Japón va a reanudar la caza de ballenas, según anunció a la Comisión Ballenera Internacional (CBI) a finales del año pasado. El director Sasaki Megumi, autor del documental Okujira-sama (título en inglés: A Whale of a Tale) resalta las fracturas globales sobre el tema de la caza de ballenas. El 26 de diciembre de 2018, el Secretario General del Gabinete, Suga Yoshihide, anunció oficialmente que Japón abandonaba la Comisión Ballenera Internacional (CBI). Después del 1 de julio de 2019, fecha en la que esta retirada surtirá efecto, Japón intentará reanudar la caza comercial de ballenas en su zona económica exclusiva.
Japón, un país de consenso, opta por desviarse del camino preconizado por la comunidad internacional. Se han escuchado muchas voces críticas en el archipiélago, que piden que se apresure esta decisión, que se celebren nuevas negociaciones o que se exprese indignación por el movimiento del gobierno en una dirección proteccionista.
Japón anunció su retirada de la Comisión Ballenera Internacional (CBI) con el objetivo de «reanudar la caza comercial el próximo julio», desafiando a los defensores de los cetáceos 30 años después de haber puesto fin a esa práctica, al menos oficialmente. En realidad, Japón nunca dejó totalmente de cazar ballenas, sirviéndose de un punto de la moratoria de 1986 que autoriza la captura de esos animales para la investigación. Pero ahora, retomará públicamente la caza con fines comerciales, como ya hacen Islandia y Noruega, exponiéndose a una ola de críticas internacionales por parte de Gobiernos y de organizaciones de defensa de los animales.
Sin embargo, Japón se abstendría de cazar «en aguas de la Antártida o en el hemisferio Sur», según precisó el representante del Ejecutivo, Yoshihide Suga, en una rueda de prensa. La caza estará «limitada a las aguas territoriales y a la zona económica exclusiva» de Japón, «conforme a las cuotas de capturas calculadas según el método de la CBI para no agotar los recursos», aseguró el portavoz del Gobierno japonés, que prevé que la retirada de la Comisión Ballenera se haga efectiva el próximo 30 de junio. Suga justificó la decisión por la «ausencia de concesiones únicamente por parte de los países comprometidos con la protección de las ballenas», y ello, «pese a que hay científicos que confirman la abundancia de ciertas especies de ballenas», según él.
El desacuerdo pareció «evidente» durante la última reunión de la CBI en septiembre pasado, lo que llevó a Japón a tomar esta medida, explicó el portavoz del Ejecutivo nipón. El 15 de septiembre, la Comisión Ballenera rechazó el texto presentado por Japón, que pretendía poner en marcha una doble vía dentro de la CBI, una organización con 89 países miembros, para incluir la preservación y la caza comercial de ballenas. Esta última habría sido gestionada por un «comité de la caza de ballenas sostenible». La propuesta habría puesto fin además a la moratoria impuesta a esta actividad en 1986, que Japón firmó. Pero los países defensores de las ballenas, con Australia, la Unión Europea y Estados Unidos a la cabeza, rechazaron el texto nipón, con 41 votos contra 27. El viceministro japonés de Pesca, Masaaki Taniai, lamentó entonces el resultado de la votación y ya apuntó la posibilidad de abandonar la CBI como última opción, como se ha confirmado este miércoles.
El Gobierno nipón abre así un nuevo frente entre los detractores y los defensores de la caza de cetáceos, que los japoneses, especialmente los más nacionalistas, consideran como una importante tradición del país. Las organizaciones ecologistas no tardaron en reaccionar, condenando la noticia. «Está claro que el Gobierno intenta hacer llegar este anuncio de forma discreta, a finales de año, lejos de los focos de los medios internacionales, pero el mundo no es tonto», comentó en un comunicado Sam Annesley, responsable de la rama japonesa de Greenpeace. «La decisión de Japón está completamente desfasada con la comunidad internacional, e ignora la necesidad de proteger nuestros océanos y a estas criaturas majestuosas», sostuvo.
Pese al argumento científico esgrimido desde hace tres décadas por Japón para cazar ballenas, la carne del cetáceo suele ir a parar a las pescaderías. Y aunque constituyó una importante fuente de proteínas en la posguerra, en la actualidad la mayoría de los japoneses aseguran que no la consumen o que lo hacen muy de vez en cuando.
CBI desde 1948
La CBI fue creada en 1948 para hacer cumplir la Convención Internacional para la Regulación de la Caza de Ballenas. Los países involucrados en esta cacería se han reunido en el seno de la CBI, cuyo objetivo es garantizar la «sabia conservación» de las poblaciones de ballenas y el «desarrollo ordenado de la industria ballenera», es decir, llevar a cabo una caza de ballenas sostenible. Sin embargo, hoy, la institución ha dado la espalda a este objetivo, como lo demuestra la situación de sus miembros: de los 89 Estados Miembros (en el momento de la Asamblea General de 2018 en Florianópolis, Brasil), sólo tres son cazadores de ballenas -Japón, Noruega e Islandia-, así como los pueblos indígenas de otras cuatro naciones, como los inuits en los Estados Unidos. Los otros 82 Estados miembros no están vinculados de ninguna manera a esta actividad; algunos, como Mongolia y Austria, ni siquiera tienen costa. Se dividen en dos grupos principales, uno que quiere una explotación sostenible de los recursos balleneros -unos 40 miembros a favor de la caza de ballenas- y el otro que quiere proteger a las ballenas sin matarlas. Entre estos dos grupos, los debates estériles han durado varias décadas.
La retirada de la CBI ha provocado tales reacciones en Japón, quizás debido a la aparente brusquedad de esta decisión, tomada a instancias de ciertos líderes políticos. Pero la retirada oficial se decidió «al final de un proceso gradual que duró casi cinco años», dice el profesor Morishita Jôji de la Universidad Oceanográfica de Tokio, un experto en la materia que representó a Japón en comisiones científicas y en la Asamblea General de la CBI durante casi tres décadas.
Se han hecho varios intentos de salir del punto muerto en la CBI en busca de un compromiso, pero todos han fracasado. Algunos países quieren explotar los recursos balleneros de una manera sostenible, mientras que un grupo llama a la caza de ballenas un mal absoluto que debe ser prohibido. En una institución internacional que funcione correctamente, las diversas partes buscarían un compromiso que conduzca al consenso, pero en la CBI esto es imposible. Porque, según el Sr. Morishita, para los países que se oponen a la caza de ballenas, «negociar y aceptar una cuota de captura es casi como negociar con terroristas y legitimar sus acciones. Dado que «no negociamos con terroristas», si las conversaciones con Japón dieran como resultado el reconocimiento de una pequeña cuota de captura, «el negociador sería destituido de su cargo, o su gobierno estaría bajo el control de los Estados Unidos…».