¿Podemos salvar a los peces del Mediterráneo? La reunión anual de la Comisión General de Pesca del Mediterráneo y el Mar Negro (CGPM), que decide las cuotas de pesca en alta mar, concluyó con un balance preocupante de la situación. Pero hay motivos para la esperanza.
Para proteger la fauna marina, hay que introducir cuotas y reservar zonas protegidas donde pueda reproducirse. En el mar Adriático, una combinación de cuotas y la creación de una amplia región vedada a la pesca de arrastre ha hecho renacer grandes poblaciones de merluza y gamba, según la ONG MedReact.
Para proteger la fauna marina hay que establecer cuotas y zonas protegidas donde puedan reproducirse. En el mar Adriático, la combinación de cuotas y la creación de una amplia región vedada a la pesca de arrastre ha permitido la recuperación de grandes poblaciones de merluza y gamba, según la ONG MedReact.
A principios de la década de 2010, la situación era tan grave que la FAO declaró al Mediterráneo «el mar más sobreexplotado del planeta». Más del 80% de las poblaciones de peces estaban sobreexplotadas, es decir, por encima de lo que era viable para la especie. Desde entonces, la situación ha mejorado ligeramente, con casi un 70% de sobrepesca. Y la tendencia mejora, según la CGPM, con sede en Roma, organización regional de pesca dependiente de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), que agrupa a la UE y 22 países ribereños del Mediterráneo y el Mar Negro.
Las poblaciones de lenguado y salmonete están entre las que se encuentran en mejor estado. Otros peces, sin embargo, van mal: anchoas, sardinas y sobre todo merluza. Están siendo diezmadas por enormes redes de arrastre equipadas con redes que raspan el fondo del mar y capturan todo lo que encuentran a su paso.
En total, el año pasado se capturaron en el Mediterráneo cerca de un millón de toneladas de pescado. Casi el 40% fue capturado por estos buques factoría.
El Mediterráneo también está rodeado de zonas densamente pobladas, con todos los residuos y la degradación que ello conlleva. La contaminación y los plásticos también son un problema para el ecosistema marino. El empeoramiento del calentamiento global tampoco ayuda a los peces, sobre todo porque va acompañado de la llegada de especies invasoras que aprovechan la situación para proliferar en detrimento de las poblaciones locales.
Reducir impactos
La primera solución es limitar la pesca e introducir cuotas. Esto funciona. Hace apenas veinte años, el atún rojo del Mediterráneo estaba al borde del colapso debido a la moda del sushi y a la explosión de la demanda. Ahora, tras años de cuotas estrictas, está mucho mejor. La pesca se ha reanudado.
Para la ONG MedReact, también es necesario crear zonas protegidas donde los peces se reproduzcan. En el mar Adriático, la combinación de cuotas y la creación de una gran región cerrada a la pesca de arrastre ha hecho renacer grandes poblaciones de merluza y gambas», explica Domitilla Senni, directora de la ONG. Sin embargo, algunos países no entran en el juego. Es el caso de Francia en el Golfo de León, donde la merluza «se pesca 12 veces más de lo que es sostenible para la especie». Y el país bloquea cualquier prohibición de la pesca de arrastre.
«Estamos haciendo campaña para que se establezca una zona protegida, como en el Adriático, pero Francia se ha opuesto a ello y en la reunión de la CGPM. Incluso propusieron una recomendación -que fue adoptada- que no permite la protección permanente del Golfo de León, conocido en Francia como ‘la caja’ frente a los arrastreros para 2028».
Contexto económico
Pero la prohibición de la pesca de arrastre no es una opción para Miguel Bernal, Secretario Ejecutivo de la CGPM. Tenemos que responder a la fuerte demanda de los consumidores y permitir que los pescadores ganen un sueldo a fin de mes», afirma.
«También hay que tener en cuenta el contexto socioeconómico, porque el sector está en crisis desde hace tiempo, con beneficios limitados, falta de protección social y muy pocos jóvenes que opten por ser pescadores; así que hay que tener cuidado a la hora de aplicar planes de gestión restrictivos».
En su opinión, «si queremos atajar la pobreza y el hambre en el mundo, debemos tener en cuenta la pesca y la acuicultura». También se acusa a la piscicultura de amenazar el medio ambiente.
«Toda actividad humana tiene un impacto en el medio ambiente, y lo que en general defendemos en la FAO es que ese impacto sea limitado, con prácticas sostenibles», continúa Miguel Bernal. Así que no hay prohibición. Sin embargo, todavía hay que encontrar el equilibrio entre nuestros platos, los ingresos de los pescadores y la necesidad de proteger la naturaleza.