Se recordaba hace siete días en esta página cómo el día 2 de febrero, festividad de la Candelaria, era el elegido para que la gente de la mar hiciera la partilla de los beneficios obtenidos en la pesca, se repartieran las ganancias y se culminara la jornada, festiva a todos los efectos, con una comida en cualquiera de los caseríos cercanos, sin olvidar la tradicional visita que, este día, muchos de ellos hacían al Cristo de Lezo. No fue coincidencia que se eligiera el día 2 de febrero… de 1894, para fundar la Cofradía de Mareantes de San Pedro en la que ingresaron la gran mayoría de los patrones y tripulantes de embarcaciones de pesca de San Sebastián.
La jornada comenzó con una misa en San Vicente, en sufragio de los pescadores fallecidos, a la que asistieron muchos patrones y pescadores de lanchas, no sin que veteranos del barrio de la Jarana protestaran porque: «La antigua Cofradía de Mareantes, siempre celebraba esta misa en Santa María», al tiempo que los erriko-shemes también protestaban porque «este año no han salido las Iñudes».
Terminada la ceremonia tuvo lugar una reunión en la Casa Consistorial (plaza de la Constitución) a la que asistió «buen número de vecinos amantes de la sufrida gente pescadora». La Cofradía se hacía muy necesaria, como dijo el alcalde, Joaquín Lizasoain, para «a través de ella resaltar los beneficios que producen los lazos de unión y compañerismo entre sí, y con los mareantes de las cofradías de los puertos de nuestra costa». La entidad permitiría una vida más sociable y dispondría de fondos para atender a los arrantzales en su enfermedad y desgracia.
En fraternidad con las cofradías más cercanas, se contribuiría al sostenimiento de las mismas con un equitativo reparto al entregarles, para la venta, el pescado que traían cuando arribaban a nuestro puerto. La justa y ordenada reciprocidad que se produciría entre todas las cofradías, beneficiaría a todos los arrantzales.
Terminados los discursos se procedió a designar las personas que llevarían las riendas de la Cofradía: Presidente, José Loidi; vicepresidente, José Orbegozo; Vocales, los patrones José Antonio Tellería, Narciso Galdona y Julián Anabitarte. José Cuende fue nombrado Secretario administrativo y Contador Ignacio Albizu.
El primer acuerdo de la Junta fue «enviar 250 pesetas para las familias de los náufragos de la lancha ‘Nuestra Señora de la Antigua, de Elanchove’ y como prueba de agradecimiento fueron nombrados socios honorarios los ediles Salazar, Luzuriaga, Asqueta, Sagasti, Mercader y Echeverría, siendo el primer presidente honorario de la cofradía, el alcalde donostiarra.
Entre las antiguas noticias referentes a la Cofradía de Mareantes de San Sebastián figura la de Santa Catalina, que canónica y foralmente estaba vinculada a la basílica de Santa Catalina, templo que se encontraba cerca a los actuales jardines y calle de Santa Catalina. Cuentan las crónicas que pertenecía a los templarios, debido a que la Orden Militar del Temple, que en 1312 pasó a ser Orden de San Juan de Jerusalén, contaba con distintas propiedades en la provincia. El templo se separó de dicha Orden en el s. XVII, obteniendo para sí y sus sucesores el patronato laical y canónico de la parroquia el donostiarra Juan Domingo de Echeverri.
Ocurrió en 1719, con motivo del ataque de los franceses, cuando para evitar se hicieran fuertes en estas construcciones se ordenó el derribo tanto de la basílica de Santa Catalina como del Hospital de San Antonio Abad. Fue la ocasión en la que la Cofradía de Mareantes se trasladó a Santa María, de ahí su vinculación a la misma, agregándose en 1766 al Consulado de San Sebastián. En 1888 las cofradías pasaron a las comandancias de Marina.