La lonja de Pasaia se ha convertido en un destino turístico en base a una iniciativa que organizan la Kofradia Itsas Etxea de Donostia y la Organización de Productores de Pesca de Bajura de Guipúzcoa (Opegui).
Eneko Sarasua, miembro de la tripulación del barco museo ecoactivo ‘Mater’, ejerce de guía. «El objetivo de esta iniciativa es acercar el sector de la pesca de bajura a la población, darlo a conocer y fomentar el consumo del pescado local y de temporada», desvela instantes antes de entrar en el corazón de uno de los puertos «estratégicos» de España.
La zona de muestra se revela como el engranaje que pone en funcionamiento a centenares de trabajadores. Mientras unos mueven cajas provistas de las más diversas especies, otros contemplan con detenimiento la mercancía y meditan su compra. «La mayor parte del pescado viene en camión desde países como Francia e Irlanda. Hay empresas a las que les sale mejor pescar en sus aguas y vender sus capturas aquí», explica el guía, provocando la sorpresa entre los visitantes. «Pensaba que todo lo que se vende era lo que los arrantzales descargaban a su llegada a puerto», confiesa una mujer.
La sorpresa se repite cuando Sarasua les explica los detalles de la etiqueta que «debería estar visible» en los puntos de venta cuando van a comprar. «En ella pone qué barco ha pescado cada ejemplar, dónde, con qué técnica… El consumidor tiene derecho a acceder a esta información», señala, mientras se refiere a la picaresca de que «puede que nos estén vendiendo una merluza de Pasaia, cuando en realidad ha sido pescada lejos y en Pasaia solo se ha materializado la venta».
La subasta es uno de los atractivos de la lonja para quienes la presencian por primera vez. Los compradores toman asiento, mientras en una pantalla digital aparece detallado el lote y su precio de partida, que va bajando hasta que alguien pulsa el botón y se lo adjudica. Lubina, faneca, pescadilla… La lista no tiene fin. «Quienes acceden a la subasta ya saben qué se van a encontrar porque la Kofradia les informa cada día por WhatsApp de qué barcos van a entrar y con qué pescado. También tienen un contestador automático al que llamar para conocer esta información», explica Eneko Sarasua.
Otras subastas se desarrollan en una estancia colindante, pero «a viva voz». El ventero canta los precios hasta que alguno de los asistentes que recibe instrucciones a través del teléfono móvil grita: «¡Mío!». La escena recuerda a la de los brokers de Wall Street en plena compra de acciones.
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