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viernes, diciembre 5, 2025
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Xabier Agote: «El Playa San Juan será botado después del verano»

Un apasionado defensor del patrimonio marítimo vasco, Xabier Agote, habla de la situación de la réplica del aleón ballenero San Juan, la historia de Elcano, la ruta del Galeón de Manila y el legado culinario oculto tras las grandes gestas navales.

El director de contenidos de la Fundación Albaola, Xabier Agote, anuncia que la botadura de la réplica del legendario ballenero del siglo XVI será tras el verano y abre una nueva etapa de navegación y divulgación internacional

La historia marítima vasca está a punto de revivir en todo su esplendor. El galeón San Juan, réplica del ballenero vasco del siglo XVI que naufragó en las costas de Red Bay (Canadá), se encuentra en su fase final de construcción y será botado tras el verano, según ha confirmado el director de contenidos de la Fundación Albaola, Xabier Agote.

“Estamos calafateando el barco, un proceso artesanal que consiste en sellar las juntas del casco con fibras vegetales de cáñamo. Después, embrearemos la madera para protegerla, como se hacía hace cinco siglos”, detalla Agote con entusiasmo. La botadura marcará el hito de casi una década de trabajo, iniciada en 2014 y solo interrumpida por la pandemia.

Una travesía hacia la historia… y hacia Canadá

La Fundación Albaola, ubicada en Pasai San Pedro (Gipuzkoa), no solo ha reconstruido el San Juan con métodos y oficios tradicionales —como la herrería, la cordelería o la fabricación de velas—, sino que prepara ya una gran travesía en 2027, que llevará al barco desde Pasajes hasta Red Bay, en la península canadiense de Labrador. “Es un viaje de ida y vuelta a nuestras raíces oceánicas”, afirma Agote, quien subraya que el barco acogerá a unas 40 personas, entre tripulantes y equipo.

Una vez en el agua, el San Juan se convertirá en barco museo, abierto al público para visitas interiores. “Queremos que la gente conecte de cerca con ese pasado ballenero y con la navegación oceánica, algo que fue parte de nuestra identidad como pueblo”, añade.

Albaola: recuperar la identidad marítima vasca

Agote puntualiza que el proyecto del San Juan, aunque el más ambicioso, es solo una parte de la amplia labor de Albaola, nacida en 1997 con el objetivo de recuperar el legado marítimo vasco. “Durante siglos fuimos un pueblo industrial, tecnológico y oceánico, y eso se ha olvidado. Nos han dibujado como pastores, pero abrimos los océanos a la humanidad. Estamos recuperando nuestra memoria”, sentencia.

A lo largo del proyecto, han participado cientos de personas, desde profesionales hasta aprendices de todo el mundo. “Ha sido emocionante ver cómo una idea que empezó con poco apoyo institucional ha terminado sumando a todas las administraciones, incluida la del Gobierno de Canadá”, explica Agote, satisfecho por la implicación lograda.

Oficios revividos y economía local regenerada

La construcción del San Juan ha revitalizado oficios históricos como la carpintería de ribera, pero también herreros, veleras y cordeleros. Se abrirá próximamente una ancorería para forjar a mano las anclas del galeón. “Hemos apostado por recuperar los oficios para transmitir conocimientos. Sin transmisión, no hay conservación del patrimonio”, sostiene el director de contenidos.

Además de su valor cultural, el proyecto ha actuado como motor de regeneración para Pasaia, una localidad duramente golpeada por el declive socioeconómico. “Somos un polo de atracción turística y cultural. Recibimos un turismo selectivo, interesado en nuestra historia. Esto también da vida al entorno y fomenta el desarrollo”, apunta Agote.

Una comunidad global y una proyección internacional

Albaola se ha convertido también en un nexo global de culturas marítimas. La fundación participa en festivales internacionales, establece lazos con instituciones arqueológicas que investigan naufragios vascos, y ha iniciado un repositorio de pecios vascos encontrados en todo el mundo.

“La mayoría de los pecios oceánicos hallados en el mundo son de origen vasco. Es algo abrumador y apasionante. Por ejemplo, aún me emociona pensar en la quilla del San Marcial. Me encantaría verla algún día”, confiesa Agote, señalando que hay aún muchas historias sumergidas por descubrir.

Más que un barco, una declaración cultural

El San Juan no es solo una réplica. Es símbolo de una memoria rescatada, una escuela viva de oficios, un museo flotante y un embajador de la cultura vasca. “Ha sido un camino difícil, pionero, pero ahora por fin sentimos que se nos ha entendido. Recuperamos la identidad marítima de nuestro pueblo, y lo hacemos navegando hacia el futuro con la mirada puesta en el pasado”, concluye Agote.

La travesía no ha hecho más que comenzar. Y el mar —como la historia— vuelve a tener vela vasca.

La ruta de Elcano

Frente a la narrativa habitual que sitúa a Magallanes como protagonista, el ponente recordó que fue Elcano quien tomó el mando tras la muerte de Magallanes en Filipinas y decidió, por iniciativa propia y desafiando las órdenes, dar la vuelta al mundo por el oeste. Lo hizo en condiciones extremas: con solo una nao, la Victoria, y tripulación diezmada, priorizando cargar el barco con especias como el clavo, entonces tan valiosas como el oro.Además, se abordó su segunda expedición a las Molucas, ya con más barcos y recursos, pero que le costó la vida, probablemente a causa de ciguatera, un tóxico presente en ciertos peces.

En una anécdota cargada de simbolismo, el conferenciante citó el testamento de Elcano: “Dejó como legado tres sartenes, tres asadores y tres parrillas de hierro. Su obsesión por la cocina era también parte de su visión estratégica”.El relato saltó después a otra figura clave: Andrés de Urdaneta, joven marino guipuzcoano que participó con Elcano y años más tarde resolvió un desafío que costó medio siglo de intentos fallidos: encontrar el tornaviaje del Pacífico, la ruta de regreso de Filipinas a México. Lo logró en 1565 gracias a su conocimiento de los vientos y corrientes oceánicas, como la corriente de Kuroshivo, lo que permitió establecer la ruta comercial más importante del mundo durante 250 años: el Galeón de Manila-Acapulco.Este sistema transportaba plata desde América hacia Asia, y desde allí llegaban porcelanas, sedas, marfiles y alimentos que comenzaban a globalizarse siglos antes de lo que hoy llamamos globalización. “Pero casi nadie habla del papel gastronómico de esas rutas”, subrayó, “y lo que realmente me interesa es cómo cocinaban, cómo se alimentaban esos marinos”.La intervención dio un giro inesperado hacia lo culinario y lo arqueológico, cuando presentó el caso de la Nao San Juan, ballenera vasca naufragada en 1565 en Labrador. Su estudio ha permitido entender cómo se construían y equipaban esos barcos.

El ponente participa en Albaola, el astillero-museo de Pasaia que reconstruye esa embarcación del siglo XVI con técnicas tradicionales. “No ha sido solo construir el barco, lo más difícil ha sido recuperar el contexto: el oficio, la madera, el saber hacer”.El proyecto no es teórico. El barco viajará sin motor hasta Canadá en una expedición de arqueonavegación, siguiendo los pasos de sus antepasados. Para ello, se están reproduciendo vestimentas, herramientas, velas, anclas y, cómo no, la cocina.“Tenemos un problema: en el mar, el caldero grande se balancea con el oleaje. Así que propondremos sustituirlo por cazuelas más pequeñas, más estables. Porque sabemos que comían bacalao, aceite de ballena y poco más. Y yo creo que, por casualidad, por el movimiento del barco, se inventó el bacalao al pil pil”.Entre risas, comparó la Nao San Juan con “la Thermomix del siglo XVI”, capaz de cocinar sola gracias al balanceo del mar. Su intervención finalizó con aplausos, tras un viaje que unió historia, gastronomía, patrimonio y emoción, y que demostró que las grandes epopeyas también se explican desde la cocina y desde los astilleros.

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