La lonja del Sella llega a subastar el “oro blanco” entre 1.100 y 1.200 euros el kilo, un 12% más que en 2024, en una campaña marcada por la escasez y la presión sobre una especie en situación crítica.
Ribadesella. En las cocinas de Navidad, la angula vuelve a ser un símbolo… y una excepción al bolsillo. En la lonja de Ribadesella, el kilo ha alcanzado estos días precios de entre 1.100 y 1.200 euros, un 12% por encima de las fiestas del año pasado, reflejo de una ecuación conocida por los anguleros: si entra poco producto, el mercado aprieta.
La subida no llega sola. El arranque de la temporada ya dejó señales de un año irregular. El 14 de noviembre, en la primera gran subasta de la campaña, el primer lote se pagó a 5.125 euros/kg tras pasar por la rula poco más de dos kilos. La escena, con público, tradición y tensión en la puja, se explicó en la propia comarca como una consecuencia directa de la escasez: “hay muchos clientes y poca angula”, resumió uno de los compradores.
Parones y ventanas cortas: la costera no arranca con ritmo
En el Oriente asturiano, la campaña se mueve a tirones. En Ribadesella, la segunda subasta de la temporada —ya con precios más “terrenales” para lo que es la angula— rondó los 1.100 euros/kg, con cinco kilos sobre báscula. Pero, a la vez, el propio colectivo decidió volver a parar a la espera de mejores condiciones: a esas alturas apenas habían consumido dos de las treinta jornadas autorizadas. La conclusión es clara: el calendario corre, pero el recurso entra a cuentagotas.
El fenómeno no es exclusivo del Sella. En el Nalón, la primera puja del año llegó a cifras récord: 13.000 euros/kg para un primer lote en San Juan de la Arena, otro indicador de cómo la combinación de tradición, demanda festiva y poca oferta tensiona el precio hasta extremos difíciles de explicar fuera del mundo angulero.
Una especie en el límite: ciencia y Bruselas elevan la presión
Detrás del debate económico late un problema mayor: la angula es la fase juvenil de la anguila europea (Anguilla anguilla), una especie catalogada como “en peligro crítico” en la Lista Roja de la UICN, según recuerda la propia Comisión Europea.
Y el aviso científico se ha endurecido. El CIEM/ICES —referencia en asesoramiento pesquero para Europa— ha recomendado para 2026 aplicar el principio de precaución con una línea roja: “cero capturas” en todos los hábitats y para todos los usos. En paralelo, la Comisión Europea ha venido planteando medidas más estrictas en las posibilidades de pesca, incluida una prohibición de seis meses para la anguila en determinadas aguas, en un contexto de revisión permanente de las restricciones.
El resultado es una campaña que se vive con doble lectura en los puertos: el precio alto puede mejorar el ingreso por kilo, sí, pero la incertidumbre normativa y el descenso del recurso convierten cada Navidad en una prueba de resistencia para una pesquería tan identitaria como delicada. El Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, en su documentación sobre gestión de la anguila, también reconoce el declive intenso y la necesidad de reducir al máximo la mortalidad asociada.
Lujo en el plato, tensión en el ecosistema
En la hostelería, la angula sigue funcionando como reclamo de fechas señaladas, con raciones que se mueven en precios propios de un producto de lujo cuando el género llega en cantidades mínimas. En la calle, el debate se repite: tradición y economía local frente a la fragilidad biológica y la presión (legal e ilegal) que soporta la especie, con alertas europeas sobre tráfico y mercados paralelos que agravan el problema.
Mientras tanto, en Ribadesella la lonja pone número a lo que el mar no da: poca captura, puja rápida y Navidad cara. Y un recordatorio incómodo para todos los eslabones de la cadena —del río a la mesa—: cada euro que sube el kilo también habla de lo difícil que es, hoy, encontrar angula.
