Canadá reabre su pesquería más simbólica y desata un choque entre ciencia, política y memoria del colapso de 1992
El bacalao del Norte de Terranova y Labrador vuelve a estar en el centro del debate pesquero mundial. Más de tres décadas después del famoso colapso que forzó una moratoria histórica en 1992 y dejó sin trabajo a unas 30.000 personas, el Gobierno de Canadá ha decidido no solo reabrir la pesquería, sino duplicar la cuota total admisible de capturas (TAC) en apenas un año, según un artículo publicado por Jack Cheney en Sustainable Fisheries UW
La decisión del Departamento de Pesca y Océanos (DFO) ha sido recibida con una mezcla de esperanza y alarma: para la industria es el inicio de una nueva etapa productiva; para varias ONG y científicos críticos, un movimiento prematuro que puede poner en riesgo la lenta recuperación del stock.
De icono del exceso a caso test para la gestión moderna
En los años sesenta, la pesquería de bacalao del Norte era sinónimo de abundancia. La llegada de los grandes arrastreros factoría europeos disparó las capturas hasta un máximo de 810.000 toneladas en 1968, unas tres veces más que la media de los años cincuenta. Sin zona económica exclusiva de 200 millas todavía en vigor, el caladero funcionaba de facto como un recurso de acceso casi abierto.
El desplome fue igual de espectacular. A finales de los setenta las capturas caen en picado; un breve repunte en los ochenta precede al colapso final. El 2 de julio de 1992, el Gobierno canadiense decreta la moratoria total sobre el bacalao del Norte, el mayor cierre industrial de la historia del país. El esperado rebote biológico nunca llegó en la forma que muchos imaginaban: décadas de sobrepesca, cambios ambientales y baja productividad mantuvieron la población en niveles peligrosamente bajos durante años.
A partir de 2010, las evaluaciones empiezan a detectar un crecimiento más consistente de la biomasa reproductora. El stock se estabiliza y muestra señales de recuperación, aunque muy lejos de los niveles de mediados del siglo XX. Con ese telón de fondo, en 2024 DFO reabre por primera vez la pesquería con un TAC de 18.000 toneladas. En 2025 decide ir un paso más allá y elevar la cuota hasta 38.000 toneladas.
“Fuera de la zona crítica”, pero lejos de la abundancia histórica
Según explica el equipo científico de DFO, la evaluación de enero de 2025 sitúa la biomasa del stock de bacalao del Norte en torno a 524.000 toneladas. Desde 2017, las estimaciones anuales oscilan entre 300.000 y 600.000 toneladas, dibujando un escenario de relativa estabilidad.
La clave, insisten los científicos, está en la posición del stock respecto al punto de referencia límite (LRP), el umbral por debajo del cual se considera que la población sufre un “daño grave”. Con el marco actual, el bacalao del Norte se sitúa aproximadamente al doble de ese límite, y las probabilidades de estar en la “zona crítica” se reducen a un valor muy bajo.
Para parte del sector, como las empresas que ya han retomado mareas de bacalao en alta mar, estos datos avalan la reapertura y el aumento de cuota. Hablan de una población «reconstruida en buena medida», capaz de sostener una pesquería comercial moderada, lejos de los ritmos de extracción que llevaron al colapso.
Sin embargo, organizaciones como Oceana Canadá dibujan una lectura muy distinta. A su juicio, el Gobierno ha cedido a presiones políticas y socioeconómicas, “sacrificando una oportunidad de reconstrucción a largo plazo a cambio de beneficios a corto plazo para unos pocos operadores”. Critican que se haya optado por doblar el TAC con un stock aún frágil y con previsiones de posible descenso, abriendo la puerta a repetir errores del pasado.
Ecosistemas cambiantes: capelín, clima y nuevos límites biológicos
Una de las grandes novedades en la gestión de esta pesquería es la incorporación formal de variables ecosistémicas en las evaluaciones. Entre ellas destaca el capelín, un pequeño pez forrajero que es presa esencial del bacalao.
En los últimos años, los índices de biomasa de capelín han mejorado de forma notable, lo que podría estar facilitando la recuperación del bacalao. A ello se suman otros factores, como ciertas condiciones de temperatura y productividad del océano que, en determinadas fases, parecen favorecer al stock.
Pero el cuadro no es idílico. El fortalecimiento de la corriente de Labrador, que arrastra aguas muy frías y dulces provenientes del deshielo ártico, ha reducido la productividad del sistema en algunos periodos. Varios científicos señalan que estas condiciones, ligadas al cambio climático, han limitado la capacidad de rebote del bacalao incluso durante los años de moratoria casi total.
En otras palabras: aunque la mortalidad por pesca se ha mantenido casi en cero durante décadas, la naturaleza del ecosistema ha cambiado, y con ella el “techo” posible de la biomasa. El stock, aun protegido de la sobrepesca, podría no volver nunca a las cifras de 800.000 toneladas de capturas anuales de los años sesenta.
Un nuevo LRP, la misma cantidad de peces pero otra interpretación
El cambio más polémico está en la propia “regla del juego”: la revisión del punto de referencia límite (LRP).
Hasta hace pocos años, el LRP se calculaba tomando como referencia las evaluaciones de los años ochenta, en un océano distinto y con un stock que funcionaba bajo otras condiciones ambientales. Ese patrón hacía que el bacalao del Norte apareciera aún como un stock lejos de la recuperación, pese a los signos recientes de estabilización.
En 2023, DFO actualiza el marco de evaluación e incorpora un LRP basado en la biomasa asociada al rendimiento máximo sostenible (MSY). Ese ajuste desplaza el umbral hacia abajo: la cantidad de bacalao en el mar no ha cambiado de repente, pero la manera de interpretarla sí. A juicio del equipo científico, el antiguo LRP era inalcanzable y no reflejaba la realidad de un ecosistema transformado.
Las ONG más críticas ven en este movimiento un riesgo de “rebajar el listón” para justificar una reapertura acelerada. Los científicos oficiales lo defienden como una puesta al día necesaria para trabajar con objetivos realistas y coherentes con el contexto actual.
Gestión adaptativa, riesgo aceptable y lecciones de un colapso
Más allá del debate técnico, la cuestión de fondo es cuánto riesgo está dispuesta a asumir la sociedad con una pesquería marcada por un trauma histórico.
Quienes apoyan el aumento de TAC subrayan que el bacalao del Norte es hoy un stock intensamente monitorizado, con campañas de investigación anuales, datos robustos y un nivel de escrutinio público excepcional. El diseño actual permitiría corregir el rumbo con rapidez si los indicadores se deterioran: cuotas revisables cada año, señales de alarma cuando el stock se acerque de nuevo a la zona crítica y una mortalidad por pesca aún muy baja en comparación con otras pesquerías de bacalao del Atlántico Norte.
Los detractores recuerdan que la recuperación ha sido extraordinariamente lenta, que el crecimiento parece haberse estancado desde 2017 y que cualquier paso en falso puede costar otra década perdida para las comunidades costeras. Reclaman que, tratándose del “caso escuela” de sobrepesca del planeta, Canadá debería optar por el máximo nivel de precaución y esperar a que la tendencia de mejora sea clara y sostenida antes de ampliar cuotas.
Un laboratorio global de cómo pescar en un océano distinto
La reapertura del bacalao del Norte y el posterior aumento de cuota no son solo una cuestión canadiense. Para la comunidad internacional, esta pesquería funciona como un laboratorio de gestión en un océano alterado por el clima, donde referencias históricas ya no sirven y donde se obliga a revisar puntos de referencia, metas de reconstrucción y tolerancia al riesgo.
Probablemente, el bacalao del Norte nunca volverá a ser lo que fue en la década de 1960. Pero eso no significa que esté condenado al colapso permanente. Entre el inmovilismo del “mejor no tocar nada” y la temeridad de “volver a pescar como antes” se abre un espacio estrecho, complejo y profundamente político: el de una pesquería moderada, adaptativa y vigilada al milímetro, capaz de generar empleo sin agotar el capital natural.
Si Canadá logra mantener ese equilibrio —y corregir con rapidez cualquier desvío— el bacalao del Norte podría pasar a la historia no solo como símbolo de la sobrepesca, sino también como ejemplo de cómo una pesquería colapsada puede encontrar un nuevo punto de estabilidad en un mar que ya no es el mismo.
