oficio, ciencia y participación social, incluso los sueños más ambiciosos –como devolver a la vida un gran barco del siglo XVI y hacerlo flotar otra vez– pueden hacerse realidad. La nao San Juan ya está donde debía estar: en el agua, lista para seguir escribiendo la historia.
