Fueron necesarios más de cinco años de debates y seis sesiones de negociación entre los miembros de la ONU antes de que se pusieran de acuerdo sobre este texto, que pretende regular las actividades en alta mar para garantizar la protección de la biodiversidad más allá de las zonas económicas exclusivas (ZEE) de cada país. De ahí el acrónimo ampliamente utilizado BBNJ, por biodiversidad más allá de las jurisdicciones nacionales, prioriza que el 30 por ciento de los mares son areas marinas protegidas. Ahora falta que este tratado se adopte oficialmente en una nueva sesión de la BBNJ y que después lo ratifique cada Estado para que entre en vigor. La Conferencia ‘Our Ocean’ concluyó con 341 compromisos de protección
«Por fin podemos pasar de las palabras a los hechos. Los países deben adoptar formalmente el tratado y ratificarlo lo antes posible para que entre en vigor, y después poner en marcha las reservas marinas totalmente protegidas que nuestro planeta necesita. Ahora es el momento de pasar a la acción para alcanzar el objetivo 30×30 estrategia de biodiversidad de la Cop 15 para establecer áreas marinas protegidas en el 30% de los océanos para 2030). El tiempo se acaba y no podemos dormirnos en los laureles», espera la ONG Greenpeace, que califica este tratado de «histórico».
Sesenta ratificaciones necesarias para su aplicación
Los miembros de la ONU alcanzaron finalmente un acuerdo sobre el reparto financiero de la riqueza procedente de la explotación de los recursos genéticos marinos, el principal escollo de las últimas sesiones de negociación de Naciones Unidas. «En las últimas horas de la reunión, los gobiernos lograron alcanzar un acuerdo sobre el reparto equitativo de los beneficios de las aguas profundas y de alta mar, [uno de los principales puntos de fricción entre el Norte y el Sur]», declaró la Alianza de Alta Mar. Un placer compartido por Antonio Guterres, Secretario General de las Naciones Unidas, que se congratuló en Twitter de este «importante paso adelante para la protección de los océanos».
Así las cosas, el texto sienta las bases para el establecimiento de zonas marinas protegidas, lo que debe facilitar que se cumpla la promesa internacional de salvaguardar al menos el 30% de los océanos para el año 2030.
«El barco ha llegado a la costa», anunció la presidenta de las negociaciones, una agotada Rena Lee, para confirmar que finalmente había un consenso sobre el documento, una noticia recibida con una gran ovación por las delegaciones reunidas en la sede de Naciones unidas.
La adopción formal del tratado, sin embargo, tendrá que esperar algo más, hasta que un grupo de técnicos garantice la uniformidad de los términos utilizados en él y se traduzca a los seis idiomas oficiales de la ONU, según acordaron los países.
Algunos, entre ellos Rusia, dejaron sin embargo la puerta abierta a reabrir alguna cuestión debido a que no habían podido revisar con detalle algunos puntos por las duras condiciones de las horas finales de la negociación y el hecho de que algunos de sus expertos ya habían dejado Nueva York.
«Este es un día histórico para la conservación y una señal de que en un mundo dividido, proteger la naturaleza y a la gente puede imponerse a la geopolítica», señaló en una primera reacción Laura Meller, del grupo ecologista Greenpeace.
La contaminación, el cambio climático y las nuevas tecnologías que abren la puerta a la minería en el fondo de los mares y a una pesca más intensiva son según los expertos las principales amenazas para la altamar, que supone dos tercios del total de los océanos.
Pese a su enorme importancia para el planeta, hasta ahora estas aguas situadas a más 200 millas marinas de la costa y que son compartidas por todos los países han estado gestionadas bajo una serie de acuerdos y organismos internacionales sin una jurisdicción clara, sin demasiada coordinación y con unas normas inadecuadas para su protección.
El nuevo tratado se establecerá en el marco de la ya existente Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar y busca «asegurar la conservación y el uso sostenible de la diversidad biológica marina de las zonas situadas fuera de la jurisdicción nacional».
Entre los asuntos que sólo lograron resolverse a última hora destacó la fractura Norte y Sur sobre cómo compartir los beneficios del mar, especialmente todo lo relativo a los recursos genéticos marinos -especies que pueden proporcionar genes patentables en el futuro, por ejemplo para su uso en medicina-.
En esa cuestión chocaban los intereses de algunos países ricos, que son los que tienen más capacidad para aprovechar esos avances, y los del mundo en vías de desarrollo, que teme verse excluido.
Las organizaciones ecologistas, muy presentes en todo el proceso, han presionado a los gobiernos para cerrar un tratado sólido y ambicioso, que ven como una oportunidad única de proteger los océanos.
»Los gobiernos y la sociedad civil deben asegurar ahora que el acuerdo se adopta y entra en vigor rápidamente y que sea implementado de forma efectiva para salvaguardar la biodiversidad en altamar», señaló en un comunicado Liz Karan, directora de la campaña para los océanos de la organización Pew Charitable Trusts.
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