La digitalización de los océanos dejó de ser un concepto futurista para convertirse en una pieza estratégica de la economía azul, la sostenibilidad climática y la competitividad marítima europea. Así quedó patente en la mesa “Digitalización de los océanos”, en la que participaron referentes del ámbito científico y tecnológico: Francisco J. Doblas-Reyes (Barcelona Supercomputing Center), Carlos Muñoz-Royo (At Depth), Carlos Groba (Marine Instruments) y Juan Ramón de Bea (Surcontrol.
El debate dejó un mensaje claro: sin datos ni modelos avanzados no habrá gestión inteligente del mar, ni pesca más eficiente, ni puertos descarbonizados, ni proyectos creíbles de captura de carbono, ni protección efectiva de infraestructuras críticas submarinas. Y, a la vez, la digitalización abre uno de los mayores nichos de innovación y talento del sector marítimo europeo.
Del superordenador al gemelo digital del océano
Francisco J. Doblas-Reyes, profesor de investigación ICREA y director del Departamento de Ciencias de la Tierra del Barcelona Supercomputing Center (BSC), situó la digitalización en su dimensión más ambiciosa: los gemelos digitales del sistema climático, donde el océano es pieza central.
Explicó que el BSC trabaja con modelos físico-químicos de alta resolución que simulan el comportamiento del océano y la criosfera a escala global, integrando supercomputación e inteligencia artificial para ofrecer información útil a sectores sensibles al clima: pesca, energía, transporte marítimo, puertos, aseguradoras o administraciones.
Pero fue tajante al señalar la debilidad estructural:
la brecha de observación.
A diferencia de la atmósfera, bien cubierta por satélites y redes de medición, el océano sigue siendo opaco:
- Los satélites solo ven la superficie, con limitaciones por nubosidad.
- El interior marino, especialmente por debajo de la capa de mezcla, está pobremente monitorizado.
Esa falta de datos dispara la incertidumbre sobre cuestiones clave: cuánto CO₂ absorben realmente los océanos, cómo evolucionan las corrientes profundas o qué papel juega un Mediterráneo sobrecalentado en episodios extremos como DANAs e inundaciones.
Para abordar estos retos, Doblas-Reyes defendió la combinación de modelos físicos tradicionales, inteligencia artificial y supercomputación pública al servicio también de empresas y administraciones, citando las nuevas iniciativas europeas de “factorías de IA” como infraestructura crítica para la economía azul.
At Depth: gemelos digitales a escala local para proyectos reales
Si el BSC mira el océano desde el espacio, At Depth, representada por su cofundador y CEO Carlos Muñoz-Royo, lo hace “en zoom”.
Ingeniero naval y doctor por el MIT, Muñoz-Royo explicó cómo desarrollan gemelos digitales oceánicos específicos para operaciones concretas:
- Instalaciones de acuicultura.
- Proyectos de dragado o infraestructuras marinas.
- Ensayos de minería submarina.
- Iniciativas de captura y almacenamiento de carbono en el océano.
Su metodología combina modelos físico-químicos avanzados con redes de sensores diseñadas a medida para cada proyecto: mediciones de pH, alcalinidad, CO₂ disuelto, corrientes o temperatura, comparando qué ocurriría con y sin la intervención humana.
Ese enfoque permite dos cosas decisivas:
- Elegir mejor dónde y cómo actuar (por ejemplo, seleccionar zonas idóneas para restauración marina o proyectos de captura de carbono).
- Verificar con datos el impacto ambiental y climático, haciendo posible, por ejemplo, que un proyecto de restauración pueda respaldar créditos de carbono fiables y sostenerse en el tiempo.
“La digitalización convierte proyectos puntuales en estrategias sostenibles a largo plazo”, resumió Muñoz-Royo.
Marine Instruments: las boyas que escuchan el mar y guían una pesca más eficiente
Desde la óptica industrial, Carlos Groba, CTO de Marine Instruments, mostró cómo la digitalización ya está transformando la pesca y la observación marina.
La empresa, líder en soluciones electrónicas para pesca sostenible, despliega boyas inteligentes equipadas con:
- Sensores acústicos que detectan la biomasa bajo la superficie.
- Sistemas de comunicación satelital.
- Envío continuo de datos oceanográficos en tiempo real.
Estas boyas sirven a la vez para:
- Ayudar a la flota —especialmente atunera— a decidir dónde y cuándo pescar, reduciendo esfuerzos innecesarios, consumo de combustible y capturas no deseadas.
- Alimentar sistemas de información oceanográfica con datos sobre corrientes, temperaturas y condiciones del mar.
Groba defendió una idea con potencial transformador: convertir los barcos en sensores flotantes.
Hoy, muchas embarcaciones acumulan información valiosa (temperatura, corrientes, ecosondas, radares, sonares) que se pierde al no integrarse en sistemas compartidos. Un marco de colaboración y anonimización de datos permitiría mejorar modelos científicos, afinar predicciones y, a cambio, ofrecer mejores herramientas a quienes operan en el mar.
Marine Instruments ya utiliza técnicas de inteligencia artificial y algoritmos evolutivos para optimizar rutas y uso de boyas por parte de la flota, con un impacto directo sobre costes y emisiones. Pero advierte: el cambio cultural —aceptar que el algoritmo ayude o corrija decisiones tradicionales— es casi tan importante como el tecnológico.
Surcontrol: ecosistemas digitales abiertos para puertos, flotas e infraestructuras
Por su parte, Juan Ramón de Bea, de Surcontrol, puso el foco en la arquitectura que debe sostener esta revolución: ecosistemas digitales abiertos, interoperables y colaborativos.
Su planteamiento se basa en tres capas:
- Tecnología del dato: semántica común, estándares abiertos, romper silos entre navieras, puertos, ciudades, autoridades ambientales o de seguridad.
- Conectividad: garantizar que la información fluye en tiempo real desde sensores, drones, vehículos autónomos o sistemas portuarios hacia las plataformas donde se analizan y toman decisiones.
- Automatización y robótica: aplicar esos datos a casos de uso concretos:
- Llegadas “just-in-time” para evitar esperas y reducir emisiones.
- Inspección automática de infraestructuras portuarias o submarinas.
- Vigilancia de tuberías, cables, diques o áreas sensibles.
- Apoyo a la navegación segura.
Surcontrol defiende que solo con entornos digitales compartidos —y reglas claras de gobernanza y seguridad del dato— la digitalización de los océanos podrá desplegar todo su potencial económico y ambiental.
Un impacto enorme en la economía azul… y un reto pendiente de contar
Preguntados por el impacto de la digitalización en la economía azul, los ponentes coincidieron: es potencialmente enorme y aún infraaprovechado.
Algunas claves que emergieron en el debate:
- Sin medición no hay mejora: monitorizar océanos permite optimizar rutas, reducir combustible, planificar puertos, diseñar vedas más inteligentes, evaluar proyectos de restauración y proteger infraestructuras críticas.
- Herramienta frente al cambio climático: entender mejor el papel del océano en la captura de CO₂, en las corrientes y en fenómenos extremos es esencial para inversiones públicas y privadas de adaptación que se cuentan en miles de millones.
- Nuevos modelos de negocio sostenibles: desde créditos de carbono oceánicos verificables hasta tecnologías para pesca selectiva, logística verde o vigilancia ambiental avanzada.
- Atracción de talento: la digitalización del océano combina ciencia, ingeniería, datos, IA, robótica y sostenibilidad. Un campo ideal para nuevas vocaciones técnicas y científicas, si se comunica bien.
Tanto científicos como tecnólogos insistieron en un punto final: las herramientas existen, las capacidades crecen, los proyectos piloto funcionan… pero falta escala, coordinación y relato.
Hace falta:
- Más cooperación público-privada.
- Marcos claros para compartir datos de forma segura.
- Inversión estable en observación, supercomputación y talento.
- Y, sobre todo, explicar que bajo términos como “gemelo digital” o “sensórica marina” no hay ciencia ficción, sino decisiones muy concretas sobre empleo, seguridad, clima, pesca, energía y vida cotidiana.
Porque, como se recordó en la mesa, digitalizar el océano no es alejarse del mar, sino conocerlo mejor para poder seguir viviendo de él sin agotarlo.
