«La pesca peruana no ha contado con un año favorable en 2024», según Alfonso Miranda, presidente de CALAMASUR
Las capturas de anchoveta para producción de harina y aceite de pescado mostrarpnun incremento significativo, mientras que las exportaciones de harina crecieron en 74 % en comparación con 2023. Por su parte, las de aceite aumentaron más de 180 %. En conjunto alcanzarán aproximadamente 2,000 millones de dólares. Sin embargo, esta mejoría se debe a que en 2023 la producción fue excepcionalmente baja, con apenas 1,145 millones de dólares, frente a los 2,403 millones de 2022 y los 2,339 millones de dólares en 2021. En otras palabras, estamos recuperando los niveles habituales.
En cambio, el panorama en pesca y acuicultura para consumo humano directo es desalentador. En 2024, el valor FOB exportado cayó más del 25 % respecto al año anterior. La pesca de pota o calamar gigante, principal recurso hidrobiológico de la pesca artesanal y mayor generador de empleo en el sector, atraviesa su crisis más severa en tres décadas, con una reducción del 57 % en los envíos al exterior. En acuicultura, apenas se logrará exportar 215. millones de dólares, una cifra insignificante frente a la de nuestros vecinos Ecuador y Chile, que compiten con Noruega y Vietnam por el segundo lugar en el mundo, con exportaciones acuícolas que superan en más de 25 veces las del Perú.
Sabemos que el calamar gigante ha sido fundamental para el empleo y la generación de riqueza en el litoral peruano, por lo tanto, se requiere un programa sólido de investigación científica y monitoreo de este recurso, conocido por su alta variabilidad. Dicho trabajo debe abarcar nuestras 200 millas y el mar adyacente, en colaboración con países que operan en la región.
Es urgente promulgar el tan esperado Reglamento de Ordenamiento Pesquero de la pota, así como establecer con claridad el número de embarcaciones autorizadas tras el largo proceso de formalización. Sin embargo, estas acciones serán insuficientes si no se adopta una postura firme frente a la flota extranjera que extrae calamar gigante en el Pacífico sur, cuya actividad despierta serias sospechas por su vocación depredadora e invasora de todos los mares del planeta.
El Estado tiene un rol esencial en el desarrollo de la pesca y acuicultura, así como para su promoción, por la seguridad alimentaria de su pueblo. Este sector debe convertirse en una piedra angular para combatir los altos índices de anemia y malnutrición que afectan a los peruanos. Esperamos el liderazgo político que corresponde al titular del Ministerio de la Producción y a la Jefa de Estado, capitaneando una estrategia nacional que enfrente y elimine este problema estructural.
La acuicultura no puede seguir siendo un tema recurrente en discursos sin resultados concretos. Para alcanzar el desarrollo que aspiramos, son necesarias inversiones significativas en ciencia, tecnología y conocimiento. Sin embargo, estas solo llegarán si garantizamos seguridad ciudadana y estabilidad jurídica, dos soportes de los que carecemos clamorosamente.
Ha de haber un compromiso enfocado en dotar al sector de mayor competitividad, más allá de la retórica. Cerrar la brecha de infraestructura que frena el crecimiento de los Andes y la Amazonía. Es indispensable contar con desembarcaderos adecuados, muelles modernos y una cadena de frío eficiente. También necesitamos un Estado aliado del desarrollo y no ese cancerbero hostigador, solo de los legales, que algunas dependencias se empeñan en representar. Podríamos seguir, pero termino recordando que los impuestos de los ciudadanos deben invertirse en un futuro fértil y venturoso, con oportunidades para todos.