Los supermercados españoles están a la cola en garantías de sostenibilidad de los productos acuícolas respecto a otros países europeos, según una investigación de Changing Markets que denuncia que los consumidores pueden estar provocando un alto impacto en las poblaciones pesqueras salvajes que se capturan para producir piensos para productos acuícolas de piscifactoría.
La investigación Atrapados, de Changing Markets Foundation detecta graves deficiencias por parte de las cadenas de supermercados a la hora de proteger los océanos y de informar a los consumidores y alerta de que el «creciente apetito» de los españoles por las especies de cría pone en peligro los ecosistemas marinos. Así, asegura que los supermercados en España no garantizan la sostenibilidad de su cadena de suministro de productos acuícolas ni la reducción de su impacto en los ecosistemas marinos.
El informe de la oenegé holandesa ha analizado una decena de cadenas de supermercados españoles y sobre una puntuación del 100 por cien, Mercadona, DÍA, Lidl y Consum obtienen un 12,5 % de niveles de sostenibilidad e información al consumidor; Eroski, Auchán e Ifa, un 10,5 %; el Corte Inglés-Supercor e Hipercor, 8,5% y Carrefour, un 8,5 %.
En concreto, afirma que las cadenas españolas investigadas están por debajo del 13 % en puntuación de sostenibilidad, muy lejos de las puntuaciones obtenidas en países como Alemania o el Reino Unido. Por ejemplo, concluye que Lidl, presente tanto en España como en Alemania, ha quedado muy por detrás en España.
El informe analiza la distribución en España de pescado procedente de la acuicultura y concluye que hay un «preocupante impacto» del sector alimentario en la salud de los ecosistemas marinos y las implicaciones sociales que conlleva en muchos países en desarrollo. De hecho, la investigación revela que los españoles consumen «mucho más pescado salvaje del que creen adquirir» porque el pescado de piscifactoría se alimenta, en gran medida, de pescado extraído de los mares para este fin y los supermercados no asumen la responsabilidad de garantizar que los productos vendidos no tienen un impacto negativo en la salud de los océanos. Además, el análisis añade que ningún distribuidor ni supermercado español tiene un objetivo para eliminar los productos del mar que procedan de una acuicultura alimentada con pescado capturado en la naturaleza.
También pone en el punto de mira la relación entre algunas empresas internacionales de producción y consumo de harina y aceite de pescado proveniente de pescado salvaje (FMFO: Fish Meal and Fish Oil por sus siglas en inglés) y estos supermercados españoles.
Una de ellas, la noruega Mowi, es uno de los mayores productores mundiales de alimentos de acuicultura y es el principal proveedor de salmón de Lidl en España. La empresa nórdica obtuvo más de 100.000 toneladas de aceite de pescado de Mauritania en el 2019 (la FAO considera que la especie empleada por Mowi, la sardinella, ha sido sobrepescada en toda la región de África Occidental, al igual que otras especies pelágicas importantes) y el 40 % de su aceite de pescado procede de anchoveta de Perú.
La puntuación valora el hecho de que los operadores tengan entre sus objetivos la reducción y finalmente la eliminación del pescado salvaje a los piensos para acuicultura, que haya información a los consumidores sobre el origen de esos piensos (de cría/salvaje, país de producción, empresa e instalación industrial) y que su modelo de márketing no promueva productos poco sostenibles con los océanos. En todo ello han fallado las empresas en España, que en muchos casos no han facilitado ninguna información.
El portavoz del informe Atrapados, Juan Felipe Carrasco, ha señalado que en estos momentos en los que la pandemia está provocando un aumento de la pobreza a nivel global, es «urgente» que los consumidores conozcan los problemas sistémicos que afectan a la sociedad moderna y sepan que hay comunidades de África Occidental y otros lugares que sienten los impactos negativos de la industria de la acuicultura, mientras que no estamos siendo informados adecuadamente sobre lo que están comprando.
«Los productos del mar cultivados, incluidos el salmón y las gambas, contribuyen al colapso de las poblaciones de peces silvestres y están acaparando una fuente clave de proteínas de las comunidades más pobres del mundo bajo la falsa apariencia de que es un sector más sostenible», advierte Carrasco.
En la actualidad, entre los mayores compradores de peces pelágicos -como sardinas, arenques o anchoas-, están las industrias acuícola y ganadera, ya que casi una quinta parte de los desembarcos mundiales de pescado se utilizan para producir FMFO, que abastece a ambos sectores (el 69 % de las harinas se emplean para acuicultura, así como el 75 % de los aceites). Esto supone que unas pocas empresas multinacionales convierten cada año 15 millones de toneladas de pescado en harinas y aceites.
Estas prácticas tienen lugar en un contexto en el que, según la FAO, el 93 % de las poblaciones de peces marinos del mundo han sido pescadas hasta su límite o sobrepescadas (los autores meten en el mismo saco las que se capturan fuera de los límites biológicos y las que se hace justo en ese límite). El informe añade que más de la mitad de los alimentos marinos se producen en granjas acuícolas y que en los próximos diez años, estos productos del mar cultivados supondrán el 60% del consumo mundial de pescado.
En España se consume un millón de toneladas de pescado y marisco al año, aunque la cifra aumenta un 4,2 %, casi una cuarta parte de toda la Unión Europea. Por ejemplo, es el segundo gran consumidor europeo de salmón fresco, que proceden en su mayoría de piscifactorías de Noruega. El portavoz del informe señala que para garantizar que no se exceden los límites naturales de las poblaciones de peces el sector de la acuicultura y los supermercados deben comprometerse a eliminar de sus cadenas de suministro harinas y aceites que procedan de pescado salvaje antes del 2025 para cambiarlos por otros productos que no generan impactos y producen los mismos nutrientes.
También recomienda a los establecimientos que sean más transparentes al informar al público, que tengan un empleado que gestione la acuicultura sostenible, que incluya el bienestar animal entre sus directrices y reduzca su dependencia de la certificación como sustituto de la sostenibilidad, dado que tener un certificado actualmente no garantiza que no se esté utilizando FMFO.
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