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viernes, diciembre 5, 2025
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Puertos, eólica marina y pesca reclaman pasar de los discursos a los hechos en la Economía Azul

En una mesa titulada “¿Están teniendo en cuenta la Economía Azul?”, puertos, industria eólica y sector pesquero coincidieron en lo esencial: sin energía disponible, seguridad jurídica y diálogo real, la economía azul corre el riesgo de quedarse en “chau chau”

La pregunta que daba título a la mesa era directa –“¿Están teniendo en cuenta la Economía Azul?”–, pero la presidenta de la Autoridad Portuaria de la Bahía de Cádiz, Teófila Martínez, propuso matizarla desde el inicio: “Lo que falta es el ‘cómo’. La economía azul ya está en casi todo lo que hacemos; el reto es cómo la estamos aplicando de verdad”. A su lado, el director general de la Asociación Empresarial Eólica (AEE), Juan Virgilio Márquez, y el presidente de la Plataforma en Defensa de la Pesca y de la Federación Nacional de Cofradías, Basilio Otero, completaban una mesa tan heterogénea como representativa del nuevo triángulo de la economía azul: puertos, energía y pesca, moderada por Noelia Ortega.

Martínez quiso situar el debate en una perspectiva larga: “En Cádiz vivimos de economía azul desde los fenicios: comercio, transporte marítimo, pesca… Ahora todo el mundo habla de economía azul, pero para los puertos no es una etiqueta, es una obligación”. Recordó que los puertos están llamados a jugar “un papel fundamental y estratégico en la transición a la economía sostenible” y que ya no basta con ser meros puntos logísticos de entrada y salida de mercancías: “Tenemos que convertirnos en ecosistemas de innovación, articulando sectores como la pesca, la energía y la tecnología”.

En el ámbito pesquero, Martínez describió un cambio profundo: “Nuestras lonjas ya no reciben mayoritariamente pescado de los barcos, sino de camiones frigoríficos desde Mauritania o Marruecos. Eso nos obliga a modernizar instalaciones, incorporar tecnología y garantizar trazabilidad si queremos seguir siendo relevantes en la cadena de valor”. Para la presidenta gaditana, los puertos son también espacios ideales para integrar renovables –placas fotovoltaicas, parques eólicos, hidrógeno verde– y convertirse en auténticos “hubs energéticos” capaces de suministrar electricidad a buques y flotas terrestres.

Como ejemplo, citó el eco-parking para camiones del puerto de Cádiz, gestionado por una empresa privada, que permite que hasta 300 vehículos diarios se conecten a la red eléctrica mientras esperan embarcar. Y destacó el proyecto de suministro OPS (electricidad a buques atracados) al primer crucero en España: “Si solo electrificamos un muelle no sirve de nada: necesitamos que sea el sistema portuario en su conjunto, y para eso hace falta algo básico que hoy no está garantizado: que Red Eléctrica nos asegure el suministro renovable. Si no hay energía disponible, todo lo demás es papel mojado”.

Martínez fue especialmente crítica con el riesgo de que solo los grandes puertos puedan cumplir los objetivos verdes: “Si solo pueden desarrollar estas políticas Barcelona, Valencia, Bilbao, Huelva o Algeciras, entonces no tenemos un sistema portuario equilibrado, tenemos una horda. El Estado tiene que velar para que todos los puertos, grandes y pequeños, puedan ofrecer servicios sostenibles”.

Desde la eólica marina, Juan Virgilio Márquez trazó un diagnóstico igual de claro: “La eólica marina en España está parada, sobre todo por la regulación. En este sector nada se mueve sin una decisión política: hacen falta subastas, reglas de juego y permisos. Y ahora mismo, tras planes, rutas y decretos, tenemos ‘silencio radio’”. Recordó que existe una hoja de ruta aprobada en 2021, planes de ordenación del espacio marítimo con polígonos identificados y un marco procedimental, “pero sin subastas no hay mercado”.

Virgilio insistió en que el momento es crítico porque la tecnología flotante –destinada a aguas profundas como las de España– abrirá un mercado global donde la competencia de Asia será feroz: “Nuestros astilleros y empresas se han posicionado bien en la eólica fija, pero ese mercado es limitado. La flotante será global y, si no arrancamos ya con un mercado piloto en España, no seremos competitivos”. Puso como ejemplo Canarias, donde el 80 % de la electricidad sigue generándose con fuel y las renovables en tierra tienen fuertes limitaciones: “Si hoy lanzáramos la regulación y la subasta, el primer parque flotante comercial podría estar operativo en 2033. Hasta entonces, todo seguiría igual. Pero a partir de entonces ahorraríamos más de 100 millones de euros al año al contribuyente solo en costes eléctricos”.

El director de la AEE recordó, además, el potencial industrial de un mercado piloto con apenas cuatro parques repartidos entre Galicia, Canarias y Mediterráneo: “Estamos hablando de miles de toneladas de acero y hormigón, trabajo para los astilleros y para toda la cadena auxiliar durante años. No es una invasión de molinos, es una oportunidad industrial y climática que ahora mismo se está escapando”.

Desde el sector pesquero, Basilio Otero reivindicó que “el mar ya es economía azul desde siempre, no por el color del agua, sino porque todo lo que hacemos se ajusta a esa definición”. Y quiso dejar claro que la pesca no es el freno a la transición, sino un actor que ya está intentando avanzar: “Estamos a años luz en descarbonización respecto a otros sectores. Llegamos a plantear con Repsol un buque a hidrógeno, pero el poder calorífico es cuatro veces inferior al diésel y, tal como Europa sigue midiendo la capacidad extractiva por kilovatios y GT, es inviable meter cuatro veces más combustible. Necesitamos reglas adaptadas a la realidad”.

Otero subrayó la urgencia de renovar una flota con edad media superior a 35 años, mejorar la habitabilidad a bordo y disponer de fondos europeos más ambiciosos: “No podemos tener barcos del siglo XIX con marineros del siglo XXI. Y con un Fondo Europeo Marítimo y de Pesca recortado y diluido, es imposible plantear la transición energética que todos dicen querer”. También alertó del riesgo para la soberanía alimentaria europea: “Entre pesca y acuicultura solo cubrimos el 30 % de lo que consumimos; el 70 % restante viene de terceros países. ¿Queremos seguir perdiendo barcos y empleos? Desde la entrada en la UE hemos pasado de 20.000 a 8.500 buques. No podemos permitirnos perder ni uno más”.

Sobre la convivencia con la eólica marina, el presidente de las cofradías se mostró dispuesto al diálogo –“cuando no tengamos nada más de qué hablar, habrá que seguir dialogando”–, pero reclamó ciencia y tiempo: “Llevamos años pidiendo al Instituto Español de Oceanografía mapas de distribución espacial de especies en las zonas donde se quieren instalar los parques. Es increíble, pero no existen. No sabemos a qué especies afectarán el ruido, las cadenas, los cables o los campos electromagnéticos. Esos informes son de largo recorrido y se encargaron tarde; ahora todos tenemos prisa y todos vamos tarde”.

Uno de los momentos más vivos del debate llegó cuando se planteó si los parques eólicos podrían funcionar como reservas marinas de facto, al estilo de la del Hierro: zonas con restricciones que acaban generando más vida y beneficios para el turismo y la pesca. Otero fue prudente: primero hay que saber si habrá realmente biodiversidad más allá de los primeros organismos que se adhieren a las estructuras; Márquez recordó que, en cualquier caso, cada parque necesitará su estudio de impacto ambiental específico, que evaluará no solo la biodiversidad, sino también los impactos socioeconómicos y la coexistencia con otras actividades: “Si no hay acuerdos, ese estudio no será favorable. Pero tampoco podemos quedarnos en la parálisis por el análisis: hace falta ponerse de acuerdo en unas pocas zonas piloto, de tamaño limitado, y empezar”.

En su intervención final, Teófila Martínez volvió a la idea de fondo: la economía azul no puede construirse solo a golpe de eslóganes ni de marcos estratégicos con horizontes 2030 si luego los proyectos tardan cinco años en superar trámites o la energía verde no llega a los muelles. “Si la regulación va por un lado, la iniciativa privada por otro y la red eléctrica por ninguno, estamos vendiendo humo”, advirtió. Y lanzó un mensaje que resumió el espíritu de la mesa: “Hay talento, hay empresas y hay sectores –puertos, energía, pesca– dispuestos a innovar. Lo que falta es una cultura real de innovación compartida entre lo público y lo privado. Si no la construimos ya, la economía azul seguirá estando en los discursos, pero no en la vida de la gente que necesita trabajo y futuro en el mar”.

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