Las tensiones geopolíticas rompen décadas de cooperación pesquera entre ambos países y abren la puerta a una explotación más intensa de los recursos compartidos.
La escalada de tensiones entre Noruega y Rusia amenaza con tener consecuencias graves para la gestión de los recursos pesqueros en el mar de Barents, especialmente en el caso del bacalao ártico, cuyas poblaciones ya muestran una preocupante tendencia a la baja.
El desencadenante se produjo en julio, cuando las autoridades noruegas decidieron prohibir el acceso a sus puertos a dos compañías pesqueras rusas sospechosas de actividades de espionaje. Al mismo tiempo, Oslo anunció que no renovará las licencias de pesca de esas empresas en aguas noruegas a partir de 2025.
La reacción de Moscú fue inmediata. El gobierno ruso comunicó que vetará completamente la entrada de buques noruegos en su zona económica exclusiva y que romperá la cooperación bilateral en la gestión de pesquerías, un marco que llevaba décadas funcionando como ejemplo de cogestión transfronteriza en el Ártico.
“El accionar de la parte noruega conducirá inevitablemente a la destrucción del sistema de gestión y regulación de pesquerías que ha demostrado ser eficaz durante décadas”, advirtió en agosto Ilya Shestakov, director de la Agencia Federal de Pesca de Rusia (Rosrybolovstvo).
El sistema bilateral, considerado hasta ahora un modelo de cooperación internacional, se basaba en cuotas conjuntas, estándares de sostenibilidad y reglas comunes de explotación de especies compartidas, principalmente bacalao, eglefino y capelán.
Como consecuencia de la ruptura, el Ministerio de Agricultura de Rusia ha introducido de forma unilateral nuevas medidas de pesca más permisivas en el mar de Barents. Entre ellas:
Según la prensa rusa, estas disposiciones estarán vigentes hasta el 1 de septiembre de 2027.
Expertos noruegos alertan de que estas modificaciones podrían incrementar la presión sobre un stock que ya se encuentra en retroceso, debilitando la resiliencia de una especie clave para la economía pesquera del Ártico y para el abastecimiento de bacalao en mercados internacionales, incluida la Unión Europea.
La ruptura de la cooperación también puede dificultar los controles científicos y de sostenibilidad, al no existir ya un marco compartido de seguimiento de capturas ni de intercambio de datos.
El caso del bacalao del mar de Barents refleja cómo la geopolítica puede afectar directamente a la gestión de los recursos naturales. La guerra en Ucrania y el deterioro de las relaciones entre Moscú y Occidente han trasladado ahora sus efectos al Ártico, poniendo en riesgo décadas de avances en la gobernanza compartida de uno de los caladeros más importantes del mundo.
Con las medidas actuales, el futuro del bacalao en el mar de Barents se enfrenta a un escenario incierto, donde la sostenibilidad puede verse comprometida por las tensiones diplomáticas y los intereses nacionales.
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