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martes, diciembre 9, 2025
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El sector pesquero teme quedar diluido en el “mar agrario” de la UE

Inquietud en el sector por la posible fusión del FEMPA en un gran fondo agrícola y por los recortes de esfuerzo en el Mediterráneo

La pesca vive un momento de máxima incertidumbre. A la amenaza de reducir el esfuerzo de arrastre en 2026 a apenas 9,6 días de actividad al año por embarcación, se suma ahora el temor a que las ayudas europeas específicas para el mar se diluyan dentro de un gran fondo agrícola en el próximo Marco Financiero Plurianual (2028-2034).

El sector interpreta esta posible integración del Fondo Europeo Marítimo, de Pesca y de Acuicultura (FEMPA) en un instrumento agrario más amplio como una “dilución” de la pesca dentro de las políticas agrarias, lo que pondría en riesgo la capacidad de la flota para financiar la modernización de artes, la descarbonización, la seguridad a bordo y las inversiones tecnológicas que exige Bruselas.

Diversas voces del sector insisten en que la pesca necesita una financiación propia, estable y previsible, que reconozca sus particularidades y no la relegue a un segundo plano frente a un sector agrario históricamente más fuerte y con mayor peso político en las instituciones europeas.


“No se puede pedir más esfuerzo sin garantizar instrumentos”

Representantes de la pesca de arrastre recuerdan que, desde 2020, la flota mediterránea está sometida a sucesivas reducciones de días de actividad que han puesto al límite la continuidad de muchas embarcaciones y el equilibrio socioeconómico de numerosos puertos.

Valoran como “un respiro necesario” el compromiso del comisario europeo de Pesca de estudiar la concesión de 13 días adicionales para completar la campaña navideña, pero consideran que se trata solo de un parche. Reclaman al Gobierno español que presione en Bruselas para lograr algo más que prórrogas puntuales y siente las bases de una estrategia de largo plazo, que dé estabilidad y acabe con la incertidumbre anual sobre el futuro de la flota.

“Se nos exige ser más sostenibles, invertir en barcos más eficientes y respetuosos con el medio marino, pero no está claro si la financiación europea va a estar a la altura de ese esfuerzo”, resumen fuentes del sector.


Más exigencias ambientales, menos claridad sobre las ayudas

En los últimos años, los pescadores han tenido que renovar artes, introducir puertas voladoras, instalar nuevos equipos electrónicos y asumir paros biológicos más largos para reducir el impacto sobre los ecosistemas. Todo ello supone inversiones cuantiosas que, en muchos casos, solo han sido posibles gracias a los fondos específicos para la pesca.

El temor ahora es doble: por un lado, que se mantenga o incluso se endurezca la senda de recortes de días de pesca; por otro, que las ayudas que permitían amortiguar ese impacto acaben compitiendo dentro de un gran paquete agrícola, donde la pesca corre el riesgo de perder visibilidad y prioridad.

No se puede pedir más esfuerzo sin garantizar los instrumentos necesarios”, repiten las organizaciones, que ven contradictorio exigir modernización y descarbonización al mismo tiempo que se cuestiona la continuidad de un fondo propio para el mar.


Pesca, territorio y turismo: mucho más que un sector económico

El sector subraya que la pesca mediterránea no puede entenderse únicamente como cifra de capturas o volumen de negocio. Es pilar de cohesión territorial, elemento de identidad cultural y motor turístico en muchas localidades costeras.

Las lonjas, la gastronomía ligada al producto fresco, los puertos pesqueros y la imagen de los barcos entrando y saliendo a diario forman parte de la identidad de numerosas ciudades y pueblos del litoral. “Cuando se habla de recortes y fondos, se tiende a pensar solo en barcos y cuotas, pero detrás hay barrios enteros, empleo en tierra y una forma de vida que se tambalea”, advierten desde el sector.

Por ello, reclaman que las decisiones europeas ponderen no solo el impacto ambiental de las políticas, sino también su dimensión social, económica y cultural, especialmente en aquellas zonas donde pesca y turismo forman un ecosistema común.


La batalla de los días de pesca y el ejemplo del arrastre

La preocupación por las ayudas se produce en paralelo a la batalla por los días de arrastre en el Mediterráneo. El sector denuncia que el recorte propuesto —dejar la actividad en 9,6 días al año por barco— equivale, en la práctica, a un “cierre encubierto” de la flota, después de cinco años de reducciones continuas.

Responsables de cofradías y organizaciones pesqueras recuerdan que la flota no parte de cero: ya ha asumido recortes, vedas y medidas técnicas para responder a las exigencias de la UE. Por eso reclaman que esa realidad se reconozca tanto en la negociación de los días de esfuerzo como en el diseño del futuro marco financiero.

“Es inviable reducir la actividad a ese nivel; lo que esperamos del Ministerio son más soluciones y menos problemas”, señalan dirigentes del sector, que no están dispuestos a aceptar que se hable de sostenibilidad sin contar con quienes “han garantizado durante años las paradas biológicas porque de ello dependen sus propios resultados”.


Temor a un “trato discriminatorio” y a la desaparición de flotas

Desde distintos gobiernos autonómicos y organizaciones profesionales se viene alertando de posibles “agravios comparativos”: flotas que afrontan restricciones muy severas mientras otras, dentro y fuera de la UE, operan con condiciones más laxas, lo que a juicio del sector compromete la competitividad y la equidad de las normas.

También se mira con preocupación al diseño de las cuotas de especies clave, como el atún rojo, donde la flota de artes menores del Mediterráneo considera que sigue siendo la gran olvidada a pesar del buen momento del stock y del reconocimiento generalizado de que estas embarcaciones desempeñan un papel socioeconómico fundamental en muchos puertos.

Si a ese cuadro se suma la posibilidad de perder un fondo específico de pesca —o de verlo reducido a una línea más dentro de un gran paquete agrario—, cunde el temor de que alguna flota mediterránea quede abocada a la desaparición, sin margen real para completar su transición ecológica.


Una posición de Estado para que la pesca no se diluya

Ante este escenario, el mensaje que llega desde el mar es nítido: España debe acudir a Bruselas con una posición clara y de Estado, consensuada con cofradías, organizaciones profesionales, comunidades autónomas y comunidad científica, y respaldada por evaluaciones socioeconómicas rigurosas.

El reto va más allá de arañar algunos días extra de faena o algunos puntos porcentuales en una cuota concreta. Se trata de evitar que la pesca quede subsumida y diluida en el gran “mar agrario” de la UE, perdiendo peso político y financiero justo cuando más se le exige en términos de sostenibilidad y transición verde.

En palabras de numerosos representantes del sector:
Nos jugamos mucho en Europa: seguir pescando o acabar con la pesca del Mediterráneo depende de decisiones que no se pueden tomar de espaldas a quienes viven del mar”.

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