La industria pesquera argentina atraviesa una crisis sin precedentes. En lo que va de 2025 se registró un derrumbe histórico de la actividad, con cifras alarmantes: la producción industrial pesquera marítima cayó más de 80% interanual en julio, y la actividad de la flota de buques congeladores se desplomó en torno al 90% El principal recurso de exportación, el langostino patagónico, prácticamente colapsó: en julio la captura de crustáceos se hundió un 96% respecto al año anterior. Este frenazo súbito en la pesca ha dejado más de 113 barcos congeladores amarrados en puerto desde marzo y a unos 5.000 marineros sin trabajo, ocasionando pérdidas exportadoras estimadas en más de 200 millones de dólares Se trata, según referentes del sector, del momento más crítico en la historia reciente de la actividad pesquera argentina.
Causas de un colapso sin precedentes
Diversos factores económicos y sectoriales confluyeron para detonar esta crisis pesquera. Entre las causas principales se destacan:
- Derrumbe de los precios internacionales: El valor del langostino salvaje argentino en el mercado mundial se desplomó cerca de un 60% en los últimos años (de ~US$12 el kilo a ~US$5) debido a la sobreoferta global y la competencia del langostino de cultivo (vannamei) más barato. Esto redujo drásticamente los ingresos por exportaciones (en 2017 las exportaciones de langostino superaron los US$1.000 millones, hoy el potencial anual ronda US$600 millones). La pesca, que es el octavo complejo exportador del país, vio caer su aporte en divisas por la baja de precios internacionales y demanda.
- Aumento de costos y carga impositiva: La fuerte inflación y devaluación interna encarecieron los costos operativos en dólares, sumándose al incremento de impuestos específicos. Por ejemplo, el nuevo gobierno aplicó un fuerte aumento en el Derecho Único de Extracción (DUE) –un canon por captura–, encareciendo aún más la actividad. Las empresas señalan que la estructura de costos (combustible, insumos, tripulación, etc.) se volvió insostenible sin ajustes o alivio fisca De hecho, el propio gobierno de Javier Milei evalúa finalmente reducir o eliminar las retenciones (impuestos a la exportación) pesqueras ante los reclamos del sector
- Conflicto gremial y parálisis de la flota: La brusca caída de la rentabilidad desató un fuerte conflicto laboral entre las empresas langostineras (flota congeladora tangonera) y los sindicatos de tripulantes. El convenio vigente garantizaba a los marineros un “premio por producción” calculado con un precio del langostino de US$12/kg (fijado en 2005), muy por encima de los precios actuales. Las cámaras empresarias exigieron adecuar el convenio a la nueva realidad (reduciendo ese pago variable), pero los sindicatos se negaron inicialmente a cualquier rebaja salarial. El resultado fue un paro total: 113 buques congeladores quedaron paralizados en puertos desde Mar del Plata hasta Ushuaia y 5.000 trabajadores quedaron en tierra sin percibir los ingresos habituales por producción. Tras meses de negociaciones tensas y millonarias pérdidas, recién a comienzos de agosto se logró un acuerdo parcial: los marineros aceptaron un recorte salarial del 9% por viaje, solo por esta temporada, para destrabar la salida de la flota No obstante, la tardía reanudación de la zafra dejó daños difíciles de revertir.
- Débil mercado interno y factores estructurales: La demanda local de productos del mar es mínima en Argentina (consumo de apenas 7 kg per cápita al año, el más bajo de la región), por lo que no pudo compensar la caída de las ventas externas. El sector depende casi enteramente de la exportación, quedando expuesto a shocks externos. Asimismo, la fragmentación en la representación gremial-empresarial dificultó acordar soluciones rápidas. Tanto sindicatos como empresas terminaron reclamando al Estado medidas de emergencia (reducción del DUE, combustibles sin impuestos, alivios en cargas sociales) para hacer viable la actividad sin sacrificar totalmente los ingresos de los trabajadores.
Impacto en los puertos de Mar del Plata y la Patagonia
Los efectos de la crisis se sienten a lo largo de toda la costa, golpeando especialmente a los principales puertos pesqueros del país. La flota congeladora sigue amarrada en terminales clave como Mar del Plata, Puerto Madryn, Puerto Deseado (Santa Cruz) y Ushuaia, incluso ya avanzada la temporada de langostino. Esto ha repercutido en cascada sobre las plantas procesadoras, transportistas, comercios locales y miles de familias que dependen de la pesca.
En la Provincia de Chubut, donde el langostino es motor económico, la paralización de la zafra tuvo efectos dramáticos. Puerto Madryn, uno de los puertos langostineros patagónicos por excelencia, prácticamente no registró actividad: sus desembarques de langostino se desplomaron un 96% este año (apenas 2.034 toneladas frente a 55.000 toneladas de Rawson, que logró operar con flota artesanal). En contraste, Rawson –puerto chubutense de flota costera fresquera– tuvo una temporada de verano excepcional y aumentó 34% sus capturas, aprovechando una buena disponibilidad del recurso antes del conflicto. Sin embargo, la paralización de la flota de altura afectó a otras localidades patagónicas: Camarones sufrió una caída de 87% en sus descargas y Caleta Paula del 68%, reflejando la contracción generalizada En palabras de empresarios locales, “para una ciudad como Madryn, donde miles de familias dependen de la pesca, esto es crítico”, agravando la situación social en la región.
Por su parte, en Mar del Plata –el principal puerto pesquero del país– la crisis combinó la falta de materia prima y problemas financieros, provocando suspensiones masivas y cierres de plantas procesadoras. Las descargas de langostino en MDP cayeron un 62% interanual (solo 2.600 toneladas en el periodo analizado), reflejando la inactividad de sus buques tangoneros. Sin langostino ni otros recursos suficientes, muchas plantas trabajan muy por debajo de su capacidad. Un caso emblemático es el frigorífico Ostramar, empresa marplatense dedicada al procesamiento de pescado fresco, que anunció su cierre tras arrastrar más de tres meses sin operar ni pagar salarios. Ostramar –una firma histórica de la ciudad– acumuló deudas salariales y fiscales a tal punto que rechazó incluso las ayudas financieras ofrecidas por el gobierno provincial, persistiendo en su decisión de clausurar la planta y dejar sin empleo a 45 trabajadores directos Este no es un hecho aislado: cámaras empresarias advierten que “la paralización de la flota congeladora genera daño económico en localidades como Mar del Plata, Puerto Madryn, Puerto Deseado y Ushuaia”, golpeando a las economías regionales pesqueras en su conjunto.
Pérdidas económicas y sociales incalculables
El impacto socioeconómico de esta crisis pesquera es enorme. Según datos gremiales, los conflictos laborales y parálisis en las principales terminales pesqueras del país han dejado a más de 6.000 familias sin sustento en los últimos meses. En Mar del Plata, solo entre suspensiones y despidos en plantas harineras y fileteras, se estiman cientos de trabajadores cesanteados (fuentes sindicales hablan de más de 600). A nivel nacional, el empleo formal en la pesca ya refleja la caída: se pasó de 15.100 puestos registrados en febrero a 14.400 en mayo de 2025 una pérdida de alrededor de 700 empleos en solo un trimestre, sin contar el empleo informal afectado. La mayoría de los 5.000 marineros de buques congeladores cobraron apenas su sueldo básico durante meses (unos $500.000 pesos, frente a los millones que solían ganar con las comisiones por pesca), resintiendo el ingreso de sus hogares y las comunidades donde viven.
En términos de divisas, el sector calcula que ya se han perdido más de US$200 millones en exportaciones de langostino que no se realizaron. Cabe recordar que la pesca argentina genera habitualmente unos US$2.000 millones anuales en exportacionesy emplea a miles de personas de manera directa e indirecta. De prolongarse la inactividad, no solo se pierden ingresos presentes sino también mercados internacionales conquistados con esfuerzo durante años, poniendo en riesgo la continuidad de muchas empresas. Incluso con la reciente reactivación parcial de la zafra langostinera (tras el acuerdo salarial de emergencia), será difícil recuperar las semanas perdidas de campaña. Cada día de barcos parados implica trabajo y divisas que no retornan, afectando a toda la cadena productiva –desde la tripulación y los estibadores portuarios hasta los fileteros, transportistas, frigoríficos y exportadores.
Los actores del sector coinciden en que esta es la peor crisis pesquera en décadas, y temen que sin medidas urgentes podría dejar secuelas permanentes. La pesca es un sector estratégico para la Argentina regional: representa cerca del 4% de las exportaciones totales del país y genera unos 46.000 empleos directos a nivel nacional. La sostenibilidad económica y social de comunidades enteras (en Chubut, Santa Cruz, Tierra del Fuego y Buenos Aires) depende de que se logre revertir esta situación. Empresarios, gremios y gobiernos locales han pedido al Estado nacional acciones contundentes para aliviar costos y mejorar la competitividad, mientras que los sindicatos exigen proteger los salarios y el trabajo.
En síntesis, la crisis pesquera argentina de 2025 se explica por una tormenta perfecta de factores económicos adversos –precios internacionales en baja, costos internos en alza– sumados a la falta de acuerdos oportunos entre partes, que derivó en una parálisis productiva inédita. Sus efectos ya se manifiestan en números rojos y dramas sociales en Mar del Plata y los puertos patagónicos. Superar este colapso requerirá de consensos urgentes entre el gobierno, los trabajadores y las empresas para reactivar la actividad antes de que el daño sea irreparable. Como resumió un marinero en plena protesta: “Cada día que pasa se pierde trabajo, competitividad y futuro”. Las próximas decisiones serán cruciales para rescatar a la pesca argentina del abismo y preservar los miles de puestos de trabajo y comunidades que dependen del mar.
