Alas bajo el agua: por qué los hidroalas siguen siendo un nicho pese a sus ventajas
De los Jetfoil de Boeing al último boom en redes: la física acompaña, pero la economía, el clima y la escala siguen frenando la revolución de las “lanchas voladoras”
Si uno se fiara solo de las redes sociales, podría pensar que los hidroalas son el último invento milagroso de la industria naval: barcos que “vuelan” sobre el agua, consumen menos, van más rápido y, además, se venden como solución “verde”. Pero la realidad es bastante más compleja… y bastante más vieja.
Los hidroalas, o hydrofoils, llevan décadas surcando mares y ríos. Su principio físico está perfectamente descrito en los manuales de arquitectura naval desde mediados del siglo XX. Y, sin embargo, salvo unos pocos ferris y proyectos muy concretos, nunca han logrado conquistar el mercado ni convertirse en “flota masiva” ni en el transporte marítimo ni en el militar.
El ingeniero naval John Kecsmar repasa en un reciente análisis las luces y sombras de esta tecnología, y deja una pregunta incómoda sobre la mesa: si de verdad fueran la revolución que algunos prometen, ¿por qué no están por todas partes?
El concepto, en sí, es elegante. Un hidroala es un perfil sumergido (un “ala” bajo el agua) que genera sustentación cuando el barco avanza. A medida que aumenta la velocidad, aumenta la fuerza hacia arriba que produce el foil, hasta conseguir levantar parcial o totalmente el casco fuera del agua.
La clave está en que:
Nada es gratis: se gana en reducción de resistencia al sacar el casco del agua, pero se introduce un nuevo elemento (el foil) con su propio rozamiento y con límites muy claros de tamaño y resistencia estructural.
Hay dos grandes familias:
En ambos casos, bien diseñados, los hidroalas pueden ofrecer menos resistencia a alta velocidad y mejor confort en mar agitado, porque solo una pequeña parte de la estructura “lee” la ola. El Jetfoil ganó fama precisamente por su suavidad de marcha en mares duros.
Lejos de ser una novedad, los hidroalas vivieron ya su gran ola de entusiasmo en el pasado.
Incluso la industria militar se asoma al fenómeno:
En el ámbito civil, el caso más simbólico quizá sea el del Foilcat de Kvaerner Fjellstrand, un astillero que prácticamente apostó su futuro a la “revolución” hidroala… y acabó arruinado.
¿Qué queda hoy de aquel boom? Algunos Jetfoil actualizados, ferris antiguos que van desapareciendo poco a poco y muchos folletos técnicos en los archivos. Las marinas del mundo, sin embargo, no se llenaron de hidroalas, como se había pronosticado.
¿Por qué naufragó aquel entusiasmo? Los motivos se repiten en casi todos los casos, militares y civiles.
En los últimos años, redes sociales y campañas de marketing han devuelto los foils al escaparate, ahora asociados a:
Kecsmar baja el volumen del entusiasmo: la llegada de nuevos materiales y sistemas eléctricos permite perfiles de foil más finos, con algo menos de rozamiento y mejor relación sustentación/arrastre, pero no cambia las leyes de la hidrodinámica.
Dicho de otro modo: un hidroala eléctrico y ligero puede ser una buena solución en determinadas rutas cortas, con mar relativamente abrigada y alta frecuencia de servicio, pero no convierte de golpe al concepto en universal ni en milagro verde.
¿Significa todo esto que los hidroalas no sirven para nada? En absoluto. Lo que sugiere la experiencia de los últimos 70 años es que tienen su sitio… pero es un sitio de nicho.
Ejemplos como los Hysucat, desarrollados por el profesor Karl-Gunter Hoppe, muestran muy buenas prestaciones en embarcaciones de tamaño pequeño y medio, donde el equilibrio entre peso, área de foil y misión encaja. Son barcos rápidos, eficientes y con buen comportamiento en mar, pero su campo natural son aplicaciones específicas, no el transporte masivo mundial.
En ese sentido, Kecsmar subraya algo importante: los proyectos serios de hidroalas exitosos no suelen prometer ser “la solución para todo”, ni se venden como revolución global, sino como herramientas optimizadas para un rango muy concreto de esloras, velocidades y rutas.
La pregunta de fondo, por tanto, sigue en pie:
Si los hidroalas son tan revolucionarios como se prometía en los años 50, 70, 90… y como se promete ahora en redes,
¿por qué no vemos flotas enteras de ellos surcando todos los mares del mundo?
La respuesta, por ahora, parece estar menos en la imaginación del marketing y más en las ecuaciones de la física, las tablas de costes y la realidad tozuda de los estados de la mar
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