El portugués medio come 56,8 kilos de pescado cada año, más del doble de la media de consumo europea.Según la Comisión Europea de Asuntos Marítimos y Pesca, el portugués medio consume 56,8 kilos de pescado cada año, más que duplicando la media de consumo de 24,9 kilos del resto de los europeos. Comparativamente, cada luso come casi 15 kilos más que sus vecinos ibéricos (en España la media es de 42,3 kilos anuales), y multiplica por 11 la cantidad consumida por los húngaros (apenas 5,3 kilos anuales).
A nivel mundial, ni los japoneses -reyes del sushi-, ni los noruegos -emperadores del salmón- logran competir con el consumo luso; según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO según sus silgas en inglés), sólo los islandeses -que engullen 90,6 kilos de pescado cada año- superan a los portugueses en este aspecto. La demanda supera la ofertaA diferencia del resto de los consumidores europeos, que destinan cuatro veces más dinero comprando carne que pescado, los lusos gastan 75% más en la adquisición de productos del mar que en la compra de carne. A efectos prácticos, los portugueses destinan más dinero que el resto de los europeos en la compra de productos de pesca, en torno a 327 euros por familia (comparado con 227 euros en España, y la media europea de 107 euros), según Eurostat.
Las estadísticas de Docapesca, la empresa estatal que gestiona las lonjas del país vecino, revelan que cada año se consumen más de 600.000 toneladas de pescado en Portugal. La demanda nacional excede la capacidad de la flota lusa -que capturó 179.437 toneladas de productos de pesca, valorados en 272.360 mil euros, el año pasado-, y por este motivo el país vecino importa cientos de miles de toneladas de pescado de países como España -de donde viene más del 40% del pescado congelado vendido en Portugal-, Rusia, Suecia y los Países Bajos. Los portugueses no consumen todo lo que pesca su flota: aunque es raro exportar sardina, que vuela una vez llegar al mercado luso, el país vecino sí exporta productos como huevas, ciertos pescados congelados y sus famosas conservas a países como España y Francia, y el año pasado el valor de esas exportaciones superó los 1.086 millones de euros. Aun así, las importaciones -valoradas en 2.109 millones- más que superaron el ritmo de las exportaciones, llevando a un déficit comercial de 1.022,9 millones el año pasado en este sector.
Parte de la identidad nacionalEl antropólogo José Manuel Sobral, profesor de la Universidad de Lisboa y especialista en el impacto del bacalao sobre la sociedad portuguesa, explica que el pescado siempre ha sido una parte íntegra de la gastronomía y la identidad lusa. «Siendo una pueblo con acceso a tanta costa, gran parte de la población siempre vivió del mar, incluso en sitios donde no habían puertos marítimos». El académico explica que, pese a la abundancia de pescado en las aguas territoriales portuguesas, curiosamente es una especie de fuera -el bacalao procedente del Mar del Norte- la que ha resultado ser la más emblemática de Portugal.»Nuestros marineros siguieron a los vascos hacia el norte y ya pescaban bacalao ahí durante la Edad Media, pero sólo empezaron a importarlo, salado, en torno al siglo XVI.
Se convirtió en una parte clave de la dieta del pueblo, entonces muy católico, porque en esa época se prohibía el consumo de carne durante más de 100 días del año. El bacalao era una fuente de proteína fácil de conservar y transportar al interior del país».»Incluso en días normales, para la mayoría de la población la carne era impagable. El bacalao es tan parte de nuestra cultura que desde hace más de 200 años se le llama el fiel amigo, pues es el alimento que siempre está».Hoy en día, el bacalao sigue siendo el pescado importado más consumido por los lusos, y la mayoría de las postas que se venden amontonadas en los mercados provienen de Islandia y Rusia, aunque se procesan y secan en Portugal.
El bacalao tiene un lugar especial en la gastronomía lusa, pero en realidad el pescado más consumido por los portugueses es la humilde -y barata- sardina, asada en las verbenas y fiestas populares que se celebran por todo el país vecino a lo largo del verano. Este pequeño pez es tan adorado por los lusos en épocas estivales que su posible extinción por sobrepesca ha provocado considerable consternación en el país vecino, y la imposición de restricciones sobre su pesca durante gran parte del año. Y es que el pescado es una cosa seria en tierras lusas. A la hora de repartir puestos en la Comisión Europea, los portugueses se interesan por quién se lleva la de Pesca -cartera generalmente desdeñada en España como una comisión «menor»-, y a nivel nacional existe un ministerio específicamente dedicado a la pesca y otros asuntos marítimos, el bien denominado Ministerio del Mar. Si en algunos países caen Gobiernos por falta de pan, en Portugal la falta de sardinas durante las fiestas populares o bacalao en nochebuena podría provocar una auténtica revolución, y por eso la titular de la cartera sigue los movimientos de las mareas y garantiza que el pescado nunca falte en los platos del país vecino.