La tensión comercial entre Estados Unidos y China ha comenzado a generar efectos colaterales en el mundo del transporte marítimo. La naviera japonesa Mitsui OSK Lines (MOL), propietaria de la mayor flota de buques metaneros del mundo, ha anunciado que detendrá temporalmente sus pedidos de nuevos barcos a astilleros chinos debido al endurecimiento de las políticas estadounidenses hacia los buques construidos en el país asiático.
“En las circunstancias actuales, es difícil comprar barcos chinos, debido a los derechos de entrada que Estados Unidos prevé imponer para los buques construidos en China que hagan escala en sus puertos”, explicó un portavoz de la compañía el 23 de mayo.
Según informaciones de la agencia Nikkei, esta medida de precaución responde a la creciente vigilancia comercial de la administración estadounidense, que se intensificará a partir de octubre con la entrada en vigor de nuevas tarifas portuarias orientadas a penalizar a los buques de procedencia china.
Esta política forma parte de una estrategia comercial más amplia del gobierno de EE. UU., que busca reducir la dependencia de componentes y construcciones navales chinas en sectores considerados estratégicos, como el transporte de gas natural licuado (GNL).
MOL, que opera 97 metaneros y 873 buques mercantes en total, es uno de los actores clave del transporte marítimo global. La compañía había mantenido una relación constante con varios astilleros en China, pero ahora se ve obligada a reconsiderar su estrategia de renovación y ampliación de flota para evitar sanciones o barreras logísticas.
El giro de MOL no es un caso aislado. La naviera alemana Hapag-Lloyd, una de las principales del mundo en tráfico de contenedores, también estaría reorientando sus encargos hacia astilleros fuera de China, según fuentes del sector. Esto podría suponer una redistribución del mapa mundial de construcción naval, beneficiando a astilleros en Corea del Sur, Japón o incluso Europa, en un contexto de alta demanda y reconfiguración estratégica.
Además, el movimiento coincide con los planes de expansión de MOL en Europa, donde la compañía proyecta establecer una nueva estructura operativa en Francia. Esta decisión, que inicialmente respondía a intereses logísticos y comerciales, gana ahora un nuevo matiz: el de asegurar alternativas confiables en medio de una creciente inestabilidad geopolítica.
El caso de MOL evidencia cómo las tensiones entre las grandes potencias pueden alterar la planificación estratégica de empresas clave del comercio mundial, obligándolas a adaptarse a marcos regulatorios inciertos.
Aunque por ahora se trata de un “repliegue prudente”, la decisión de una de las mayores navieras del planeta envía una señal clara: la construcción naval china, dominante en volumen durante las últimas décadas, podría enfrentarse a un retroceso si persisten las presiones comerciales internacionales.
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