Un total de ’11 reglas de oro’ apuestan por un cambio de paradigma en donde tanto la preservación de la vida marina y los aspectos sociales y éticos de la industria pesquera son medidas imprescindibles que van de la mano.
A medida que se acerca la fecha límite de 2030 establecida por el IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático) y la IPBES (Plataforma Intergubernamental Científico-normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas) para evi
El nuevo marco de sostenibilidad propuesto por los científicos cuenta con dos principios fundamentales a partir de los que se desarrolla: regenerar la salud del océano y promover el bienestar común frente a las ganancias.
Sus reglas no solo buscan minimizar los impactos ecológicos, sino también poner el centro de la conversación en las comunidades vulnerables que dependen del océano para sobrevivir. Este nuevo marco pasa de ser una simple actualización de las normas existentes para convertirse en una llamada a la transformación profunda y urgente que enfrenta a las corporaciones que priorizan sus beneficios por encima del bienestar global.
Y es que el reloj sigue corriendo. Los arrecifes de coral están al borde del colapso, las poblaciones de peces disminuyen de forma constante y el cambio climático amenazada con desestabilizar aún más el equilibrio del ecosistema marino. Así, esta investigación convierte a la pesca en un privilegio y no una obligación, donde las comunidades locales serán las principales beneficiarias.
En los tiempos que corren, las políticas pesqueras están atrapadas, dice el informe, en «un modelo simplista y productivista» que define la sostenibilidad de manera obsoleta. Según Roberts, el concepto actual de pesca sostenible tiene su base «en la teoría de que mientras los volúmenes de captura se mantengan por debajo de ciertos límites, todo es válido».
En este escenario, las complejas interacciones entre especies, los impactos en los ecosistemas y los derechos humanos se mantienen a un lado mientras se siguen perpetuando prácticas destructivas y se exacerba la crisis climática y de biodiversidad.
El primero se sostiene en que la pesca debe adaptarse al cambio climático y permitir la regeneración de los hábitats marinos. Esto implica reducir las capturas, proteger las especies vulnerables y evitar los métodos destructivos de pesca, como el arrastre de fondo, que impactan en el lecho submarino y libera grandes cantidades de carbono almacenado.
Por otro lado, respecto a la priorización del bienestar humano, los científicos buscan garantizar que los beneficios de la pesca lleguen a las comunidades locales, en lugar de concentrarse en las grandes corporaciones. Abogan por la protección de los derechos humanos, la seguridad alimentaria y la creación de sistemas de gestión equitativos que distribuyan de manera justa los recursos y los beneficios de la pesca.
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