El cierre de áreas de ecosistemas marinos vulnerables golpea al palangre mientras el bonito del Norte aporta algo de oxígeno a los ingresos
Octubre se saldó con un serio aviso para la flota de merluza que opera en la lonja de Avilés. Las descargas del “rey blanco” cayeron hasta las 492 toneladas, frente a las 603 del mismo mes del año anterior, lo que supone en torno a un 20 % menos de producto subastado en uno de los puertos de referencia del Cantábrico.
El retroceso no se limita al volumen. En términos de facturación, la lonja ingresó en octubre 2.580.220 euros, por debajo de los 2.818.412 euros del mismo periodo de 2024, según los datos de la Dirección General de Pesca del Principado. La merluza, especie clave en la estructura de ingresos de Avilés, ha sufrido una corrección que el propio sector considera “un grave contratiempo” a las puertas del invierno.
Menos kilos, menos valor y un bonito que no compensa
La caída se aprecia también en el conjunto de pescado fresco comercializado. En octubre se vendieron 168.388 kilos frente a los 236.493 kilos de octubre de 2024, es decir, casi un 30 % menos de producto canalizado por la rula avilesina.
El único respiro lo ha aportado el bonito del Norte, que dejó 78.506 kilos subastados y ayudó a sostener la actividad en sala. Sin embargo, el buen comportamiento del túnido no ha sido suficiente para compensar el bache de la merluza, todavía el gran termómetro económico de la lonja.
Como referencia, las mismas instalaciones llegaron a acoger en un mes reciente 358.547 kilos de merluza, prácticamente el doble de lo comercializado en este último octubre. El contraste ilustra hasta qué punto el “blanco” sigue marcando la salud económica del puerto.
El cierre de 87 zonas vulnerables golpea al palangre
Entre las principales causas del descenso, el sector apunta directamente al cierre de 87 zonas calificadas como ecosistemas marinos vulnerables (EMV) en el Atlántico nororiental a las artes de fondo. La medida, adoptada en el marco de la política europea de protección de hábitats profundos, ha tenido un impacto inmediato sobre la operativa de la flota que tradicionalmente faena en esas áreas.
En el caso de los barcos de palangre de fondo, el golpe es especialmente duro: se calcula que el cierre afecta al 32 % de su actividad, obligando a desviar mareas, modificar caladeros habituales y asumir mayores costes de combustible y tiempo de navegación. Menos días efectivos de pesca, menos zonas accesibles y más incertidumbre se traducen en menos merluza disponible en los muelles de Avilés.
La flota admite que la protección de los ecosistemas sensibles es ya un marco irreversible, pero reclama ajustes finos, mayor seguridad jurídica y un diálogo más estrecho entre Bruselas, los Estados miembros y el propio sector para minimizar impactos abruptos como los de este otoño.
Un futuro condicionado por las cuotas de 2026
Mientras los armadores hacen números, en Bruselas se discute el cuadro de totales admisibles de captura (TAC) y cuotas para 2026, que marcará el margen de maniobra de la flota en los próximos años. Para la merluza, la Comisión Europea propone mantener la cuota, una decisión que, sobre el papel, evita nuevos recortes sobre el stock principal de la lonja avilesina.
Sin embargo, el resto del paquete no es tan benigno:
- –2 % en las capturas de rape, otro pilar de la flota de fondo.
- –5 % en jurel, especie importante en determinadas campañas mixtas.
- “Fuerte reducción” en abadejo, que puede complicar la gestión de capturas accesorias y las obligaciones de desembarque.
El único apunte positivo llega de la mano del gallo en aguas ibéricas, para el que se plantea un aumento del 12 %. Se trata de una especie con menor peso específico que la merluza en Avilés, pero que puede ganar protagonismo como alternativa parcial en las mareas de fondo si se confirma la mejoría de su situación biológica.
Incertidumbre en el Cantábrico: más gestión, menos margen de error
El balance de octubre en la lonja de Avilés deja un mensaje claro: el negocio ya acusa las restricciones espaciales y el estrechamiento del margen de maniobra de la flota, incluso en especies que mantienen cuotas estables. La combinación de cierres de zonas, costes operativos en aumento y ajustes de TAC convierte cada campaña en un ejercicio de equilibrio cada vez más delicado.
Para la merluza, la prioridad pasa por evitar que el bache de octubre se convierta en tendencia. El sector mira a los próximos meses con prudencia, pendiente de cómo se reordenan las mareas tras el cierre de las áreas vulnerables y de si la Comisión y los Estados miembros afinan las herramientas de flexibilidad para que la conservación de los ecosistemas no suponga, en la práctica, la asfixia económica de las flotas que dependen de ellos.
De momento, las cifras hablan por sí solas: menos toneladas, menor facturación y un bonito del Norte que, pese a su buena presencia en lonja, no logra ocultar el agujero que deja una merluza cada vez más condicionada por las decisiones que se toman lejos de los muelles de Avilés.
