El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca ha supuesto un golpe severo para la industria eólica marina, con la suspensión de permisos, la anulación de 49 gigavatios de proyectos y la parálisis del mercado energético.
Las grandes expectativas generadas durante la presidencia de Joe Biden para convertir a Estados Unidos en una potencia mundial de la energía eólica marina se han desvanecido. Con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, el sector ha entrado en un estado de hibernación que amenaza con frenar el desarrollo de una de las principales apuestas de la transición energética.
Ninguno de los promotores de parques eólicos marinos que operaban en el mercado estadounidense mantiene ya ilusiones. Las depreciaciones de activos reflejadas en sus balances muestran el alcance de la crisis. Según explican los operadores, se han topado con un auténtico muro anti-eólico, alentado desde la propia administración federal, que ha multiplicado los obstáculos administrativos y legales.
La orden ejecutiva firmada el 20 de enero, el mismo día de la investidura de Trump, no solo prohibió conceder nuevos permisos para proyectos eólicos marinos, sino que también puso en cuestión autorizaciones previamente concedidas. Como consecuencia, “se han cancelado 49 gigavatios (GW) de energía eólica marina”, señala Yvan Gelbart, analista de la empresa francesa Spinergie, especializada en datos marítimos. Gelbart detalla que estas anulaciones afectan a 31 proyectos o zonas ya adjudicadas para la instalación de parques eólicos en el mar.
Uno de los casos más representativos es el del proyecto Revolution Wind, desarrollado por la danesa Ørsted. Pese a estar construido en un 80 %, la compañía se vio obligada por la administración Trump a detener las obras, hasta que una resolución judicial permitió retomar los trabajos. El parón supuso importantes pérdidas económicas y puso en evidencia la fragilidad del marco regulatorio actual.
Las consecuencias no se limitan a las empresas afectadas. Los Estados costeros como Massachusetts, Nueva York o Nueva Jersey, que habían apostado por el viento marino para diversificar su matriz energética, temen ahora un colapso de sus planes climáticos y una pérdida significativa de empleos e inversiones.
El giro político de Washington contrasta radicalmente con la estrategia de la anterior administración. El presidente Joe Biden había fijado el objetivo de alcanzar 30 GW de potencia eólica marina instalada en 2030, apoyándose en fuertes incentivos públicos y en la colaboración con compañías europeas.
Hoy, ese horizonte se desvanece. La combinación de incertidumbre regulatoria, litigios judiciales y un clima político hostil ha devuelto a la industria eólica marina estadounidense a una situación de bloqueo. Para muchos expertos, el sueño americano del viento marino se ha convertido en un espejismo.
