Los microplásticos, que se encuentran presentes en el entorno natural, pueden localizarse en cantidades mínimas en los aparatos digestivos del pescado de la acuicultura de España, pero no se ha descrito ninguna transferencia a las partes comestibles de los peces.
Es la principal conclusión de un estudio impulsado por la Asociación Empresarial de Acuicultura de España (APROMAR) y realizado por el Centro Tecnológico de Acuicultura (CTAQUA), fundación independiente sin ánimo de lucro que dispone de las instalaciones, del equipo humano necesario y de una amplia experiencia en I+D+i en acuicultura, y que ha analizado la posibilidad de presencia de microplásticos en los pescados procedentes de la acuicultura española.
La hipótesis de partida planteaba valorar la posible existencia de microplásticos en las partes comestibles del pescado y analizar, en caso afirmativo, la posible fuente de origen. Para contrastar esta hipótesis se buscaron microplásticos con tecnología FTIR —Infrarrojo Transformado de Fourier, técnica de análisis espectroscópica que utiliza una parte del espectro electromagnético— en tres matrices diferentes: los filetes de pescado de acuicultura, los piensos utilizados y las muestras de las aguas adyacentes a las instalaciones acuícolas. Los análisis se llevaron a cabo en 15 lotes, cada uno de ellos compuesto por 10 peces —150 peces en total— de las tres especies protagonistas del estudio, dorada, lubina y rodaballo de acuicultura, así como en el pienso y en las aguas donde se criaron estos ejemplares. Una vez fileteada toda la muestra, de la misma forma que se hace para el consumo humano, fue procesada y se procedió a su análisis. El resultado final estableció que “no se han observado partículas microplásticas en ninguna de las 150 muestras de pescado analizadas en este estudio”, según los responsables del estudio.
“Los piensos utilizados para la alimentación de los animales de acuicultura pueden presentar trazas de estas sustancias ya que se fabrican a partir de materias primas naturales, razón por la que en el estómago y en las tripas de los pescados pueden encontrarse, aunque en cantidades mínimamente detectables. Pero estas partes del pescado son siempre desechadas, ya que se consumen eviscerados, por lo que no hay riesgo alguno de que lleguen al consumidor los microplásticos por esta vía, puesto que lo que se come es el músculo y la piel, y ahí no ha habido ningún positivo”, explica Juan Manuel García de Lomas, gerente del Centro Tecnológico de Acuicultura.
En estudio abarcó también las aguas donde se encuentran las instalaciones de acuicultura. Como el resto de los enclaves repartidos por el medio natural, estos emplazamientos mostraron presencia de microplásticos. Sin embargo, estas trazas, aunque inferiores a otras mediciones realizadas en otros ámbitos del sector primario, no llegaron a contaminar las partes comestibles de los pescados analizados. Esto confirmó que la presencia de microplásticos en las aguas donde se crían los peces no supone un vector de llegada de estos materiales al consumidor.
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