El pionero polar presentó en Maritime Blue Growth su Trineo de Viento, una infraestructura científica cero emisiones nacida de 40.000 kilómetros de expediciones por Ártico y Antártida
En el foro Maritime Blue Growth, celebrado en Cádiz, el público venía a escuchar de puertos, energía marina y economía azul. Pero cuando Ramón Hernando de Larramendi tomó la palabra, el auditorio se desplazó de golpe a otro mapa: el del Ártico, la Antártida y las grandes extensiones de hielo que, durante décadas, han sido su lugar de trabajo.
“Las regiones polares son casi un mundo paralelo, que muchos sienten como si no existiera”, explicó. Un mundo que él ha recorrido durante más de 40.000 kilómetros y que conoce no solo como explorador, sino como diseñador de una de las herramientas más singulares de la ciencia polar actual: el Trineo de Viento, un vehículo eólico único en el mundo, capaz de navegar sobre hielo impulsado por cometas y energía solar, sin combustibles fósiles.
Su intervención en Maritime Blue Growth mezcló relato personal, advertencia climática y propuesta tecnológica: cómo una idea “aparentemente loca” –navegar sobre mares de hielo con viento como único motor– se ha convertido en una infraestructura científica española al servicio de la investigación polar.
De Madrid al hielo: un explorador forjado a golpe de travesías
Ramón H. Larramendi (Madrid, 1965) no nació junto al mar ni en una comunidad polar. Se formó como explorador desde cero, encadenando proyectos cada vez más ambiciosos:
- A los 19 años cruzó los Pirineos con esquís, del Atlántico al Mediterráneo, y repitió la ruta en solitario al año siguiente.
- Participó en Transislandia 85, cruzando el interior de Islandia sobre esquís y sus grandes glaciares.
- En 1986 formó parte de la primera expedición española al casquete de Groenlandia, 700 kilómetros en 55 días.
- En 1988 circunnavegó la península ibérica en kayak (3.500 km en 108 días) y, en 1989, recorrió en kayak la costa de Noruega de norte a sur (2.500 km).
Estos viajes le dieron algo más que experiencia física: le abrieron la puerta a los territorios polares y le colocaron en el radar de los medios. Con el premio Nescafé “Tu aventura vale un millón” pudo financiar la Transgroenlandia y empezó a perfilar un camino que ya no tendría vuelta atrás.
La Expedición Circumpolar: tres años, 14.000 kilómetros y un antes y un después
El gran salto llegó en 1990. A los 24 años, Larramendi se lanzó a la Expedición Circumpolar, un proyecto que ningún humano había completado antes y que nadie ha repetido: 14.000 kilómetros entre Groenlandia y Alaska, atravesando el Paso del Noroeste únicamente con trineo de perros y kayak.
Durante tres años, hasta marzo de 1993, avanzó sobre un territorio que mezclaba hielo marino, archipiélagos remotos y poblaciones inuit dispersas. En el camino:
- Alcanzó el polo norte geomagnético con 25 años, convirtiéndose en el más joven en lograrlo.
- Convivió con las comunidades inuit, aprendiendo su idioma y su cultura.
- Interiorizó los códigos de una forma de vida en la que la sencillez y la fiabilidad del equipo son cuestión de supervivencia.
Aquella expedición, recogida por National Geographic y seguida de cerca por medios internacionales, lo situó definitivamente entre los grandes exploradores polares contemporáneos. Y le dejó claro algo que hoy reivindica ante el sector marítimo: “en un entorno tan extremo, cada fallo de diseño, cada exceso, se paga caro; esa lógica deberíamos aplicarla también a cómo usamos los océanos”.
Groenlandia como laboratorio: nace el Trineo de Viento
Groenlandia se convirtió pronto en su segundo hogar. Ya la conocía desde 1986, pero tras la Circumpolar su relación se hizo permanente: ha pasado inviernos completos con los inuit de Thule, ha recorrido repetidamente el casquete polar y, desde 1997, dirige la agencia Tierras Polares, pionera en España en viajes a regiones árticas y antárticas.
En 1999, Larramendi dio un giro de tuerca a su forma de explorar. Empezó a diseñar un vehículo capaz de desplazarse sobre el hielo impulsado por grandes cometas: una especie de “catamarán polar” apoyado en la sencillez de los trineos inuit.
Los primeros prototipos se probaron en Canadá y, más tarde, en Groenlandia para el programa Al filo de lo imposible de TVE. Pronto llegaron las grandes travesías con este nuevo concepto:
- Transgroenlandia 2001: 2.225 km en 32 días, con récord mundial de distancia en una jornada y la primera ruta sur–norte Narsaq–Qaanaaq.
- Nuevas travesías sur–norte y este–oeste en 2002 y 2003, afinando el diseño.
- En 2014, la primera circunnavegación de Groenlandia por el interior del casquete con un vehículo eólico, 4.300 km en una sola campaña.
- En 2016, una ruta de 2.000 km transportando 2.000 kilos de carga y alcanzando la cumbre de hielo a más de 3.200 metros, ya en plena colaboración con proyectos científicos sobre cambio climático.
En paralelo, Larramendi consolidaba su papel como divulgador (libros, participaciones en Al filo de lo imposible) y como referente institucional: forma parte de la Junta Directiva de la Sociedad Geográfica Española y alterna su vida entre España y el sur de Groenlandia.
Antártida: del reto geográfico al laboratorio móvil
El siguiente escenario fue la Antártida. Allí, el Trineo de Viento tuvo que demostrar que era algo más que una curiosidad:
- Transantártica 2005-2006: primera travesía del continente con un vehículo movido por energías renovables. El equipo español alcanzó el polo de inaccesibilidad del hemisferio sur, el punto más remoto del océano, y recorrió 4.500 kilómetros en 62 jornadas.
- Polo Sur sin límites (2009): Larramendi guió una expedición inclusiva con personas con discapacidad hasta el Polo Sur geográfico, 250 km en 12 días a base de esquís y trineos.
- Expedición Acciona Windpowered Antártica (2011-2012): primera vez que se alcanzó el Polo Sur geográfico con un vehículo movido únicamente por energía eólica. Se recorrieron 3.500 km en 34 días, combinando exploración y recogida de muestras para centros como el CNRS francés, el CSIC y la Universidad Autónoma de Madrid.
Estas campañas demostraron que el Trineo de Viento no era solo un ingenio aventurero, sino una plataforma científica viable, capaz de transportar toneladas de equipamiento y generar su propia energía a partir del viento y el sol. La Sociedad Geográfica Española premió aquella expedición, reforzando su reconocimiento internacional.
El Trineo de Viento hoy: infraestructura española y referencia mundial
En Maritime Blue Growth, Larramendi explicó la evolución técnica del Trineo de Viento: de un prototipo “casi artesanal” a un convoy articulado de entre 10 y 20 metros, con cuatro módulos, capacidad para hasta ocho personas y entre 2.000 y 3.000 kilos de carga, alimentado por cometas y placas solares.
Su planteamiento es simple y radical:
- Cero emisiones: no usa combustibles fósiles para desplazarse por el casquete.
- Mínima logística: se desmonta, entra en un avión pequeño y requiere muchos menos recursos que un convoy de orugas tradicional.
- Máxima resiliencia: todo es reparable en medio de la nada, con herramientas básicas, siguiendo la filosofía inuit.
Tras más de una década de pruebas, España ha incorporado el Trineo de Viento como quinta gran infraestructura científica polar, junto al buque Hespérides y las bases antárticas. El objetivo es que a partir de 2026 pueda realizar campañas bianuales atravesando la Antártida oriental, instalando estaciones meteorológicas en los lugares más fríos del planeta y apoyando proyectos de glaciología, cambio climático, química atmosférica o geofísica.
“No hay en el mundo otro sistema capaz de operar de forma tan limpia y con tanta autonomía en el interior del continente antártico”, defendió Larramendi ante los asistentes al foro.
Ciencia, cultura inuit y adaptación al cambio climático
Más allá del trineo, el explorador desarrolla proyectos que conectan tecnología, ciencia y cultura local. Uno de ellos es Inuit Climate Change Patrol, que pretende documentar el impacto del cambio climático en la región de Thule combinando el conocimiento tradicional inuit con herramientas científicas modernas. Su objetivo es que no desaparezca una cultura amenazada por el deshielo y la transformación del Ártico.
A la vez, desde Tierras Polares ha impulsado el turismo responsable hacia estas regiones, tratando de que el viajero comprenda la fragilidad de los ecosistemas polares y el valor de las comunidades que los habitan.
Un mensaje para la economía azul: innovar sin repetir los errores del sur
En Cádiz, ante un público centrado en puertos, shipping y energía marina, Larramendi utilizó su historia como espejo del debate sobre la economía azul:
- Advirtió del fin del “excepcionalismo ártico”: el hielo se retira, se abren nuevas rutas, aumentan la militarización y la presión sobre recursos como el petróleo de Groenlandia.
- Recordó que el Ártico se calienta cuatro veces más rápido que el resto del planeta y que las decisiones sobre transporte, energía y explotación en esas latitudes tendrán efectos globales.
- Y defendió que hay margen para hacer las cosas de otra manera: “Si podemos cruzar la Antártida sin una gota de combustible, ¿qué excusa tenemos para no innovar en la misma dirección sobre el océano?”.
Desde los Pirineos a los casquetes polares, desde el kayak al Trineo de Viento, la trayectoria de Ramón H. Larramendi es también una invitación al sector marítimo: mirar hacia los polos no solo como frontera económica, sino como escenario de prueba de tecnologías que hagan posible una economía azul de verdad sostenible.
Porque, como recordó en Maritime Blue Growth, “la ciencia y la tecnología pueden mover el mundo, incluso sobre hielo; lo importante es decidir hacia dónde lo queremos mover”.
