La decisión del Gobierno prioriza la industria continental, pero deja un vacío operativo en la Armada y reduce opciones para el Ejército del Aire
España ha decidido aparcar sine die la compra del F-35 Lightning II, el avión de combate de quinta generación desarrollado por Estados Unidos y considerado el más avanzado tecnológicamente del mundo. El Ejecutivo ha optado por priorizar la inversión en la industria europea, reforzando su compromiso con el Eurofighter Typhoon —ya en servicio— y el programa FCAS (Future Combat Air System), desarrollado junto a Francia y Alemania.
La decisión supone un cambio de rumbo en la estrategia de defensa, con implicaciones operativas y políticas de gran calado.
El F-35 es un caza polivalente con capacidad furtiva (stealth), versátil para operar tanto desde bases terrestres como desde portaviones. Sus prestaciones lo convertían en la opción ideal para sustituir dos modelos clave del arsenal español: los Harrier de la Armada y los F-18 del Ejército del Aire. Además, era visto como un puente tecnológico hacia la llegada del FCAS, prevista en torno a 2040.
En el plano naval, la renuncia deja a la Armada ante un problema sin solución a corto plazo. Los Harrier AV-8B, únicos aviones de despegue vertical en servicio en España, serán retirados en 2030. Sin ellos, el buque insignia Juan Carlos I solo podrá operar helicópteros, lo que supondrá una pérdida estratégica significativa en capacidades de proyección y defensa.
Para mitigar el impacto, la Armada ha encargado a Navantia un estudio de viabilidad para construir un portaviones con pista convencional. Sin embargo, incluso en el mejor escenario, ese eventual buque no entraría en servicio antes de mediados de la próxima década, dejando un vacío operativo de varios años.
La situación en el Ejército del Aire es menos apremiante, pero no exenta de consecuencias. España ha renovado parte de su flota con 45 Eurofighter y mantiene la previsión de retirar los últimos F-18 hacia 2035. Sin embargo, la negativa al F-35 implica renunciar a una plataforma con capacidades superiores en sensores, conectividad y baja detectabilidad, que habría servido como complemento intermedio hasta la llegada del FCAS.
Fuentes del Ministerio de Defensa insisten en que la prioridad es fortalecer la industria europea y reducir la dependencia tecnológica de terceros países, en línea con la autonomía estratégica que impulsa la UE. La decisión se enmarca también en un contexto de tensiones comerciales y políticas con Estados Unidos, acentuadas por las críticas de la administración Trump al gasto militar europeo.
El desafío ahora será mantener el equilibrio entre esa apuesta industrial y la preservación de las capacidades operativas de las Fuerzas Armadas. Para la Armada, el calendario ya corre en contra; para el Ejército del Aire, la cuestión es cómo llegar al 2040 con un poder aéreo competitivo.
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