Acuicultura

Hacia una acuicultura sin plásticos: Francia desarrolla la primera red de engorde biodegradable para mejillones

El proyecto FILL, impulsado por el sector conchylicultor de Normandía y el Canal de la Mancha, busca sustituir las tradicionales redes plásticas por materiales biodegradables y resistentes

Francia se prepara para dar un paso decisivo hacia una acuicultura más sostenible y libre de plásticos. El sindicato mixto Synergie Mer et Littoral (SMEL), junto con el Comité Regional de la Conchyliculture (CRC) de Normandía y Mancha Mer du Nord, ha lanzado el proyecto FILL (Filet Innovant pour la culture des Moules), una iniciativa pionera que desarrolla una red de “catinage” biodegradable destinada al cultivo de mejillones de bouchot —una de las joyas gastronómicas del litoral francés—.

El objetivo es doble: reducir drásticamente la contaminación por plásticos derivada de la acuicultura y ofrecer a los productores una alternativa viable que mantenga la resistencia y durabilidad de los materiales actuales sin comprometer la productividad.


Un cambio estructural en la conchylicultura francesa

En los criaderos tradicionales de mejillones , los productores utilizan redes hechas de polímeros sintéticos para sostener las cuerdas donde los moluscos crecen durante varios meses. Con el paso del tiempo y la exposición al mar, muchos de estos materiales se fragmentan o se pierden en el medio marino, contribuyendo a la acumulación de microplásticos en los ecosistemas costeros.

El proyecto FILL surge precisamente como respuesta a este problema. Financiado por fondos públicos y con el apoyo técnico de centros de investigación en materiales sostenibles, la iniciativa persigue diseñar una red innovadora, biodegradable y compostable al final de su vida útil, que cumpla los estándares de resistencia, elasticidad y durabilidad que exige la actividad mytilícola.

Según los promotores, el nuevo material permitirá que, una vez finalizado su ciclo productivo, la red se degrade de forma natural, evitando que fragmentos plásticos queden dispersos en el mar o en los sedimentos litorales.


Una innovación al servicio de la transición ecológica

El desarrollo de la red biodegradable encaja dentro del compromiso asumido por Francia de eliminar progresivamente los plásticos de un solo uso antes de 2040, meta que incluye a todos los sectores productivos, desde la alimentación hasta la pesca y la acuicultura.

La acuicultura debe ser parte activa de esta transición, no solo por una cuestión de imagen ambiental, sino porque dependemos directamente de la calidad del medio marino”, ha señalado un portavoz del CRC Normandie. “Los productores de mejillón son conscientes de que proteger el ecosistema costero es también proteger su futuro económico”.

El proyecto FILL se inscribe asimismo en la estrategia europea de economía azul circular, que busca sustituir materiales sintéticos persistentes por soluciones biobasadas y biodegradables procedentes de recursos renovables como el almidón, la celulosa o el ácido poliláctico (PLA).


Ensayos técnicos y validación en mar abierto

El SMEL y el CRC han confirmado que, durante 2025 y 2026, se realizarán ensayos experimentales a gran escala en las costas de Normandía y Bretaña, con la participación de productores locales. Los primeros prototipos de red ya han sido probados en laboratorio, con resultados prometedores en cuanto a resistencia a la tracción, durabilidad en agua salada y capacidad de biodegradación controlada.

El siguiente paso será evaluar su comportamiento real en condiciones de cultivo, donde factores como las corrientes, la salinidad o la adherencia de los moluscos determinarán su éxito final. “La clave es encontrar el equilibrio perfecto entre resistencia y degradabilidad”, explican los técnicos del SMEL. “Debe soportar todo el ciclo de cultivo —unos 12 a 18 meses— y luego degradarse sin dejar residuos”.


Un desafío industrial y económico

El reto no es únicamente tecnológico, sino también económico e industrial. Los materiales biodegradables suelen tener costes de producción más elevados que los plásticos convencionales, por lo que la viabilidad comercial dependerá de su escalabilidad y apoyo institucional.

En este sentido, el proyecto FILL se beneficiará de mecanismos de financiación regional, nacional y europea, destinados a acelerar la innovación en materiales sostenibles para el sector pesquero y acuícola. Si los resultados son positivos, Francia podría convertirse en referente mundial en la sustitución de plásticos en la acuicultura, marcando un precedente replicable en otros países con fuerte tradición mytilícola, como España, Italia o los Países Bajos.


Impacto ambiental y trazabilidad

Más allá del cambio material, los impulsores del proyecto subrayan que esta transición permitirá mejorar la trazabilidad ambiental del producto, aportando un valor añadido a las etiquetas de calidad y a la comercialización internacional del mejillón de bouchot, reconocido con denominaciones de origen y apreciado por su sabor y textura.

Según estudios del IFREMER (Instituto Francés de Investigación para la Explotación del Mar), el sector mytilícola francés genera cada año cientos de toneladas de residuos plásticos, entre redes, cuerdas y material de soporte. La sustitución por materiales biodegradables podría reducir hasta un 90 % esa huella y contribuir a una mejor conservación de los fondos marinos y de la fauna bentónica.


De Normandía al mundo: un modelo replicable

El éxito del proyecto FILL podría tener alcance internacional. Francia, uno de los mayores productores de mejillón de Europa junto con España, Italia y los Países Bajos, podría exportar la tecnología y el modelo de cooperación público-privado a otros países que buscan soluciones frente a la contaminación plástica en el mar.

Además, el modelo de innovación del SMEL y del CRC —basado en la colaboración entre científicos, empresas locales y administraciones— representa un ejemplo de gobernanza sostenible aplicable a otros ámbitos de la economía azul.


Un horizonte libre de plásticos

En última instancia, el proyecto FILL no solo es una apuesta tecnológica, sino un símbolo del cambio de paradigma que vive la acuicultura europea: pasar de una lógica extractiva y dependiente del plástico a un modelo regenerativo y circular, donde la innovación se pone al servicio de la naturaleza.

Si la nueva red biodegradable logra cumplir sus promesas, las costas de Normandía y del Canal de la Mancha podrían ser, en pocos años, el escenario de una revolución silenciosa: la de un mar que, sin renunciar a la productividad, empieza a liberarse del lastre plástico que lo ha acompañado durante décadas.

Y con ello, la mytilicultura francesa daría un paso firme hacia un futuro donde la sostenibilidad y la rentabilidad ya no se excluyen, sino que se refuerzan mutuamente.

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Hacia una acuicultura sin plásticos: Francia desarrolla la primera red de engorde biodegradable para mejillones de bouchot

El proyecto FILL, impulsado por el sector del marisqueo y la acuicultura de Normandía y el Canal de la Mancha, busca sustituir las tradicionales redes plásticas por materiales biodegradables y resistentes

Francia se prepara para dar un paso decisivo hacia una acuicultura más sostenible y libre de plásticos. El sindicato mixto Synergie Mer et Littoral (SMEL), junto con el Comité Regional de la Acuicultura (CRC) de Normandía y Mancha Mer du Nord, ha lanzado el proyecto FILL (Filet Innovant pour la culture des Moules), una iniciativa pionera que desarrolla una red de “catinage” biodegradable destinada al cultivo de mejillones de bouchot —una de las joyas gastronómicas del litoral francés—.

El objetivo es doble: reducir drásticamente la contaminación por plásticos derivada de la acuicultura y ofrecer a los productores una alternativa viable que mantenga la resistencia y durabilidad de los materiales actuales sin comprometer la productividad.


Un cambio estructural en la acuicultura francesa

En los criaderos tradicionales de mejillones de bouchot, los productores utilizan redes de catinage hechas de polímeros sintéticos para sostener las cuerdas donde los moluscos crecen durante varios meses. Con el paso del tiempo y la exposición al mar, muchos de estos materiales se fragmentan o se pierden en el medio marino, contribuyendo a la acumulación de microplásticos en los ecosistemas costeros.

El proyecto FILL surge precisamente como respuesta a este problema. Financiado por fondos públicos y con el apoyo técnico de centros de investigación en materiales sostenibles, la iniciativa persigue diseñar una red innovadora, biodegradable y compostable al final de su vida útil, que cumpla los estándares de resistencia, elasticidad y durabilidad que exige la actividad acuícola.

Según los promotores, el nuevo material permitirá que, una vez finalizado su ciclo productivo, la red se degrade de forma natural, evitando que fragmentos plásticos queden dispersos en el mar o en los sedimentos litorales.


Una innovación al servicio de la transición ecológica

El desarrollo de la red biodegradable encaja dentro del compromiso asumido por Francia de eliminar progresivamente los plásticos de un solo uso antes de 2040, meta que incluye a todos los sectores productivos, desde la alimentación hasta la pesca y la acuicultura.

La acuicultura debe ser parte activa de esta transición, no solo por una cuestión de imagen ambiental, sino porque dependemos directamente de la calidad del medio marino”, ha señalado un portavoz del CRC Normandie. “Los productores de mejillón son conscientes de que proteger el ecosistema costero es también proteger su futuro económico”.

El proyecto FILL se inscribe asimismo en la estrategia europea de economía azul circular, que busca sustituir materiales sintéticos persistentes por soluciones biobasadas y biodegradables procedentes de recursos renovables como el almidón, la celulosa o el ácido poliláctico (PLA).


Ensayos técnicos y validación en mar abierto

El SMEL y el CRC han confirmado que, durante 2025 y 2026, se realizarán ensayos experimentales a gran escala en las costas de Normandía y Bretaña, con la participación de productores locales. Los primeros prototipos de red ya han sido probados en laboratorio, con resultados prometedores en cuanto a resistencia a la tracción, durabilidad en agua salada y capacidad de biodegradación controlada.

El siguiente paso será evaluar su comportamiento real en condiciones de cultivo, donde factores como las corrientes, la salinidad o la adherencia de los moluscos determinarán su éxito final. “La clave es encontrar el equilibrio perfecto entre resistencia y degradabilidad”, explican los técnicos del SMEL. “Debe soportar todo el ciclo de cultivo —unos 12 a 18 meses— y luego degradarse sin dejar residuos”.


Un desafío industrial y económico

El reto no es únicamente tecnológico, sino también económico e industrial. Los materiales biodegradables suelen tener costes de producción más elevados que los plásticos convencionales, por lo que la viabilidad comercial dependerá de su escalabilidad y apoyo institucional.

En este sentido, el proyecto FILL se beneficiará de mecanismos de financiación regional, nacional y europea, destinados a acelerar la innovación en materiales sostenibles para el sector pesquero y acuícola. Si los resultados son positivos, Francia podría convertirse en referente mundial en la sustitución de plásticos en la acuicultura, marcando un precedente replicable en otros países con fuerte tradición en el cultivo de moluscos, como España, Italia o los Países Bajos.


Impacto ambiental y trazabilidad

Más allá del cambio material, los impulsores del proyecto subrayan que esta transición permitirá mejorar la trazabilidad ambiental del producto, aportando un valor añadido a las etiquetas de calidad y a la comercialización internacional del mejillón de bouchot, reconocido con denominaciones de origen y apreciado por su sabor y textura.

Según estudios del IFREMER (Instituto Francés de Investigación para la Explotación del Mar), el sector acuícola francés genera cada año cientos de toneladas de residuos plásticos, entre redes, cuerdas y material de soporte. La sustitución por materiales biodegradables podría reducir hasta un 90 % esa huella y contribuir a una mejor conservación de los fondos marinos y de la fauna bentónica.


De Normandía al mundo: un modelo replicable

El éxito del proyecto FILL podría tener alcance internacional. Francia, uno de los mayores productores de mejillón de Europa junto con España, Italia y los Países Bajos, podría exportar la tecnología y el modelo de cooperación público-privado a otros países que buscan soluciones frente a la contaminación plástica en el mar.

Además, el modelo de innovación del SMEL y del CRC —basado en la colaboración entre científicos, empresas locales y administraciones— representa un ejemplo de gobernanza sostenible aplicable a otros ámbitos de la economía azul.


Un horizonte libre de plásticos

En última instancia, el proyecto FILL no solo es una apuesta tecnológica, sino un símbolo del cambio de paradigma que vive la acuicultura europea: pasar de una lógica extractiva y dependiente del plástico a un modelo regenerativo y circular, donde la innovación se pone al servicio de la naturaleza.

Si la nueva red biodegradable logra cumplir sus promesas, las costas de Normandía y del Canal de la Mancha podrían ser, en pocos años, el escenario de una revolución silenciosa: la de un mar que, sin renunciar a la productividad, empieza a liberarse del lastre plástico que lo ha acompañado durante décadas.

Y con ello, la acuicultura francesa daría un paso firme hacia un futuro donde la sostenibilidad y la rentabilidad ya no se excluyen, sino que se refuerzan mutuamente

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