El programa europeo de intercambio de tripulaciones revela las diferencias en la estructura, financiación y cultura del rescate marítimo entre el norte y el sur del continente
Mientras las olas y los temporales no conocen fronteras, el rescate en el mar en Europa adopta formas muy distintas según el país. Desde asociaciones de voluntarios con siglos de historia hasta servicios estatales plenamente profesionalizados, el mosaico de sistemas que conforma el salvamento marítimo europeo es tan variado como sus costas.
Cada año, la Federación Internacional del Salvamento Marítimo (IMRF, por sus siglas en inglés) organiza un programa único en su tipo: el Lifeboat Crew Exchange Program. Se trata de una semana de intercambio entre socorristas de distintas organizaciones de Europa, una experiencia de aprendizaje mutuo que permite comparar protocolos, métodos de intervención, y sobre todo, formas de organización.
En este contexto, la Sociedad Nacional de Salvamento Marítimo (SNSM) de Francia participa activamente, enviando cada septiembre a algunos de sus voluntarios a otros países, mientras recibe a sus homólogos del extranjero. En 2025, serán siete rescatistas franceses los que viajarán a distintas estaciones del norte de Europa, mientras otros siete europeos compartirán experiencias en costas francesas. Así lo confirma Sylvain Moynault, inspector de la zona sur atlántica de la SNSM y encargado de relaciones internacionales de la entidad.
Una Europa, muchos modelos de rescate
Aunque el objetivo es común —salvar vidas humanas en el mar— los medios y estructuras son muy diversos. En el norte de Europa, países como Alemania, Reino Unido, Países Bajos o Noruega cuentan con fuertes redes de voluntariado estructuradas en asociaciones, similares a la propia SNSM francesa. La RNLI británica o la KNRM holandesa son ejemplos emblemáticos de entidades no gubernamentales con flotas modernas, formación rigurosa y un profundo enraizamiento comunitario.
En contraste, en muchos países del sur de Europa, como España, Italia o Grecia, el rescate marítimo depende mayoritariamente de servicios estatales, como Salvamento Marítimo en España o la Guardia Costera italiana. Estas instituciones, si bien altamente profesionalizadas, enfrentan sus propios retos logísticos y presupuestarios, y carecen del componente de voluntariado que caracteriza a sus homólogos del norte.
Casos singulares: Islandia, sin ejército pero con una sólida red civil
Uno de los ejemplos más curiosos es el de Islandia, donde la ausencia de fuerzas armadas ha llevado a la organización ICE-SAR (la Asociación Islandesa de Búsqueda y Rescate) a asumir todas las funciones de protección civil. Con un enfoque 100% voluntario, esta red cubre desde rescates en montaña hasta emergencias marítimas, y es considerada una de las más eficaces del continente.
“En Islandia, el salvamento marítimo está completamente en manos de los voluntarios. Hay empresas privadas para el remolque y guardacostas para funciones específicas, pero el grueso del rescate lo realiza ICE-SAR”, explica Moynault.
El desafío del relevo generacional
Uno de los puntos en común entre todos estos modelos —asociativos o estatales— es la dificultad para reclutar nuevos voluntarios, especialmente entre los jóvenes. Las tareas de salvamento requieren tiempo, formación, compromiso y, a menudo, una gran fortaleza emocional. La SNSM francesa no es ajena a este problema, y se esfuerza por renovar sus filas y adaptarse a nuevas realidades sociales.
En este sentido, los intercambios organizados por la IMRF no solo permiten compartir conocimientos técnicos, sino también estrategias de captación y fidelización del voluntariado, herramientas de gestión de equipos o buenas prácticas en comunicación pública.
Más allá de las fronteras, un espíritu común
Pese a las diferencias estructurales, todos los cuerpos de salvamento marítimo europeos comparten un mismo espíritu de servicio, vocación y cooperación internacional. El cambio climático, el aumento del tráfico marítimo, las actividades recreativas y la crisis migratoria hacen cada vez más urgente contar con equipos preparados y coordinados.
El programa de intercambio de tripulaciones no solo fortalece lazos entre países, sino que construye una cultura europea del rescate en el mar, basada en la excelencia operativa y el respeto mutuo.
Porque, aunque cada país salve a su manera, la vida humana no entiende de banderas cuando está en peligro en alta mar.
