Los pescadores españoles estamos acostumbrados y aceptamos convencidos que en la gestión de los recursos pesqueros se utilice el principio de precaución, no solo por imperativo legal, sino por su importancia para una pesca sostenible. Por eso hemos tenido, hasta no hace mucho, una pesquería tan importante como el boquerón cerrada durante cinco años, y por eso llevamos 7 años con la pesquería de la cigala del Cantábrico cerrada, o con un Plan de Gestión en el Mediterráneo asfixiante para el sector por su draconiana reducción de días de trabajo para nuestros pescadores.
Nos guste más o menos, la aplicación de este principio lo acatamos y punto, aunque en casos como el citado de la cigala esté totalmente fuera de lugar dada la recuperación de este «stock». Y lo mismo en relación al Mediterráneo.
En la implantación de la eólica marina en España, el Gobierno encargado de redactar el Plan de Ordenación del Espacio Marino (POEM) se saltó este principio al repartir los posibles espacios destinados para la eólica marina en aguas españolas, y ahora, lo que es más grave, se lo salta también el Tribunal Supremo en una sentencia bochornosa no solo para los pescadores, sino para toda la sociedad civil, que ve cómo nuestra máxima instancia judicial abdica de aplicar la normativa internacional y nacional que obliga a los Estados a aplicar este principio en relación a las actividades que se puedan desarrollar en el medio marino.
El Gobierno de España, con la complicidad de algunos Ejecutivos autonómicos (y no pocos) ha decidido ignorar a la pesca, a nuestros ecosistemas marinos, y a la ciencia.
La Ministra de Transición Ecológica y Reto Demográfico se ha convertido, además, en una auténtica forofa de la eólica marina por encima de cualquier otra consideración.
La codicia de las energéticas no tiene fin y solo para las costas asturianas y gallegas ya se han presentado más de 14 proyectos que triplican los objetivos de España de este tipo de energía para el 2030. Para el Mediterráneo, el golfo de Cádiz y Canarias, más de lo mismo: un absoluto desenfreno al que por ahora nadie le ha puesto límites.
Los pescadores, mientras tanto, nos defendemos con uñas y dientes, porque lo que está en juego merece una defensa acérrima y sin paliativos. El Supremo ha dimitido de aplicar la ley, pero el sector acudirá al amparo del Constitucional y seguiremos hasta las instancias europeas si fuese necesario.
También seguiremos en la Mesa de Trabajo que tanto nos costó que se pusiera en marcha, participaremos en todos los foros en que nos llamen como el reciente taller del segundo ciclo de los POEM en Valsaín, y no dejaremos, en definitiva, de lanzar nuestro mensaje a unos y otros de que la implantación de la eólica marina no puede pasar por sacrificarnos, por ignorarnos.
Decía Ortega y Gasset que «toda realidad ignorada prepara su venganza». Pues eso
TORCUATO TEXEIRA