La drástica reducción de la cuota de verdel para este año encendió el pasado año las alarmas en el sector pesquero vasco. Pescadores de Gipuzkoa y Bizkaia advierten de las graves consecuencias económicas que esta situación puede acarrear, así como de la amenaza que supone para el futuro de la flota y el relevo generacional.
Norberto Emazabel, presidente de la Federación de Cofradías de Gipuzkoa, destaca que la reducción de la cuota representa un golpe para la flota pesquera. «Cuando se baja una cuota de pesca, es menos captura y menos ingresos para las empresas», afirma. Este año, los pescadores solo podrán faenar unos ocho días, dependiendo de la presencia del verdel en la zona. «El año pasado fueron diez días, este año quizá algo más, pero los estudios sobre la biomasa del verdel en el norte de Europa no son alentadores», advierte.
Emazabel señala que la sobrepesca en el norte de Europa es la principal causa del descenso en las capturas. «Noruega e Islandia están pescando cantidades ingentes, y eso hace que aquí llegue menos pescado». La flota de cerco tiene cierto margen de maniobra gracias a la anchoa, sardina y chicharro, pero la flota de anzuelo, que depende casi exclusivamente del verdel y el bonito, está en una situación crítica.
Sobre la posibilidad de negociar con la Unión Europea, Emazabel se muestra escéptico: «Siempre hemos pedido que se sancione la sobrepesca en el norte, como nos ocurrió a nosotros con la caballa, pero no parece que le den importancia».
Aurelio Bilbao, secretario de la Federación de Cofradías de Bizkaia, comparte la preocupación. «La reducción de la cuota es preocupante, pero lo que más nos inquieta es la disminución de la biomasa de verdel. Los estudios científicos indican que está cerca del límite, y si baja un poco más, la cuota puede ser cero en 2026».
Desde su punto de vista, la falta de sanciones por parte de la Unión Europea a los países que pescan por encima de lo permitido está agravando la situación. «Si fuera un país africano o asiático, le prohibirían exportar a Europa. Pero a Noruega e Islandia no les dicen nada, y siguen pescando sin restricciones».
Bilbao no descarta una moratoria similar a la que se impuso con la anchoa: «Quizás la solución sea parar cinco años para permitir que la biomasa se recupere, siempre con ayudas para el sector. Lo que no puede ser es que algunos países sigan pescando sin control mientras otros nos quedamos sin recursos».
Ambos representantes coinciden en que el futuro del sector pesquero es cada vez más incierto, no solo por la escasez de recursos, sino también por la falta de relevo generacional. «Los jóvenes no quieren ir al mar, y los armadores están agotados», señala Bilbao. «Si se abriera la posibilidad de paralizaciones definitivas, muchos abandonarían el sector».
La burocracia también juega un papel negativo, según Bilbao. «Hay tantos trámites administrativos que desmotivan a los pescadores. No se cuida el sector primario ni la soberanía alimentaria», lamenta.
Con una flota en dificultades, una biomasa de verdel en declive y una administración que, según los pescadores, no responde a sus demandas, el futuro de la pesca vasca se encuentra en una encrucijada. La incertidumbre crece, mientras el sector sigue esperando soluciones que garanticen su viabilidad a largo plazo.
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