El informe Pelagis confirma el impacto de la veda invernal de 2025 en el golfo de Vizcaya, mientras el futuro de la medida a partir de 2027 dependerá de los datos de cámaras y pingers a bordo de la flota.
La decisión de cerrar durante un mes el golfo de Vizcaya a la pesca en el invierno de 2025 ha tenido un efecto contundente sobre las capturas accidentales de cetáceos. Según el informe publicado por el observatorio Pelagis, en colaboración con la Universidad de La Rochelle, la mortalidad por captura accidental se redujo un 60 % en comparación con inviernos anteriores.
Entre el 1 de diciembre de 2024 y el 31 de marzo de 2025, Pelagis estima en 1.900 los delfines y otros pequeños cetáceos muertos por interacción con artes de pesca en la zona de la Mancha occidental y el golfo de Vizcaya. Una cifra aún elevada, pero sensiblemente inferior a los niveles registrados antes de la introducción de la veda invernal.
La medida estrella fue la prohibición de faenar en el golfo durante un mes completo en pleno invierno, una decisión muy contestada por parte del sector pesquero, que cuestionaba su eficacia real y reclamaba datos científicos actualizados. El informe presentado el 27 de noviembre llega precisamente a dos meses de la próxima parada obligatoria: entre el 22 de enero y el 20 de febrero de 2026, los buques de más de ocho metros volverán a tener prohibido pescar en la zona.
El futuro de esta política, sin embargo, no está cerrado. La posible reconducción de la veda en 2027 dependerá en buena medida de los datos que aporten los equipos electrónicos instalados a bordo de los barcos en el marco del “plan cetáceos” adoptado en diciembre de 2024. Ese paquete de medidas incluye el uso de pingers (dispositivos acústicos disuasorios) y sistemas de videovigilancia para documentar las capturas y mejorar el conocimiento de las interacciones entre la flota y los cetáceos.
En el puerto de Lorient, los arrastreros pelágicos Annytia y Carmalia, pertenecientes a la organización de productores Apak, figuran entre los quince buques obligados a instalar cámaras a bordo como parte de este plan de protección de los pequeños cetáceos. Las imágenes registradas servirán para verificar el nivel real de capturas accidentales, evaluar el cumplimiento de las medidas de mitigación y alimentar el debate sobre la necesidad –o no– de prolongar los cierres espaciales y temporales en los próximos años.
El sector pesquero, que llevaba meses esperando este informe, ve confirmadas ahora las consecuencias de una decisión que ha tenido un fuerte impacto socioeconómico en buena parte de la flota del Atlántico francés. Para las ONG ambientalistas y numerosos científicos marinos, en cambio, los resultados confirman que las vedas pueden ser una herramienta eficaz cuando se combinan con tecnología a bordo y medidas de gestión más finas.
La Comisión Europea y las autoridades francesas tendrán ahora en la mesa una pieza clave de información de cara a 2026 y, sobre todo, a 2027. El equilibrio entre conservación de cetáceos y continuidad de la actividad pesquera en el golfo de Vizcaya se jugará, en buena medida, en el terreno de los datos: lo que vean las cámaras y “escuchen” los pingers será decisivo para el próximo capítulo de esta controvertida gestión en el Atlántico nororiental.
