Tres expertos del IHCantabria y del IEO-CSIC reclamar más datos, participación y herramientas para gestionar la convivencia entre parques eólicos y flotas pesqueras
La transición energética ya ha llegado al mar y, con ella, un reto que atraviesa todo el litoral: cómo encajar la expansión de la eólica marina con la actividad pesquera. En el marco de las Jornadas Técnicas de Celeiro, tres especialistas –Carlos Vinicius da Cruz Weiss, Xabier Guinda Salsamendi (IHCantabria) y Paula Isabel Valcárce Arenas (IEO-CSIC)– pusieron sobre la mesa herramientas científicas, modelos de decisión y estudios de caso que apuntan a una idea central: la coexistencia es posible, pero no automática, y exige datos, planificación fina y una participación real del sector.
Mapear la vulnerabilidad de mares y comunidades
El primero en intervenir fue Carlos Vinicius da Cruz Weiss, investigador del Grupo de Ecosistemas Litorales del IHCantabria y especialista en ciencias de la decisión aplicadas al análisis espacial. Su ponencia giró en torno a un concepto cada vez más presente en los debates europeos: la vulnerabilidad socioecológica marina.
“La pregunta de fondo –explicó– es hasta qué punto los ecosistemas marinos y las comunidades costeras son susceptibles de verse afectadas por el cambio climático y por nuevas actividades como la eólica marina”. Para responderla, su equipo trabaja en el proyecto SIDICTO, centrado en modelos de vulnerabilidad para alimentar los llamados gemelos digitales del océano.
Su enfoque combina tres piezas:
- Riesgo ecológico: cómo cambian las especies objetivo y los hábitats ante el calentamiento del agua, la salinidad o la implantación de parques eólicos. Para ello utilizan modelos de distribución de especies (SDM) y comparan escenarios actuales y futuros.
- Riesgo social: dependencia económica de la pesca en cada zona, peso de determinadas especies en las descargas provinciales y exposición de las comunidades a cambios en caladeros u ocupación de espacio marino.
- Capacidad adaptativa: indicadores como empleo, nivel educativo, PIB per cápita, digitalización, riesgo de pobreza o estructura de edades, que marcan hasta qué punto una comunidad puede reconvertirse o diversificar su economía.
Como caso piloto, el grupo ha analizado la demarcación noratlántica, desde Galicia hasta el País Vasco, donde confluyen tradición pesquera, propuestas de zonas eólicas y otras actividades de la economía azul. A partir de datos oficiales (INE, plataformas europeas como EMODnet y BOE para las zonas eólicas), han calculado índices de vulnerabilidad asociados a la pesca, a la eólica y un índice acumulativo.
Los resultados dibujan un mapa desigual: provincias con mayor peso del sector y mayor dependencia de determinadas especies muestran vulnerabilidades más altas, especialmente cuando el cambio climático desplaza stocks clave o cuando las zonas propuestas para eólica se solapan con áreas de intensa actividad pesquera.
“El objetivo no es decir sí o no a un parque –subrayó Weiss–, sino dotar a la ordenación del espacio marítimo de una base más transparente y equitativa. Que las decisiones se tomen sabiendo quién gana y quién pierde, y con qué margen de adaptación cuenta cada comunidad”.
Entre los próximos pasos, el investigador citó el refinado de indicadores, la incorporación de otros sectores (acuicultura, turismo, transporte marítimo) y la escalada del modelo a toda Europa.
AMBEMAR-DSS: del informe subjetivo al impacto cuantificado
A continuación intervino Xabier Guinda Salsamendi, tecnólogo senior del mismo grupo de IHCantabria y doctor en Ciencias del Mar. Su presentación estuvo centrada en AMBEMAR-DSS, un sistema de soporte a la decisión diseñado para cuantificar los impactos ambientales de la eólica marina.
“Las evaluaciones de impacto ambiental tradicionales tienen un componente subjetivo muy alto”, recordó. “Con AMBEMAR intentamos objetivar y estandarizar esas valoraciones, apoyándonos en análisis geoespacial y técnicas de evaluación multicriterio”.
La herramienta, desarrollada como plugin de QGIS, permite:
- Cargar capas SIG del proyecto (parques, cables, fondeos) y del entorno (hábitats, aves, rutas de navegación, puertos, caladeros, áreas protegidas…).
- Definir matrices de impacto cruzando acciones del proyecto en sus distintas fases (construcción, operación, desmantelamiento) con factores ambientales y socioeconómicos.
- Calcular, mediante lógica difusa, un índice de impacto entre 0 y –1, clasificado en categorías (compatible, moderado, severo, crítico) que se corresponden con la terminología legal.
Cada tipo de impacto –ruido submarino, alteración hidrodinámica, afección visual, interferencia con rutas marítimas, presión sobre aves o sobre recursos pesqueros– tiene sus propias ecuaciones y parámetros de cálculo. En el caso de la pesca, la herramienta cruza caladeros y horas de esfuerzo a partir de datos AIS y fuentes oficiales, para estimar qué porcentaje de actividad quedaría afectado por un parque en una zona determinada.
Guinda presentó una aplicación práctica en Asturias, sobre las áreas ZAPER NOR6, NOR7 y NOR8. Los mapas de esfuerzo muestran un uso muy intenso de arrastre de fondo en parte de estas zonas, especialmente frente a Gijón y Candás. Las conclusiones fueron matizadas:
- A escala regional, la pérdida de esfuerzo por el cierre de las ZAPER no aparecería como dramática.
- A escala local, para ciertas flotas y puertos muy dependientes de esos caladeros concretos, el impacto podría ser severo y exigir medidas de mitigación o compensación.
“La lección es clara –resumió–: sin buena información espacial sobre la actividad pesquera, sobre todo de la flota menor, volamos a ciegas. Y además hay que mirar siempre la foto local, no solo las medias regionales”.
Coexistencia pesca–eólica: lecciones de Europa y cautelas para España
La tercera intervención, a cargo de Paula Isabel Valcárce Arenas, coordinadora de Vicedirección Técnica y de Asesoramiento del IEO-CSIC, se centró en la gran pregunta política del momento: “Eólica marina y pesca: ¿coexistencia posible o imposible?”
Valcárce arrancó situando el contexto: más de 80 GW de eólica marina instalada en el mundo, con fuerte presencia en el Mar del Norte y el Báltico, principalmente en parques de cimentación fija. España, en cambio, está en fase de planificación, con POEM aprobados, zonas propuestas para eólica flotante y un horizonte aún abierto a debate sobre el ritmo y la escala de despliegue.
“La mayor parte de la evidencia científica que tenemos procede de mares y flotas muy diferentes a las nuestras”, advirtió. “No podemos copiar y pegar lo que pasa en el Mar del Norte al Cantábrico o al Atlántico ibérico”.
La científica repasó las distintas formas de interacción entre usos del mar:
- Sistemas multipropósito, donde varias actividades comparten infraestructura (por ejemplo, desaladoras alimentadas por renovables).
- Usos simbióticos, como proyectos de acuicultura dentro de parques eólicos.
- Co-localización simple, el caso que nos ocupa, en el que pesca y eólica comparten espacio y tiempo, pero no instalan ni operan infraestructuras de forma conjunta.
En ese escenario, los efectos más inmediatos son la competencia espacial y el desplazamiento de flota, con posibles impactos sobre la seguridad en la navegación, la rentabilidad de determinadas pesquerías y la estructura socioeconómica de puertos y comunidades.
Valcárce presentó varios estudios piloto europeos:
- En Países Bajos, un parque fijo donde se prohíbe el arrastre pero se han probado artes fijas en zonas y condiciones muy controladas, sin que exista aún evidencia clara de viabilidad económica a escala comercial.
- En Escocia, casos donde se permite la pesca dentro de los parques y la decisión se deja al patrón y a su aseguradora, con restricciones de distancia a turbinas y cables.
- En Francia, un parque en el Canal de la Mancha diseñado con fuerte participación del sector, que redujo el número de turbinas y las espació para permitir corredores de arrastre, desplazando el proyecto para evitar bancos de vieira.
- En Noruega, iniciativas de revisión y recomendación sobre coexistencia aún en fase inicial.
A partir de una revisión bibliográfica reciente, la experta identificó tres grandes barreras para la coexistencia:
- Falta de datos finos sobre la actividad pesquera, especialmente en la flota artesanal.
- Percepción de riesgo y de inseguridad de los pescadores a la hora de operar entre estructuras y cables, acentuada en el caso de la tecnología flotante.
- Marcos regulatorios y de compensación poco claros o muy dispares entre países.
En el lado de las soluciones, Valcárce insistió en varias recomendaciones: participación temprana y real del sector en la planificación, acceso abierto a datos, estudios caso por caso –“cada parque y cada pesquería son distintos”– y diseño transparente de los posibles mecanismos compensatorios allí donde la coexistencia resulte inviable o generé pérdidas evidentes.
Un mensaje común: sin ciencia, datos ni diálogo, no hay futuro compartido
Las intervenciones de Weiss, Guinda y Valcárce dibujaron, desde ángulos distintos, un mismo paisaje: la eólica marina no puede abordarse al margen de la pesca, ni la pesca puede ignorar un proceso de transformación energética que cuenta con fuerte impulso político en Europa.
Herramientas como los índices de vulnerabilidad socioecológica o sistemas de decisión como AMBEMAR-DSS ofrecen nuevas bases para discutir con números, mapas y escenarios en la mano. Pero todos coincidieron en que la clave no es solo técnica, sino también social y de gobernanza.
O la transición energética se planifica con la pesca dentro, con datos, equidad y diálogo, o la “coexistencia” se quedará en un lema vacío
