En conjunto, el gasto en los hogares en alimentación y bebidas se situó, en 2022, en 73.893 millones de euros (un ligero decrecimiento de -0,9% respecto a 2021). Equivale a un gasto medio por persona de 1.597 euros (inferior en un 12,7% respecto a 2021). Esta disminución se podría vincular con la reducción de los volúmenes de mercancías adquiridas. En 2022, se contabilizaron un total de 26.987 millones de kilos
(-8,8%). A este descenso en el consumo pueden haber influido diversos factores de base, como la guerra en Ucrania, la ruptura de suministros en las cadenas globales o aspectos climáticos, que han tenido en común el impulso de los precios medios, con un incremento del 8,7%. En términos de volumen, cada persona ha realizado una ingesta en 2022 de 583 kilos dentro del hogar, lo que significa que hubo un descenso de aproximadamente
55 kilos respecto al año 2021.
En el año de inicio de la serie el consumo de pescado en España era de 23,4 kg por habitante y año, ligeramente inferior, por ejemplo, al existente en un momento tan reciente como 2020, los que nos lleva a ser prudentes sobre las valoraciones basadas solo en datos recientes. En cualquier caso, desde aquellos años finales de los 90 el consumo se expande (en volumen) hasta alcanzar su pico histórico entre 2008 y 2009. A partir de entonces se inicia una trayectoria descendente que dura hasta la actualidad, si bien destaca
el repunte que se produce entre 2019 (antes de la pandemia de la COVID-19) y 2020 (año de inicio de la pandemia), para luego, en el contexto de crisis, volver a caer. Aunque la información disponible no permite realizar grandes aseveraciones, los datos del consumo de pescado sugieren un comportamiento procíclico, con particular sensibilidad a la renta disponible. Así el consumo aumenta en los felices años 2000, impulsado por la
corriente de fondo que derivó en la burbuja inmobiliaria y la crisis subsiguiente.
La salida a la crisis significó un ligero repunte del consumo, para luego caer hasta 2019. En 2020, el consumo doméstico se vio impulsado rápidamente en detrimento del consumo extradoméstico, debido al confinamiento y las restricciones derivadas de la COVID-19, donde la liquidez de las familias iba destinada principalmente al consumo dentro del hogar. En este último año, en el que la inflación ha hecho mella en la renta disponible, el consumo de pescado, un bien caracterizado por una elasticidad elevada (bienes más sensibles a los precios), ha vuelto a resentirse. En todo caso, entidades como la Federación Nacional
de Asociaciones Provinciales de Empresarios Detallistas de Pescados y Productos Congelados (FEDEPESCA) subrayaron en 2022 la estabilidad de los precios de los productos pesqueros. Según el INE, la subida mensual de precios del pescado fresco y congelado en septiembre de 2022 fue del -0,6% y del 0,1% para crustáceos, moluscos y preparados de pescado.
La evolución del consumo alimentario en España entre 2021 y 2022 es consecuente, efectivamente, con un contexto inflacionario en el que el aumento de los precios provoca una caída de la cantidad demandada. En la mayor parte de los casos ha provocado también una caída de la facturación. Así el incremento en un 8,7% del precio medio de los alimentos ha provocado una caída del gasto de casi el 0,9% y del volumen de un 8,8%. Es decir, los consumidores han hecho frente a la inflación reduciendo las cantidades
consumidas para compensar el incremento de precios.
Esa caída de las cantidades demandadas, como casi todos los fenómenos complejos, presenta múltiples lecturas. Por un lado, se asocia con un gasto más eficiente, ajustando en mayor la compra a lo que se necesita, reduciendo gasto superfluo; por otro, reduciendo el desperdicio, no solo a consecuencia del menor volumen de compra, sino también del mejor aprovechamiento. Desde este punto de vista, puede realizarse una lectura positiva en términos de mayor sostenibilidad en el consumo e incluso de mayor percepción del valor de los alimentos. Al mismo tiempo, en determinados casos, es ajuste ha podido llevar a hábitos de alimentación menos saludables, es decir, puede haber promovido el consumo de proteínas de menor calidad o menos beneficiosas para la salud.
De acuerdo con el «Informe sobre trazabilidad, etiquetado y consumo” realizado por Pesca España en 2023, donde se realizó una campaña de consulta a los consumidores sobre su percepción sobre los productos pesqueros, hasta un 27% de la población general rechaza el pescado o lo consumen prácticamente por obligación, alcanzando el 37% entre los jóvenes. Del mismo modo, el 69% de la población general consume habitualmente las mismas especies, les cuesta abrirse a una mayor variedad. Se pudo observar un círculo vicioso, donde la percepción del pescado como un producto caro y la falta de cultura alimenticia, especialmente entre la gente más joven, motiva que las pocas veces que se compra
pescado se opte por especies simples, ofertas baratas o productos fáciles de elaborar. Como al comerlos no generan una experiencia gratificante, no se materializa ni una costumbre ni un gusto por los productos pesqueros, dificultando el desarrollo y la transmisión de esa cultura alimenticia.
De acuerdo con dicho informe de Pesca España, el 82% de los hogares y el 79% de los individuos declararon que consumen pescado semanalmente, mientras que el 95% de hogares y el 93% de individuos lo harían mensualmente. Entre las fortalezas observadas, para un 41% el pescado era uno de sus tres alimentos favoritos, junto al 44% de la verdura, aunque lejos del 57% de la carne. A la vez, para una mayoría (56%) su consumo de pescado era menor del que le gustaría, lo que supone un impulso fundamental para
realizar campañas que faciliten el acceso al consumo final. Entre la gente de 25-35 años, el 45% mencionó que consumiría más pescado si fuera más recurrentemente a comprarlo. El 28% de entre aquellos que declararon haber aumentado su dieta de pescado, mencionan que lo han hecho para mantener una dieta más saludable y equilibrada. Del mismo modo, entre los jóvenes estos valores son asumidos, pese a que cueste llevarlos a la
práctica. Es decir, en la sociedad está bastante reconocido los beneficios nutricionales de los productos pesqueros.
Por otro lado, también se ha vinculado con el alto Impuesto de Valor Añadido (IVA) de los productos pesqueros, el cual, de acuerdo con CEPESCA, es del 10%. Es decir, este se encuentra seis puntos por encima de otros alimentos, como el pan, los huevos, la heche, las verduras, las frutas, las legumbres o los cereales, así como otros productos como como los medicamentes, revistas, libros o periódicos, que se benefician de un IVA superreducido del 4%. Por esta razón, tanto el sector pesquero como la patronal de pescaderías españolas agrupada en FEDEPESCA han reclamado una reducción del IVA de los pescados,
mariscos y sus transformados, tomando como ejemplo otros países europeos. FEDEPESCA llegó a estimar que aproximadamente serían 380 millones de kilos los productos pesqueros que no consumidos en España por el IVA, es decir, unos 8 kg por persona y año de alimentos que potencian una dieta saludable.
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