La flota pesquera de Cantabria iniciará en el mes de marzo la costera del verdel y también la pesca del bocarte. A la espera de comenzar esta actividad, y dadas las condiciones en que desarrollan su trabajo y lo que aportan a otros sectores y a la sociedad, los pescadores consideran que son un grupo esencial y reivindican que se les administre la vacuna contra el Covid-19 durante este mes de febrero.
El armador santoñés Rubén Trueba Quintana y el patrón laredano Pedro Pardo ‘Flechero’ consideran ideal y beneficioso recibir las dos vacunas no solo para poder desarrollar su trabajo, sino porque la pesca va unido a la hostelería, las conserveras, los congeladores, las pescaderías y por supuesto el consumo de la gente en sus casas.
Otro aspecto a tener en cuenta es que la propia sociedad considera esencial esta actividad, dado que la pesca aporta alimentos, al igual que un ganadero, agricultor o panadero, indicó Pedro Pardo.
Este pescador lleva 40 años vinculado a la mar, es patrón desde los 21 años y asegura que su trabajo es su pasión. Su barco de artes menores, tiene 12 metros de eslora por 3,90 de manga, 1,30 de puntal y un calado medio de 1,60. Es su quinto barco y su nombre es Pedro Flechero, en referencia a como conoce la gente a su familia.
Los cuatro tripulantes pasan juntos entre 12 y 15 horas en un espacio que hace imposible guardar la distancia
En una embarcación de estas características, hay días en que los cuatro tripulantes pasan juntos entre 12 y 15 horas en un espacio que hace imposible guardar la distancia de seguridad. La zona donde comen juntos está dentro del puente, comparten espacio para dormir y para realizar la maniobra de pesca necesitan el esfuerzo de todos. Y aunque utilizan gel hidroalcohólico, este laredano de 54 años añade que se quita la mascarilla para hablar y dar instrucciones a sus compañeros en plena faena.
“Esto lo vivimos en la mar, pero en tierra, en ocasiones, se concentra gente en el puerto pesquero a la hora de descargar la pesca”, incide.
A los 13 años Rubén Trueba ya estaba trabajando en la mar y desde 1978 es patrón. El Nuevo Libe es su barco desde 1997, con unas dimensiones de 34,50 metros de eslora, 7,50 de manga y una tripulación de 17 pescadores.
El armador Rubén Trueba en el puerto de Santoña
Entre 15 y 16 pescadores comen en un espacio de 10 metros cuadrados en este barco pesquero, aunque ahora y debido al coronavirus se organizan en dos grupos y en dos mesas grandes. Además, el Nuevo Libe dispone de cinco camarotes, dos en el rancho de proa donde duermen en grupos de seis, uno en máquinas para otros tres tripulantes y dos en el puente para los dos restantes.
“No se puede guardar la distancia de seguridad, la única ventaja es que trabajamos al aire libre. Y en la mar utilizar la mascarilla es imposible a la hora de hablar y respirar, en tierra ya es otra cosa y sí es posible”, explicó este armador de 68 años.
Puerto de Santoña
En su caso, toman la temperatura a sus pescadores, han realizado pruebas PCR este año por medio de una empresa privada, cuentan con gel, guantes, desinfectan la ropa e incluso evitan saltar a tierra en los puertos cuando atracan.
Teniendo en cuenta que es febrero y que se deben administrar dos vacunas, tanto el santoñés como el laredano no creen que recibirán las inyecciones antivirus durante este mes con el fin de estar preparados para las costeras.
De hecho, Rubén Trueba apuntilló que se conforma si para la costera del bonito, en el mes de junio, consiguen estar inmunizados. No achaca la situación que ellos viven a los políticos, sino a que las vacunas no llegan y por lo tanto no ve que en febrero puedan estar vacunados.
Por su parte, Pedro Pardo se define como una persona optimista, “hasta cierto punto, pero creo que no nos van a vacunar”, remarcó, ya que se han celebrado dos consejos interterritoriales de Sanidad y aunque el consejero de Pesca, Guillermo Blanco, y la directora General de Pesca, Marta López, han solicitado que se vacunen a los pescadores no han recibido respuesta.
“Lo ideal es que nos vacunen antes de marzo para poder trabajar y que abran los restaurantes para recuperar nuestra vida”, recalcó.
Salud y economía en el Covid-19
La salud y la economía van de la mano. Un pescador inmunizado ni contagia ni se le contagia y eso permite no caer enfermo y no atracar el barco, lo que supone 15 días de parón y perder una parte del cupo de la costera que no se recupera. Esta es la visión que ofrece Pedro Pardo sobre los beneficios que aporta la vacunación.
Su compañero de profesión, desde Santoña coincide en este sentido, ya que infectarse del Covid-19 supone amarrar el barco. Y conviene recordar, dice el armador, que en un barco gallego falleció, hace quince días, un pescador por coronavirus y contagió al resto de la tripulación.
“En caso de no vacunarnos, tenemos que seguir trabajando con cuidado, cautela. A pesar de las condiciones, somos unos de los sectores menos afectados”, declaró Rubén Trueba cuando se le pregunta sobre los perjuicios.
«Se benefician las grandes superficies, mientras se perjudican a las pescaderías, la hostelería y las conserveras”
Y a ello añade que un barco como el suyo tiene unos gastos fijos de 10.000 euros mensuales solo en pagar la seguridad social de sus pescadores, a lo que añade el seguro, gastos de mantenimiento y la falta de ingresos en caso de estar amarrado. Y por si fuera poco, el armador del Nuevo Libe cuenta con una pescadería donde asegura que la venta ha descendido un 50%. “Sin embargo, se benefician las grandes superficies, mientras se perjudican a las pescaderías, la hostelería y las conserveras”, puntualizó.
Presidente desde hace un año y medio de la Asociación de pescadores Artesanales de Cantabria, que se fundó hace diez años, Pedro ‘Flechero’ pesca mayormente verdel, bonito, pescadilla, langosta, bogavante, lenguado, salmonete y rape. Un barco como el suyo cuenta al mes con 2.500 euros de gastos fijos entre la seguridad social de los tripulantes y su mantenimiento, sin olvidar los cuatro sueldos de los tripulantes que hay que obtener de la actividad.
Desde su punto de vista el sector pesquero está en una situación muy delicada, con cupos muy bajos y unos precios muy baratos a la hora de vender. En 2020 los precios cayeron entre un 40 y un 50% e incluso más. En 2019 el precio medio del verdel fue 1,55 euros y al año siguiente 0,85 céntimos de euros. Sostiene que en la actualidad hay barcos que pueden desaparecer, hay ruinas muy grandes. En su caso, el 9 de diciembre dejó de pescar porque no era rentable, los precios eran muy bajos y los restaurantes estaban cerrados y no hubo cenas ni comidas de Navidad.
El Nuevo Libe estuvo atracado todo el mes de marzo en 2020. Fue un año donde descendió el consumo y se devaluó el precio medio de venta, hasta tal punto que la anchoa bajó entre un 40 y un 50% y el armador santoñés prevé que la tónica continúe este año.
El Reino Unido quiere pescar bonito
A la pandemia se le ha unido la salida del Reino Unido de la Unión Europea, también conocida como Brexit, que afecta a la actividad pesquera.
Pedro Pardo pone como ejemplo la costera del verdel. Antes, existía una cuota conjunta para toda Europa, pero ahora los ingleses, por motivos históricos, se han llevado el 25% del total.
En este aspecto, Rubén Trueba comenta que ha afectado a todos y no es bueno para nadie. Ahora los ingleses quieren pescar bonito también, aunque para este año, de momento, han subido la cuota dos millones de kilos, el 14%.