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“Menos sal, más salud”: una advertencia científica sobre el consumo excesivo de sal en España

La profesora Aránzazu Aparicio alerta en el VII Encuentro de los Mares del impacto silencioso del sodio en la salud cardiovascular, ósea, cognitiva y renal

Durante su intervención en el VII Encuentro de los Mares, la doctora Aránzazu Aparicio Vizuete, profesora titular del Departamento de Nutrición y Ciencia de los Alimentos de la Facultad de Farmacia de la Universidad Complutense de Madrid, lanzó un mensaje claro y urgente: el consumo excesivo de sal en España es un riesgo sanitario de primer orden, con efectos que van mucho más allá de la hipertensión.

“La sal está presente en la mayoría de los alimentos procesados que consumimos, y aunque muchas veces no la veamos, sus efectos en el organismo son notables”, explicó la investigadora. Aparicio destacó que aproximadamente un tercio de los adultos españoles y entre un 25% de los escolares ya padecen hipertensión, muchos de ellos sin diagnosticar, debido a que esta enfermedad es silenciosa en sus fases iniciales.

El impacto de la sal en el cuerpo

La doctora explicó que el exceso de sodio incrementa el volumen de sangre en el cuerpo, lo que genera una mayor presión contra las paredes arteriales. Esta hipertensión es el principal factor de riesgo para infartos, accidentes cerebrovasculares y deterioro cognitivo. Pero sus consecuencias van más allá.

“El exceso de sal también está vinculado al cáncer gástrico, a la pérdida de densidad ósea (osteoporosis) y a enfermedades renales, como los cálculos”, añadió Aparicio. Diversos estudios han mostrado que una ingesta elevada de sal incrementa hasta un 55% el riesgo de padecer cáncer de estómago. Además, sugiere una correlación con un deterioro de las funciones cognitivas, especialmente en personas mayores e hipertensas.

Un país salado: España duplica el consumo recomendado

En base a estudios desarrollados por su equipo, Aparicio advirtió que la población adulta española consume una media de 9,8 gramos de sal al día —casi el doble de los 5 gramos máximos recomendados por la Organización Mundial de la Salud—. En el caso de los niños, la situación es igualmente preocupante: muchos consumen más de 8 gramos diarios, sobre todo en edades tempranas.

Apenas el 20% de esa sal proviene del salero. El resto llega en forma “invisible” a través de alimentos procesados y ultraprocesados. “Con solo cuatro alimentos —embutidos, panes especiales, quesos y platos preparados— ya se alcanza el 57% del consumo diario”, explicó.

Alternativas para reducir el consumo

Aparicio propuso múltiples medidas tanto para consumidores como para la industria. Entre ellas, sustituir la sal por especias, utilizar técnicas culinarias que potencien los sabores naturales y aprender a leer correctamente las etiquetas nutricionales. “Un simple caldo comercial puede contener hasta dos gramos de sal por ración”, advirtió.

También señaló los avances logrados mediante convenios entre el Ministerio de Sanidad y el sector alimentario para reformular productos con menos sal. De hecho, más de la mitad de las categorías alimentarias implicadas han conseguido reducir su contenido en sodio en al menos un 16%.

¿Existe consenso en la comunidad científica?

Aparicio reconoció que no todos los expertos comparten el mismo enfoque sobre la reducción drástica de sal. Algunos estudios, como el proyecto internacional PURE, cuestionan la necesidad de fijar una cantidad exacta de sodio a reducir y abogan más bien por adoptar patrones dietéticos saludables, como la dieta DASH o la mediterránea. “Es importante no focalizar solo en un nutriente. Nosotros no comemos sodio, comemos alimentos que contienen muchos componentes beneficiosos”, concluyó.

El mensaje: todos somos parte del cambio

La profesora finalizó su intervención con un llamamiento colectivo: “Reducir la sal es tarea de todos: consumidores, industria, restauración, científicos y responsables políticos. Promover una dieta saludable no solo previene enfermedades, sino que mejora nuestra calidad de vida”.

Bajo el lema “Menos sal, más salud”, el encuentro se cerró con un recordatorio simple pero contundente: cada cucharadita de sal cuenta… y cada decisión alimentaria también.

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