Con un consumo per cápita de 29 kilos de pescado al año, el más alto de África, Senegal enfrenta un reto mayúsculo: la sobreexplotación de sus recursos marinos y la necesidad urgente de consolidar la acuicultura como alternativa sostenible. En ese contexto, la experiencia de la Ferme Piscicole et Agricole de Mbawane (F.P.A.M. Sarl), liderada por Seck Khadidiatou Sar, se ha convertido en un referente para el sector.
Exdirectiva del turismo y la hotelería, Sar se reinventó a inicios de los años 2010 para apostar por la piscicultura. Hoy codirige F.P.A.M., instalada en Cayar, y preside la Asociación Nacional de Actores de la Filière Aquacole du Sénégal (ANAFAS), que agrupa a productores y técnicos en las 14 regiones del país. “El Senegal es el país que más pescado consume por habitante en África, pero nuestras reservas marinas se agotan. La acuicultura es una necesidad”, sostiene.
La granja combina producción y formación. Cría tilapias rojos y grises y clarias (conocidos localmente como wass y yass), y trabaja toda la cadena de valor: desde la reproducción y el alevinaje hasta el engorde, la transformación artesanal y el marañaje integrado. Además, apuesta por la capacitación de jóvenes, la inserción laboral y la sensibilización de comunidades locales.
Sus principales mercados son los hogares urbanos —sobre todo Dakar— y las granjas públicas y privadas que requieren alevines y reproductores.
El mayor escollo sigue siendo el costo del alimento extruido, que representa más del 65 % de los gastos de producción. La falta de oferta local obliga a importar a precios elevados, lo que prolonga los ciclos de cría (8–9 meses en vez de 6) y reduce el peso de los peces (250–300 g frente a los 400 g deseados).
A ello se suma la escasez de equipos especializados —a menudo caros y gravados con aranceles— y un sistema de crédito poco adaptado a los tiempos de maduración de la piscicultura. Todo ello encarece la producción y frena el crecimiento de las explotaciones.
La adopción del Código de la Acuicultura se considera un avance, pero el sector reclama medidas más ambiciosas: exoneraciones fiscales y arancelarias para insumos y equipos, tarifas energéticas adaptadas, fondos de financiación específicos y políticas de certificación y acceso a mercados, tanto locales como internacionales.
Con apenas 2.075 toneladas de producción acuícola en 2024, el país está lejos de su potencial. Sin embargo, los expertos coinciden en que la acuicultura podría reducir la dependencia de las importaciones y aliviar la presión sobre la pesca marítima.
El protagonismo femenino es central, especialmente en la transformación y comercialización de productos acuícolas. Para Sar, empoderar a las mujeres en la economía azul tiene efectos multiplicadores en salud, educación y cohesión social.
Los jóvenes, por su parte, están llamados a innovar mirando toda la cadena de valor: desde la producción hasta la transformación y la distribución. “La piscicultura no es un fin en sí mismo, es parte de un ecosistema interconectado”, explica la emprendedora.
Entre las propuestas de la ANAFAS destacan:
Pese a las dificultades, la F.P.A.M. ha logrado sostener su actividad y convertirse en un ejemplo de resiliencia. “Cualquiera que sea la dificultad, hay que mantener el rumbo y no perder de vista los objetivos. El éxito llegará”, afirma Sar, convencida de que la acuicultura senegalesa puede ser motor de desarrollo económico, social y ambiental si se le da el impulso político y financiero necesario.
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