La creciente acidificación de los océanos que provoca las cantidades cada vez mayores de gases de CO2 que absorben de la atmósfera podría favorecer el desarrollo masivo de algas tóxicas, con graves consecuencias sobre la cadena trófica, según publica «Nature».El Centro Helmholtz de Oceanografía de Kiel (Alemania)-Geomar divulga en la revista estadounidense uno de los resultados más impactantes del experimento que sus científicos realizaron en 2014 en Canarias con la colaboración del Instituto de Oceanografía y Cambio Global de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (IOCAG) y la Plataforma Oceánica de las islas (Plocan).
Ese experimento, parte del proyecto Bioacid, trató de simular en las costas de Gran Canaria cómo iban a responder los océanos a lo largo del próximo siglo a las tensiones que va a provocar el cambio climático y, en particular, al ciclo por el que cada vez la atmósfera transfiere más dióxido de carbono al agua de mar.
El trabajo, firmado por el alemán Ulf Riebesell (Geomar) y el español Javier Arístegui (IOCAG), entre otros investigadores, demuestra que, si las concentraciones de CO2 continúan aumentando al ritmo actual, podrían favorecer los llamados «blooms» (desarrollos masivos) de algunos tipos de algas tóxicas.
Según explica Ulf Riebesell en un comunicado difundido por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, durante los dos meses que estuvo en marcha el experimento Bioacid en las islas, el alga tóxica Vicicitus globosus incrementó manifiestamente su abundancia cuando las concentraciones de CO superaban las 600 partes por millón (ppm).
También se comprobó que ese alga se desarrollaba de forma masiva por encima de 800 ppm de CO2 en el agua, con importantes efectos negativos sobre la supervivencia del resto del plancton.
Aún no se ha identificado la causa exacta del crecimiento del alga Vicicitus globosus en condiciones de CO2 alto, precisa Riebesell: O bien el alga se beneficia de manera desproporcionada, aumentando su tasa de fotosíntesis, en comparación con otras especies, o su toxicidad aumenta con el dióxido de carbono.
«Resolver esta pregunta requiere más análisis detallados en el laboratorio», añade el científico de Geomar.
También se desconoce si los resultados de este estudio se pueden extrapolar a otras especies de algas tóxicas.
Sin embargo, Vicicitus globosus se distribuye ampliamente, desde las regiones templadas hasta los trópicos, y sus floraciones se han asociado en repetidas ocasiones con la mortandad de peces en aguas costeras e instalaciones de acuicultura.
«Esta es la primera evidencia de un estudio de campo en el que se demuestra que la acidificación del océano puede promover la proliferación de algas tóxicas. Otra razón importante para reducir rápidamente las emisiones de CO2», resume Riebesell.
Por su parte, Javier Arístegui, que forma parte del grupo de trabajo sobre los océanos del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC), resalta que en el próximo informe de este organismo internacional hará una mención especial al problema de las algas tóxicas y su relación con el cambio climático.
Por ello, añade, este artículo supone una contribución oportuna y de gran relevancia científica.
Así mismo, considera que la influencia del cambio climático sobre el desarrollo de especies de algas nocivas o tóxicas puede ser más acentuado en regiones tropicales y subtropicales, especialmente sensibles a las perturbaciones climáticas, como es el caso de la Corriente de Canarias. EFE