En los muelles animados de Brixham, un puerto del suroeste de Inglaterra, la angustia crece entre los pescadores, al ver que sus preocupaciones están quedando de lado en las negociaciones del Brexit, que ellos tanto defendieron.
Un 63% de los votantes de esa región lo hizo a favor de la salida del Reino Unido de la Unión Europea. Una clara mayoría que muestra la ira que generan las cuotas de pesca impuestas por la UE, a las que a menudo se responsabiliza aquí del declive de la actividad.
«Hasta donde puedo recordar, los pescadores nunca han obtenido un acuerdo favorable» de la UE, afirma Dave Banks, que vuelve de pasar cuatro días en el mar. A sus 69 años, sigue pescando sepias, lenguados y rodaballos en su barca de 24 metros de eslora.
Según un proyecto de acuerdo publicado en marzo por el gobierno británico, Reino Unido podría seguir aplicando la política europea en materia de pesca durante los 20 meses que durará el periodo de transición tras la salida de la UE, a partir del 29 de marzo de 2019.
Esta concesión provocó la ira de los pescadores, algunos de los cuales manifestaron su reprobación remontando el Támesis hasta el Parlamento británico, donde echaron peces al río.
Desde 1938, el número de pescadores censado en el Reino Unido ha caído un 75%. El número de embarcaciones se redujo un 29% desde 1996, hasta 6.191 buques.
Un gran número de pescadores abandonaron su actividad tras la entrada en vigor de las cuotas de la UE, que limitaba la cantidad de peces que podían capturar en sus redes.
En los años 2000, el gobierno británico también envió barcos a dique seco y ayudó a algunos pescadores a reconvertirse, para mantener unas reservas sostenibles. La pesca representa en la actualidad en torno al 0,4% del PIB británico, según datos de 2016.