A pocos días de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Océano en Niza, se intensifica el debate entre estudios que promueven una transición ecológica y una contrarréplica del sector pesquero francés.
La pesca francesa se encuentra en el centro de un intenso cruce de estudios y visiones contrapuestas a medida que se acerca la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Océano, prevista en Niza. El reciente informe Transipêche, promovido por un consorcio académico y parcialmente financiado por la ONG Bloom, ha sido objeto de una dura contrarréplica por parte de la Unión de Armadores a la Pesca de Francia (UAPF) y la Asociación Nacional de Organizaciones de Productores (Anop), que acusan al informe de estar “científicamente sesgado y políticamente orientado” en contra del arrastre de fondo.
Publicado en enero, el informe Transipêche es el resultado de un trabajo multidisciplinar liderado por investigadores del Institut Agro, AgroParisTech y el EHESS-CNRS. Su objetivo: evaluar las prestaciones ambientales, económicas y sociales de las flotas pesqueras mediante diez indicadores clave. El informe propone una transición hacia una pesca verdaderamente sostenible, lo que denomina “pêchécologie”, y plantea una reducción sustancial del uso del arrastre, especialmente en zonas sensibles.
Este enfoque ha sido bien recibido por sectores ecologistas, que ven en él una base científica para reformar la política pesquera europea en consonancia con los objetivos climáticos y de conservación marina.
La respuesta del sector no se ha hecho esperar. La UAPF y la Anop —que agrupan a más de 1.250 embarcaciones y 5.000 marineros, principalmente de flota artesanal— han publicado una “contraestudio” que desmonta, según sus autores, los fundamentos metodológicos del informe Transipêche.
Los armadores consideran que el estudio ignora la realidad socioeconómica del sector pesquero y aplica criterios que “demonizan” al arrastre sin ofrecer soluciones viables para la pesca costera. Además, cuestionan la neutralidad del informe, al estar parcialmente financiado por la ONG Bloom, crítica habitual del arrastre de fondo.
Este choque de visiones llega en un momento clave: la Conferencia de la ONU sobre el Océano debatirá precisamente sobre el futuro de las áreas marinas protegidas y la regulación del arrastre. La presencia de ambos bloques —ONGs e industria pesquera— anticipa un pulso de argumentos científicos, económicos y sociales.
Desde Bloom y los investigadores de Transipêche se insiste en que el informe ofrece una mirada constructiva y basada en evidencia para garantizar un futuro sostenible. Desde la UAPF y Anop, se acusa a estas iniciativas de poner en peligro el tejido socioeconómico de las comunidades costeras.
El caso revela una grieta creciente entre la ciencia académica orientada a la conservación y el conocimiento técnico del sector pesquero, que reclama ser escuchado. La pregunta ya no es solo cómo pescar de manera sostenible, sino quién define qué es sostenible y con qué base científica.
Conclusión: Mientras las negociaciones globales sobre el futuro del océano se intensifican, Francia se convierte en un microcosmos del dilema mundial: equilibrar la protección de los ecosistemas con la subsistencia de quienes viven de ellos. La pesca del futuro, parece claro, se definirá no solo en el mar, sino también en los laboratorios, los despachos de política internacional y el juicio de la opinión pública.
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