La pesca de artes menores sufre un declive preocupante sometida a una reducción de unidades. Considerados estos barcos por alcanzar una eslora media, en España, que no llega a ocho metros, y tras suponer el 78 % de la flota pesquera nacional se reduce poco a poco. Desde los 3.311 barcos, Galicia perdió casi 800 barcos de artes menores desde el 2006 hasta principios de este año, según cifras oficiales, de la Consellería do Mar y del Ministerio de Pesca. Atrás se quedan los halagos hacia la pesca artesanal, tradicional, por su carácter selectivo, sostenible, de proximidad, con un importante peso en el empleo y la economía, soporte de poblaciones y salvaguarda de los recursos.
Mientras los fondos europeos financian negocios ajenos al mar disfrazados con el apelativo marinero, hombres y mujeres que intentan subsistir con la pesca más ecológica posible llevan años tirando la toalla por las severas restricciones de la UE en algo tan básico como ayudarles a mejorar sus centros de trabajo flotantes, pese a ser los más viejos, con una antigüedad media de 36 años. Incluso con subvenciones, invertir es casi una quimera para gran parte de los pescadores de bajura. Bastante tienen con subsistir porque, entre otras razones, se sienten los más perjudicados en el reparto de cuotas en una Unión Europea (UE) donde juegan con ventaja los lobis de flotas industriales, menores en cantidad pero que multiplican su capacidad de capturas.