europa-azul.es
viernes, diciembre 5, 2025
InicioInternacionalCITES tumba la propuesta de la UE para proteger todas las anguilas

CITES tumba la propuesta de la UE para proteger todas las anguilas

El comité del convenio internacional rechaza por amplia mayoría incluir todas las especies del género Anguilla en el Apéndice II, pese a las alertas científicas sobre su declive global.


El intento de la Unión Europea de reforzar la protección internacional de todas las especies de anguila ha sufrido un duro revés en la 20.ª Conferencia de las Partes (CoP20) de CITES, celebrada en Samarcanda (Uzbekistán). El Comité I del convenio votó mayoritariamente en contra de la propuesta comunitaria para incorporar todo el género Anguilla al Apéndice II, la lista que obliga a controlar estrictamente el comercio internacional de especies vulnerables.

La iniciativa, presentada por la UE junto con Honduras, perseguía extender a todas las anguilas el mismo estatus que ya tiene desde 2007 la anguila europea (Anguilla anguilla), actualmente incluida en el Apéndice II por su grave estado de conservación. El objetivo era frenar el declive de otras especies muy explotadas, como la anguila japonesa (A. japonica) y la americana (A. rostrata), sometidas a una fuerte demanda comercial en Asia y otros mercados.

Sin embargo, el resultado de la votación fue contundente: 35 países a favor, 100 en contra y 8 abstenciones, según los recuentos hechos públicos tras el escrutinio secreto. La propuesta quedó así enterrada en comité y solo un giro improbable en la plenaria final podría resucitarla.

Japón y Asia lideran el bloque del “no”

Entre los opositores más firmes se situó Japón, uno de los grandes consumidores mundiales de anguila. El gobierno nipón argumentó que las evaluaciones científicas de la FAO y de la propia secretaría de CITES no consideran que la anguila japonesa ni la americana cumplan aún los criterios formales de inclusión por declive poblacional y que, por tanto, la propuesta “no estaba apoyada por la ciencia”.

Tokio advirtió además de que la imposición de controles CITES sobre todas las especies podría disparar los precios internos y alterar un mercado en el que alrededor del 70 % de las anguilas consumidas en Japón son importadas, principalmente desde China, Taiwán y Corea del Sur. Países como China y Corea del Sur —con importantes industrias de acuicultura y engorde de anguila— se alinearon con Japón, preocupados por el impacto económico de nuevas trabas administrativas y comerciales.

El resultado refleja un choque frontal entre los intereses de conservación y los de países con cadenas de valor fuertemente dependientes de la anguila, tanto salvaje como cultivada.

Una familia en declive, pero sin acuerdo sobre la respuesta

El voto negativo no significa que la situación de las anguilas sea buena. Muy al contrario: la literatura científica subraya desde hace años el fuerte declive de muchas especies migratorias de Anguilla a escala global, por la combinación de sobrepesca, destrucción de hábitats fluviales, contaminación, presas, cambio climático y comercio ilegal.

La anguila europea está catalogada como “En Peligro Crítico” en la Lista Roja de la UICN, mientras que la japonesa y la americana figuran como “En Peligro”. Otras especies del Pacífico y del Índico se consideran “Vulnerables”.

Precisamente por ello, varios expertos europeos defendían que la propuesta de la UE se quedaba incluso corta. Investigadores como Miguel Clavero, de la Estación Biológica de Doñana (CSIC), han defendido que las especies más amenazadas deberían pasar directamente al Apéndice I —lo que implicaría un veto casi total al comercio internacional— mientras que el resto del género Anguilla se incluiría en el Apéndice II para evitar que la presión pesquera se “desplace” de unas especies a otras.

El argumento de la UE: sin control, el comercio empuja al colapso

La propuesta comunitaria buscaba precisamente anticiparse a ese efecto de sustitución: si solo la anguila europea está regulada, el mercado tiende a compensar la escasez tirando de otras especies —como la japonesa, la americana o la neozelandesa—, sometiéndolas al mismo patrón de sobreexplotación.

La inclusión en el Apéndice II no habría supuesto una prohibición absoluta, sino la obligación de emitir dictámenes de extracción no perjudicial (los llamados Non-Detriment Findings), certificados por la autoridad científica de cada país exportador, antes de autorizar cualquier envío internacional.

Para Bruselas y los estados miembros que apoyaron la propuesta, se trataba de introducir un nivel mínimo y homogéneo de control sobre un comercio globalizado y difícil de rastrear, muy expuesto a fraudes de etiquetado y al tráfico ilegal de alevines.

Temores comerciales y división Norte-Sur

Los debates en Samarcanda han puesto de relieve, una vez más, las tensiones clásicas en CITES entre países de consumo y de producción, así como entre bloques desarrollados y emergentes.

Los defensores del “no” insistieron en que añadir a todas las anguilas a los anexos de CITES habría introducido costes burocráticos y riesgos de bloqueo comercial que, a su juicio, no se corresponden con el grado de amenaza de todas las poblaciones. También reprocharon a la UE no haber calibrado suficientemente las consecuencias para las pesquerías artesanales y las granjas de engorde en Asia.

Desde el lado europeo, ONG ambientalistas y parte del sector científico lamentan que CITES siga siendo demasiado sensible a las presiones industriales y comerciales. Recuerdan que el propio colapso de la anguila europea se produjo tras décadas de advertencias ignoradas y que el comercio internacional de alevines hacia Asia sigue siendo uno de los factores de riesgo más graves.

¿Y ahora qué?

El rechazo del Comité I no cierra del todo la puerta: la decisión deberá ser confirmada en la sesión plenaria de la CoP20. No obstante, las posibilidades de un giro de guion se consideran muy reducidas, habida cuenta de la amplia mayoría alcanzada en la votación inicial.

De confirmarse el “no”, el mapa regulatorio mundial de las anguilas seguirá prácticamente igual:

  • Solo la anguila europea continuará listada en el Apéndice II de CITES.
  • El resto de especies quedará bajo los marcos de gestión nacionales y regionales, con recomendaciones científicas de la FAO y organismos regionales de pesca, pero sin un paraguas global vinculante para el comercio.
  • Los esfuerzos de conservación dependerán, en gran medida, de políticas internas, acuerdos bilaterales y de la capacidad de los países de origen y destino para controlar el tráfico y aplicar vedas o cierres temporales.

Un mensaje ambiguo para la conservación

El desenlace de Samarcanda lanza un mensaje ambiguo sobre la capacidad del sistema internacional para actuar con anticipación frente al deterioro de especies de alto valor comercial.

Para la UE y los científicos que defendían un mayor nivel de protección, CITES ha perdido una oportunidad de oro para alinear el comercio de anguila con los objetivos de conservación, evitando repetir el “caso europeo” en otros continentes.

Para Japón, China, Corea del Sur y otros países que votaron en contra, la decisión permite ganar tiempo, preservar la estabilidad de un mercado multimillonario y seguir confiando en sus propios sistemas de gestión y en evaluaciones científicas que, por ahora, consideran que un cierre o una restricción severa del comercio sería desproporcionada.

Mientras tanto, el futuro de las anguilas —esos peces migratorios capaces de cruzar océanos enteros entre el mar y los ríos— sigue pendiendo de un equilibrio frágil entre intereses económicos a corto plazo y la necesidad de asegurar la supervivencia de unas poblaciones que, en muchos casos, ya muestran signos claros de agotamiento.

Artículos relacionados

Lo más popular