¿Pueden ser los vegetales marinos la clave para nuestro futuro?. Esta es la pregunta que se planteó en el III Encuentro de los Mares que ha finalizado en Andalucía con un éxito de las ponencias ofrecidas al demostrarse claramente la potencialidad de las algas y su enorme poder nutritivo. También se evidenció que la mar puede ser parte de la solución a los principales problemas que debe afrontar la humanidad: el cambio climático y la producción de alimentos. Todo ello, a través de una reforestación marina a gran escala que ayude a la captura de carbono o de los cultivos de algas o microalgas -el alimento del milenio- podemos cambiar el futuro. En la jornada inaugural se habló de reforestación submarina, de las propiedades nutritivas de las algas o de los límites de la pesca sostenible, pero brilló sobre todo el ingenio del cocinero que probablemente mejor ha entendido el diálogo entre ciencia y gastronomía. La paella que mostró Ángel León con solo agua, microalgas y colágeno de escamas es una muestra de que la despensa submarina tiene mucho más para ofrecer que lomos de pescado. El chef de Aponiente se dio a conocer en el oficio por revalorizar los peces de descarte convirtiéndolos en embutidos marinos, pero desde hace ya cinco años su objetivo declarado es llegar a servir un menú de cocina marinera sin pescado. A la espera de que sus investigaciones en torno a la zostera marina puedan proporcionar alimento a gran escala -el proyecto se ha profesionalizado en los últimos meses gracias a la colaboración de la Universidad de Cantabria-, el Chef del Mar ensayó con arroz de tierra cómo sería una paella elaborada solo a partir de agua con plancton y un colágeno extraído de las escamas que forma en la base de la paella un suculento ‘socarrat’ marino. Platos que pueden salvar a muchas personas «La idea era hacer una paella sin sofrito, ajo ni pimentón, donde se hirviese el mar hasta reducirlo, una paella que se pudiese hacer en la luna», explicaba el chef. Hay que tener en cuenta que los bosques de algas y praderas marinas que existen en el mundo ocupan 7,5 millones de kilómetros cuadrados, lo que el pulmón del planeta, un cinturón vegetal que rodea el planeta y alimenta el mundo. El catedrático de Ciencias Marinas en la Universidad Rey Abdullah de Arabia Saudí Carlos Duarte, apostó por esta industria como base de un futuro sostenible, de cara a alcanzar los objetivos de desarrollo perdurable: secuestran carbono, son un refugio frente a la acidificación del océano, aliadas contra el cambio climático, mejoran la calidad del agua, fomentan la biodiversidad, alimentan al mundo, contribuyen al empoderamiento de la mujer, pues la mayoría de los titulares de las explotaciones de cultivo son granjeras… ¿Algo más? Pues sí, ofrecen biocombustibles que pueden ayudar en la descarbonización de la economía, mitigar la aportación de metano de la ganadería y una pieza esencial en la economía circular. Tanto, que lo mismo se pueden convertir en chanclas. Frente a los 10 gramos por persona que consumen en Japón, el consumo de los occidentales es mil veces menor, según Duarte, director científico del congreso en el que participan biólogos, pescadores, cocineros, comunicadores y Administración. De la evolución de esta industria Antonio Muíños, de Portomuíños, habló de la explotación que desarrolla en las zonas abiertas en Galicia dede hace justo 26 años.Muiños se atrevió a cultivar algas en una comunidad, Galicia, que no le conocía otro uso más que abono de cultivos. También Consuelo Guerra mostró la comercialización de la especie, desde Suralga. Congreso en un Barco Fue la imagen insólita de una jornada inaugural que discurrió sobre las aguas del Guadalquivir, a bordo de un crucero que navegó desde Sevilla hasta Sanlúcar de Barrameda. Como León, el congreso se propone dar a conocer las amplísimas posibilidades culinarias de los mares. Según expuso su director científico, el catedrático de Biología Marina Carlos Duarte, la receta para el futuro de la alimentación humana pasa por el consumo de algas. «Son tantos los beneficios que supone su cultivo que casi es demasiado bueno para ser verdad». Se refería a que, además de proporcionar un alimento rico en proteínas, ácidos grasos y vitaminas sin necesidad de riego ni fertilizantes, los cultivos submarinos dotarían al planeta de un potente sumidero de carbono capaz de revertir el cambio climático. Economía circular La recolección de algas es una práctica milenaria que sin embargo se perdió en Occidente durante siglos, pero se mantuvo en Japón, China y otros lugares de Oriente. Desde los años 50 ha habido un tímido crecimiento de las granjas marinas que solo en los últimos años está adquiriendo tintes de fenómeno. «De las 7.000 especies que conocemos solo cultivamos cinco, en 25 granjas en todo el mundo que además emplean a un 70% de mujeres; el margen de crecimiento es enorme», apunta Duarte. A las aplicaciones alimentarias se suman otros usos como la fabricación de polímeros, la biomedicina o la producción de piensos para rumiantes, que comiendo algas reducen radicalmente sus emisiones de metano. Un ejemplo paradigmático de economía circular. El canario Juan Luis Gómez Pichetti, director del Banco Español de Algas de Taliarte, llegó a hablar de «la revolución de las algas». Sin embargo el cultivo de algas a gran escala aún está en fase de investigación, lo que requiere el desarrollo de tecnología y aumenta los costes de producción. «Hay mucho trabajo por delante para hacerla asequible y sostenible a la vez». Por su parte, la profesora de Biología Marina Susana Agustí habló de las microalgas -«las grandes desconocidas de la vida submarina»- y de sus propiedades nutritivas. Que en el futuro vayamos a comer algas no quiere decir que haya que renunciar al pescado, pero sí es preciso racionalizar su consumo para hacerlo viable a largo plazo. De eso habló en el congreso el presidente de la patronal de armadores de pesca, Javier Garat, que dedicó su ponencia a derribar algunos mitos. «La pesca no es el problema sino parte de la solución», dijo Garat, que aboga por atajar la sobreexplotación en las áreas más degradadas. «De las siete mil especies de algas que conocemos, solo cultivamos cinco en 25 granjas, el margen de crecimiento es enorme». Ejemplos de recuperación Karen McGlathery, directora del Environmental Resilience Institute de la Universidad de Virginia (EE. UU.) Toda una autoridad internacional en materia de recuperación de las praderas bajo el mar y, como Duarte, otra optimista patológica: «Podemos reconstruir la vida marina». Lo sabe porque lleva más de 20 años al frente del principal proyecto mundial de regeneración de vegetación submarina: la que una peste y un huracán se llevaron por delante en 1930. En esos dos decenios de trabajo han sembrado 200 hectáreas de mar con 75 millones de semillas y han conseguido un prado de 36 kilómetros cuadrados. Una alfombra verde con la que ha mejorado la calidad del agua, se ha estabilizado los sedimentos, se ha reducido el impacto de las corrientes y se ha mitigado el golpe del cambio climático. Porque una pradera marina, en cálculos de McGlathery, extrae diez veces más nitrógeno que un fondo marino pelado, sin vegetación. Y absorbe de la atmósfera toneladas de CO2 equivalentes al peso de cien elefantes cada año. Por si fuera poco, la diversidad marina se multiplica por 5. Pero lo mejor de todo es que la pradera está aumentando a un ritmo «jamás conocido» y se pretende uno aún mayor para invertir la tendencia: «Esperamos que en un futuro se pueda pasar de 36 a 110 kilómetros cuadrados». Sería la progresión lógica después de haber pasado de 0 a 36 kilómetros en 23 años. Pero lo que la científica americana no se había parado a pensar es en el potencial de la zostera marina, del eelgrass que allí siembran, como alimento. Una ventana que se le abrió cuando el cocinero Ángel León apareció en la portada de Time con su propuesta de usar el cereal del océano para acabar con el hambre en el mundo. . |
Exito del III Encuentro de los Mares que ha mostrado la potencialidad de las algas
Artículos relacionados