A la pérdida de la costera de verdel, los pescadores se lanzan a por la captura de anchoa de buen tamaño para tratar de sacar rentabilidad a la temporada de primavera. El sector de bajura perdió 15 días de faenas por la crisis energética, la huelga del transporte, las conserveras por la falta de aceite de girasol dejaron en tierra a la flota.
Oficialmente, la costera de la anchoa dio comienzo la primera semana de marzo, jornadas de no muchas capturas, de bocarte pequeño y de un precio en lonja que no se acercaba al euro por kilo. Eran días de zozobra, con el precio del carburante por las nubes debido a la guerra de Ucrania y en la que se miraba “más el precio del combustible en el surtidor que el del pescado en las subastas”, como reconoce el presidente de las cofradías de pescadores de Cantabria, César Nates. Aquél estaba, y está, desorbitado y éste bajo mínimos. “Nos cuesta más el litro de gasóil que lo que nos pagan por el de bocartes”, insisten los marineros. Todo aquello desembocó en un paro de quince días en los que la flota estuvo amarrada a puerto como protesta, coincidiendo además con la huelga de transportistas.
Pero como “donde más perdemos los pescadores es estando en puerto sin salir a pescar y más cuando el pescado está ahí fuera”, los barcos volvieron al mar tras dos semanas de paro y sin solucionar su problema con el combustible. Se retomaba la costera tras casi un mes, el de marzo, prácticamente inhábil. A la flota de bajura le restan pues, dos meses solo para poder hacerse con el botin del bocarte que espera en las aguas del Cantábrico, ya que a principios de junio se centrará ya en la pesca de la otra especie vital para su subsistencia, el bonito del norte.
La costera de la anchoa es, junto a la del bonito, una de las principales pesquerías para la flota de bajura del Cantábrico. Casi 200 barcos y 1.500 pescadores que, cada primavera, recogen en las aguas entre el Cabo de Higuer y el de Estaca de Bares 25.000 toneladas de boquerones que, en condiciones normales, y al precio medio de 1,55 euros en lonja del año pasado, reportarían a los pesqueros algo menos de 40 millones de euros. Pero esta costera se presenta como una de las más difíciles, tanto para los trabajadores como para la industria conservera que existe detrás. Motivos: la guerra de Ucrania, la crisis energética, así como la escasez y el precio desmesurado de las materias primas necesarias para esta industria. Además, claro está, de una anchoa de pequeño tamaño y, por lo tanto, de bajo precio en lonja, al menor en este primer mes de la campaña.
El total admisible de capturas (TAC) para 2022 será de 33.000 toneladas. Pero España ha descontado de la misma lo que paga en bocarte por la multa debido al exceso de capturas de caballa y la cesión que pactó en su día con Francia, por lo que hay 25.258 toneladas de cuota para el presente ejercicio. De esa cantidad, el 90% se podrá recoger en el primer semestre y el 10% restante hasta el mes de noviembre.
Con la flota ya en el mar, en los últimos días se han subastado en la lonja de Santoña cerca de 1.500 toneladas de bocarte procedentes de unos 60 barcos de todo el Cantábrico. Una anchoa que “es bastante buena y no es pequeña” dicen desde el gremio, que se acerca más al tamaño que exigen las conserveras para hacer sus salazones y que se cotiza en lonja a un precio medio de 1,1-1,2 euros el kilo. “Un buen precio” para el comprador, asegura el presidente de la Agrupación de Conserveras de Cantabria, CONSESA, Eduardo Sanfilippo, “no tan bueno” para el vendedor, consideran los pescadores. Y que, de cualquier manera, está lejos del coste medio de 1,55 euros el kilo de la anterior campaña.
Gran banco en A Coruña
Y como la dicha no es siempre completa, en los últimos días apareció en la costa Ártabra, cerca de A Coruña, un importante banco de bocarte de gran tamaño, de 25 a 30 granos por kilo cuando el tamaño de los mayores capturados hasta ahora rondada los 45 por kilo, y que se cotizó en la lonja coruñesa a un gran precio, entre 3 y 4,5 euros por kilo. Los pesqueros gallegos de cerco que no se habían desplazado hasta Cantabria o el País Vasco pudieron desembarcar casi 40 toneladas, pero a mitad de semana la flota tuvo que volver a ser amarrada a puerto por el mal tiempo.
“No sabemos si cuando volvamos el pescado volverá a estar ahí”, temen. Lo cierto es que, hasta ahora, entre el precio del gasóleo, la huelga y el tamaño y precio del pescado, la campaña de la anchoa esta siendo “una pequeña ruina” para los pescadores que, hasta ahora, en un mes y una semana de costera apenas han podido desembarcar unas 4.000 toneladas a un precio medio de apenas 1 o 1,1 euros el kilo. Quedan dos meses para hacerse con otras 20.000 toneladas, que esperan sean de mayor tamaño y a un mejor precio en lonja.
Necesidades de tamaño grande en conserveras
El presidente de las conseveras, por su parte, explicaba que hasta ahora, llegaban a puerto anchoas pequeñas, de 50-60-70 animales por kilo, “que no nos valen a nosotros, que se comercializan en fresco en las pescaderías” y que “ahora están empezando a llegar ya más adecuados a nuestras necesidades, de alrededor de 45 granos por kilo”. En ese sentido, Sanfilippo aseguraba a La Información ser “optimista” con la campaña y reconoce que en los últimos años, por lo general, “el bocarte que llega es más pequeño”.
Sin embargo, el tamaño no es la principal preocupación de la industria conservera cántabra -basada principalmente en la anchoa y el bonito-, que emplea a unas 1.200 personas, más otras 800 en temporada alta como la que ahora se desarrolla. La falta de aceite de girasol debido a la invasión de Ucrania -España importa de ese país el 70% del aceite de girasol que comnsume- está agravando la crisis del sector conservero, que emplea este producto para el 30% de anchoa en conserva y del que no disponen de ‘stock’ ni tampoco pueden sustituirlo por el aceite de oliva «porque su precio se ha triplicado. La mayor parte de “las anchoas que elaboramos son con aceite de oliva, pero hay una parte importante que va con aceite de girasol.
«La anchoa de precio barato e incluso la anchoa del Cantábrico que va al segmento de hostelería, se produce con aceite de girasol y ahora no hay”, sentencia Sanfilippo. A esto se añade el encarecimiento de los envases y el aluminio, cuyos costes han repuntando hasta un 60% y la crisis energética. «Es un momento complicado», reconocen. Así es, en fin, la costera de la anchoa más difícil para pescadores y conserveras en aguas del Cantábrico