Juan Serrano defiende un engorde de 100 toneladas para “retener el valor añadido” en Euskadi, tras una primera prueba sin mortalidad y con ganancias de peso del 15% al 20%
El debate sobre cómo capturar más valor en origen llegó al atún rojo con acento vasco. Juan Serrano, director general del grupo Balfegó, desgranó en su intervención pública las claves de un proyecto impulsado por el Gobierno Vasco y por pescadores vascos para poner en marcha un engorde de atún rojo en el Cantábrico, un paso que, según explicó, busca que “el fruto del valor añadido” de la cuota vasca no se escape fuera del territorio. No obstante, será la flota de bajura la que decida si está en disposición de capturar la especie, una vez que la flota de bajura sólo puede emplear artes de cerco y de caña y no de arrastre como la que cuenta Balfegó en el Mediterráneo.
Serrano situó el punto de partida en una realidad que el sector conoce bien: hoy, una parte de los derechos de pesca del atún rojo se alquila a operadores especializados, entre ellos la propia Balfegó y otras compañías. “Los pescadores quieren que todo el valor añadido se quede en el País Vasco”, afirmó, en referencia a un modelo en el que la captura termina generando negocio, empleo y actividad industrial lejos de donde se asigna la cuota. En esa ecuación, Balfegó asegura aportar “conocimiento” y experiencia para que el engorde sea posible y rentable en el norte.
El proyecto, por ahora, se apoya en un primer paso que Serrano calificó como prueba piloto exitosa. Según sus declaraciones, el ensayo permitió comprobar tres elementos básicos: no hubo mortalidad, se logró un engorde “digno”, estimado ya entre un 15% y un 20%, y se abrió la puerta a una fase decisiva para responder a la gran pregunta del sector: si el modelo es viable a escala, en condiciones reales del Cantábrico.
Esa siguiente pantalla tiene cifra: 100 toneladas. “No va a haber más paso que intentar colocar 100 toneladas”, sostuvo Serrano, señalando que esa cantidad sería la adecuada para testear el proyecto con mayor robustez, aprovechando “las instalaciones que ya hay actualmente”. El salto de escala, sin embargo, no depende tanto de Balfegó como de una decisión que el directivo situó con claridad “en la flota”.
La cuestión clave es cómo pescar ese volumen. Serrano explicó que, para alcanzar un suministro de 100 toneladas, habría que cambiar de modalidad: “dejar la caña” y capturar el atún “en cerco”. Y esa operativa no la ejecutaría Balfegó en el Cantábrico, sino la propia flota vasca: “Son ellos quienes tienen que decidir si vamos a pescar, si vamos a hacer un barco o dos barcos que puedan pescar de otra manera el atún”. La idea, insistió, es avanzar “de manera escalonada”, comprobando paso a paso que la logística funciona, que el engorde resiste y que el mercado responde.
El Cantábrico, admitió, no es el Mediterráneo. Preguntado por las mayores dificultades frente a una actividad ya consolidada en otras latitudes, Serrano apuntó a una primera barrera: la pesca. “No hay una tradición”, dijo, recordando que Balfegó lleva “toda una vida” en su modalidad de captura habitual en el Mediterráneo, mientras que en Euskadi la pesquería de atún rojo ha perdido continuidad y conocimiento operativo acumulado. En su relato, el proyecto exige recuperar práctica con una lógica de “prueba-error”: determinar cuándo es mejor capturar —si en marzo o abril, cuando el atún podría estar más agregado, o si más tarde— y ajustar técnica, tiempos y artes.
En ese punto entran también los socios locales. Serrano citó la necesidad de colaboración con OPEGI y el sector pesquero vasco para afinar el calendario y el método, y dejó otra imagen significativa sobre el aprendizaje en curso: este año, contó, uno de los patrones de Balfegó se desplazó a pescar al Cantábrico y “anduvo perdido” y “con un arte no bien preparado”. La conclusión es práctica: hace falta una red nueva y una preparación específica. “Haremos una reunión, espero, a principios de enero”, avanzó, con la idea de ordenar la hoja de ruta.
Además del arte de pesca, el Cantábrico impone otra variable: el temporal. Serrano apuntó a una de las cuestiones que el proyecto debe verificar antes de consolidarse: la capacidad de gestionar episodios duros de mar mediante soluciones como sumergir jaulas, una práctica conocida en acuicultura marina avanzada para reducir el impacto de la mala mar. El objetivo, dijo, es confirmar que el sistema se comporta bien en condiciones reales y que el producto obtenido logra precios suficientes como para justificar el esfuerzo.
La intervención del directivo incluyó también un vistazo al contexto empresarial de Balfegó. Serrano recordó que la compañía ha vivido años recientes marcados por la reconstrucción de su capacidad industrial tras un incendio en 2018: de unas instalaciones de 1.200 metros cuadrados, la empresa ha pasado a una nueva planta de 12.000, lo que definió como un salto de seguridad, automatización y mejores condiciones de trabajo, además de una base para crecer en nuevas líneas de producto.
En el mercado, Serrano dibujó un panorama exigente y atribuyó a factores externos parte de la presión: citó el reto de mantener Estados Unidos como destino, por un encarecimiento acumulado para sus clientes derivado —según dijo— de aranceles y de la depreciación del dólar, lo que empuja a la empresa a recolocar producto en Europa. También se refirió al debate recurrente de la cuota de atún rojo y a la percepción de “sobreabundancia”, defendiendo que el incremento de capturas está justificado por la presencia del recurso.
Con todo, el foco de su mensaje se mantuvo en el norte: si Euskadi quiere que el atún rojo deje más riqueza en casa, el camino pasa por construir capacidad local: capturar de otra manera, engordar en el Cantábrico y vender un producto con mayor valor añadido. La prueba piloto, según Serrano, ya ha demostrado que el engorde puede funcionar. Ahora, la fase de 100 toneladas marcará si aquella idea que nació desde la administración vasca y la flota puede convertirse en un modelo estable. Y, como repitió el propio directivo, la decisión final ya no está en el tanque: está en el barco.
