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domingo, noviembre 24, 2024
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La facturación de las Cofradías de Alicante cae un 50 por ciento

El volumen de negocio del sector pesquero de Alicante navega a la deriva por la crisis generada por la pandemia del coronavirus. El hundimiento del consumo en la hostelería y la caída en picado del turismo está pasando factura a una actividad que ha encallado por un desplome de precios más que considerable. Hay jornadas negras en las que los beneficios ni siquiera cubren los costes de salir a faenar y las capturas se malvenden en las lonjas por la reducción de la demanda. La Federación Provincial de Cofradías de Pescadores calcula que el valor de las subastas de especies como el boquerón o la gamba blanca ha llegado a desplomarse hasta un 50% por el cambio de hábitos sociales registrado por el covid-19. Aunque los indicadores apuntan a que se ha incrementado la compra de pescado fresco por parte de las economías familiares, ese aumento es incapaz de suplir el brutal descenso de ventas que tradicionalmente generaban los bares, hoteles y restaurantes de la Costa Blanca y del resto de la geografía nacional.

«La situación es complicada. Estamos a expensas de cómo funcione la economía y del precio del gasoil, que es lo único que nos está salvando. El combustible cuesta ahora la mitad que hace un año. Si sube el gasoil, la situación será muy mala. Si se mantiene, será mala o regular». Así resume José Ignacio Llorca, presidente de la Federación Provincial, la complicada situación que viven las flotas que operan en la provincia. La facturación global de las nueve agrupaciones de pesca con sede en los puertos de Santa Pola, Torrevieja, Altea, Xàbia, La Vila Joiosa, Calpe, Dénia, El Campello y Moraira rozó los 56 millones de euros en 2019, con la comercialización de 11.161 toneladas de pescado y marisco. El resultado supuso una disminución de prácticamente cinco millones de euros en comparación con el año 2018, cuando se comercializaron 13.268 toneladas en las lonjas de la provincia. Aunque los datos de 2020 están todavía por ver, no se acercarán ni de lejos a los obtenidos en ejercicios precedentes y se da por hecho el naufragio económico de la actividad por el bloqueo generado por una pandemia que azota al motor económico alicantino, basado en actividades ligadas al turismo y con un importante peso del sector hostelero, que sigue en caída libre mientras avanza con fuerza la segunda ola de la pandemia.

«Estuvimos dos meses y medio amarrados y los precios han bajado. Vivimos de las ventas a restaurantes, a hoteles, a pescaderías. Todo funciona como una cadena y cuantos más cierren, peor. Que no haya turismo es malo, muy malo para nosotros», reflexiona Llorca. En estos momentos no existen restricciones a la navegación y los barcos que operan desde puertos alicantinos pueden echarse a la mar y, con suerte, arribar a tierra rebosantes de capturas, pero ello no garantiza en ningún caso que la jornada acabe con beneficios. Es la ley no escrita de la faena pesquera: si no hay ganancias no hay sueldo. Para nadie. La fórmula que adoptan muchos de los propietarios de embarcaciones es común. A las ganancias totales de la semana se le restan los gastos generados, incluido el pago de las cotizaciones de los trabajadores y los de funcionamiento de las embarcaciones. El neto resultante se reparte al 50% entre el dueño del barco, que debe pagar a los rederos, al mecánico y al patrón, y el 50% restante supone el salario de la tripulación.

En total, son 230 embarcaciones las que mantienen su puerto base en la provincia, con una tripulación cercana a los 900 trabajadores. La actividad genera, además, cientos de puestos de trabajo indirectos ligados a la actividad de las lonjas y al transporte y comercialización del producto, fresco o congelado, en el mercado nacional y también en diversos países de la Unión Europea. La importación de mercancía desde países como Portugal y la actividad de las flotas del norte español son dos de los factores que actualmente condicionan el rendimiento económico del sector, aunque la parálisis de la actividad turística pesa tanto o más que el resto de condicionantes. En la cofradía de La Vila, presidida por Llorca, la gamba blanca es estos días la principal captura. El género se clasifica en cuatro clases en función del tamaño del crustáceo y es su calibre lo que determina el precio de salida en subasta a la baja, es decir, se parte de un precio que va progresivamente bajando hasta que un comprador se adjudica la mercancía. Pues bien, el precio medio de este marisco está alcanzando en la lonja de dicho municipio una media de 10 euros por kilo, cuando el pasado año estaba entre 15 y 18 euros. «La falta de turismo ha tenido mucho que ver. Cuantos menos clientes hay, menos se compra. Cuantas menos personas pujando, peor. No por pescar más ganamos mas dinero. Los pescadores son como los agricultores, que no ponen precio a su producto», subraya el patrón mayor. Marisco

El puerto de Santa Pola es el que mayor actividad registra en la provincia tanto en capturas como en ganancias, aunque tampoco allí las cosas van bien este año. El presidente de la cofradía, Ángel Luchoro, indica que la gamba blanca es lo que más se captura ahora. «Los precios de venta según el calibre van desde los 8 a los 30 euros, cuando antes del coronavirus podían llegar hasta los 45 euros». Luchoro cifra en un 40% la disminución de la facturación en la lonja santapolera en lo que va de 2020 y vaticina que las dificultades se mantendrán mientras sigan las restricciones por el covid-19. La situación que vive el país, con nuevos confinamientos en grandes ciudades y limitaciones a la actividad hostelera, no hace más que empeorar la tempestad a la que se enfrentan. «El marisco se vende principalmente para restauración. Cataluña es un gran comprador y ahora se han cerrado bares y restaurantes». El balance es «complicado», añade Luchoro.

Tampoco la comercialización online que se gestiona desde la lonja está funcionando como antes de la pandemia. «Suponía un 30% de las ventas globales y ahora ha bajado al 11%. Los principales compradores eran negocios de restauración y mayoristas. Vendíamos también mucho a Grecia, Francia e Italia, pero el mercado italiano se ha reducido un 99%, también por la crisis de la hostelería», asegura el patrón mayor. Pescado azul

Los pescadores de Torrevieja también atraviesan una complicada coyuntura. Especialistas en variedades de pescado azul, apenas ha habido sardina este año. Tampoco se ha atrapado demasiado boquerón y su precio de venta no ha sido precisamente elevado. «El boquerón del Mediterráneo no tiene el tamaño grande del que se captura en el norte o en Portugal. Es un boquerón de mucha calidad y, aunque sea más sabroso, no alcanza el mismo valor. El viernes pasado una caja de ocho kilos de boquerones se vendía a menos de un euro, otros día a cinco euros, y así vamos», dice el patrón mayor de este puerto, Pedro Carmona. El pescador recuerda que el pasado año por estas fechas, el boquerón cotizaba a entre 8 y 10 euros por caja en el mercado de primera venta debido, sobre todo, a la escasa mercancía de los mercados competidores. Es los lunes cuando, según Carmona, las capturas alcanzan una mayor cotización en la lonja torrevejense porque los domingos no se pesca en los caladeros portugueses. «El precio puede dispararse un día, pero al día siguiente vuelve a caer. No se puede hablar de precios fijos, son muy variables, pero el descenso de precio ha sido general este año».

El puerto torrevejense tiene una flota reducida, con tres barcos de cerco, uno de arrastre y cinco de artes menores, pero cuando se detectan grandes caladeros de boquerón y sardina acoge embarcaciones que llegan principalmente desde Murcia y Almería. En días buenos rozan incluso la treintena de pesqueros. «Cuando no hay pesca, lo notamos nosotros, pero también lo nota la ciudad. En cada barco llegan 12 ó 13 trabajadores que comen y cenan en Torrevieja, lo que ayuda también a la economía». Carmona señala que desde el 6 de diciembre, y durante un mes, los barcos se quedarán amarrados por el obligado para biológico. «Normalmente los tripulantes cobran el paro y los armadores reciben una pequeña subvención de la Generalitat, pero nunca sabes cuándo se va a recibir. Por ejemplo, ahora se están arreglando los papeles para cobrar el paro biológico de 2018». Invierno complicado

Juan Mulet, secretario de la cofradía de Altea y secretario de la Federación Provincial, afirma que normalmente es en verano cuando el pescado mejor se vende y los que se dedican al negocio del mar obtienen un poco más de ganancias que, de alguna forma, palían la reducción de ingresos durante el invierno. «Si este verano hubiera habido turismo, con el sobresueldo que te lleves, te mantienes el resto del año, pero este verano no se ha movido nada la actividad». Apunta que la pescadilla se vendería en temporada estival a 11 ó 12 euros, pero este año el precio medio ha sido de entre 7 y 9 euros. «También con el marisco, que en verano puede llegar a 70 u 80 euros, y este año se ha vendido a 50 ó 60 euros».

El patrón mayor de la cofradía de pescadores de Alicante, Rafael Torres, sostiene que la caída de precios de especies como el boquerón está siendo de tal magnitud que el viernes de la semana pasada se llegó a vender la caja de ocho kilos a 50 céntimos. La caja de sardinas, que el año pasado llegaba a 20 euros, está en la mitad. «Con esos precios no es posible mantener la flota. En un barco de cerca van 13 hombres, ya me contarás qué se llevan ellos. Y eso cuando se captura, porque hay días que están toda la noche buscando y vuelven sin nada», cuenta. «No podemos resistir mucho más tiempo así, el balance de este año es desastroso», sentencia.

La campaña de Navidad es, quizá, una de las pocas alegrías que podría tener el sector antes del cierre de un 2020 que ha hecho tambalear las cuentas del negocio pesquero, pero, como apunta Torres, «al final, son cuatro días y eso no puede salvar las pérdidas de todo un año».

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